El candidato del PSOE se quitó ayer la espina de las investiduras fracasadas de marzo de 2016 y el pasado julio
Dos investiduras fallidas y cuatro votaciones infructuosas después, en marzo de 2016 y el pasado julio, Pedro Sánchez se convirtió este martes en el primer candidato del PSOE en ser investido presidente desde José Luis Rodríguez Zapatero en 2008. El presidente, que en junio de 2018 fue el primero en llegar a La Moncloa tras liderar la primera moción de censura exitosa desde la Transición, se quitó la espina que arrastraba desde hacía casi cuatro años. En 2016, los 131 votos que logró (90 socialistas, 40 de Ciudadanos y uno de Coalición Canaria que no obtuvo en primera votación) fueron insuficientes en una Cámara en la que 219 de sus 350 diputados le votaron en contra. El pasado verano tampoco prosperó su intento, con 124 votos positivos —los suyos y el del representante del PRC, que ayer votó en contra— y 155 negativos. Ayer lo logró por los pelos: 167 a 165.
La primera pista de la emoción que se iba a desbordar en las bancadas socialista y de Unidas Podemos apareció cuando le llegó el turno de votar a Alfonso Rodríguez Gómez de Celis. El sí del vicepresidente primero del Congreso fue recibido por una alegría en las filas de la izquierda con una alegría a punto de desbordarse. “Era el voto que rompía el desempate”, explicó después el dirigente socialista cuando se lo permitían los abrazos de espontáneos, compañeros de fatiga en las primarias y algún buscavidas.
El voto final a Sánchez fue el de la presidenta del Congreso, Meritxell Batet. Tras escuchar el resultado, el líder del PSOE se giró, guiñó un ojo y se unió a los aplausos. Los diputados de Unidas Podemos, que en 2016 votaron en su contra y se abstuvieron en verano, se sumaron al jolgorio entre gritos de “¡sí se puede!”.
Poco dado a mostrar sus emociones, Sánchez se concedió unos minutos para saborear la votación en el ala del Parlamento reservada al Gobierno con docenas de cargos, la mayoría de líderes territoriales del PSOE, sus padres y los amigos del instituto Ramiro de Maeztu. El socialismo soltó toda la tensión acumulada. Dolores Delgado, ministra de Justicia, repartía besos y abrazos en lo que parecía una despedida. A José Luis Ábalos, ministro de Fomento, se les escapó alguna lágrima.
El éxtasis no duró. La sorpresa fue general cuando se supo que el presidente se concedía otra semana de margen para dar a conocer a sus ministros; los de Unidas Podemos son de sobra conocidos. “Enhorabuena para lo que viene”, felicitó Nacho Escartín, líder de Podemos en Aragón, a Yolanda Díaz, futura ministra de Trabajo, y Antón Gómez Reino, secretario general de Podemos Galicia.