Lo ordenó la Cámara de Apelaciones de Lomas de Zamora. Está acusado de liderar una asociación ilícita que manejaba los negocios ilegales de la feria.
La Cámara de Apelaciones de Lomas de Zamora otorgó la prisión domiciliaria a Jorge Omar Castillo (62), conocido como el “rey” de La Salada, acusado de liderar una asociación ilícita que manejaba los negocios ilegales de la feria y, en consecuencia, esperará el juicio en su casa monitoreado con tobillera electrónica.
La medida fue firmada este jueves por la Sala N° 3 de la Cámara. Los magistrados consideraron que, finalizada la etapa de instrucción de la causa, ya no hay peligros procesales que sostengan la decisión de mantenerlo detenido.
“Entendemos que disponer un arresto domiciliario con tobillera electrónica deviene ahora en una alternativa legítima y confiable”, remarca el fallo al que tuvo acceso Clarín, firmado por los jueces Martín González, Jorge Tristán Rodríguez y Tomás Bravo.
Los jueces también tuvieron en cuenta que Castillo tiene más de 60 años, “cuenta con un grupo familiar con capacidades de contención” y “posee arraigo y domicilio fijo”.
El mismo fallo ordena la confección de un informe al Servicio Penitenciario Bonaerense de la casa en la que residirá Castillo, para evaluar si están dadas las condiciones para el sistema de monitoreo. Según adelantaron fuentes del caso, esto puede demorar algunos días.
Castillo está detenido desde junio de 2017. Fue arrestado en una mansión en el country Haras Argentino Farm Club de Luján.
Rodeado por la Policía, disparó dos veces con su pistola a través de la mirilla de una puerta blindada que dividía las habitaciones del resto de la casa. Uno de esos tiros le provocó heridas en un ojo a un agente de la Bonaerense.
A finales de junio, la causa por asociación ilícita y tentativa de homicidio (por el ataque al policía) fue elevada a juicio.
En la misma resolución en la que otorgó el beneficio de la prisión domiciliaria, la Cámara señaló que “los disparos efectuados por Castillo desde el interior de la habitación no fueron dirigidos a los efectivos policiales” y que existía un “desconocimiento por parte del encausado del ingreso del personal policial”.
Ascenso y caída del “Rey”
Cada vez que habla de sus inicios en La Salada, a Castillo se le dibuja una sonrisa. Le gusta contar el momento en el que –según su relato- vislumbró la oportunidad de hacer un negocio en medio de las ruinas. “Yo vendía zapatos en Ocean y Urkupiña. Un día pasé por las viejas piletas y el dueño me dijo si no quería comprar el predio. Dibujé 1.000 puestos y los vendí a 3.500 dólares cada uno. La mitad en efectivo y la otra en cuotas. El 3% era para mí. Con eso compré más de 60 puestos”, explica sobre los orígenes de Punta Mogote, creada en 1999. Fue la última de las tres ferias instaladas sobre los márgenes del Riachuelo.
Como en una montaña rusa, el ascenso de Castillo fue a toda velocidad. Punta Mogote creció hasta convertirse en un paseo de compras y él se posicionó como la cara visible de La Salada. El “rey” de uno de los terrenos más ingobernables del país. Recorrió estudios de TV y con su lengua filosa defendió un modelo de venta cuestionado por la evasión fiscal y la falsificación de marcas.
Su patrimonio también creció de forma exponencial. El humilde vendedor de zapatos de Ingeniero Budge se transformó en un poderoso empresario, dueño entre otras cosas de en una mansión en el country Haras Argentino Farm Club de Luján. Allí cayó, con el mismo vértigo de la montaña rusa que lo llevó a la cima.
El operativo se realizó el 21 de junio de 2017. Rodeado por la Policía, Castillo disparó dos veces con su pistola a través de la mirilla de una puerta blindada que dividía las habitaciones del resto de la casa. Uno de esos tiros le provocó heridas en un ojo a un agente de la Bonaerense.
Un año después, en una entrevista con Clarín, Castillo denunciaría que los policías no se identificaron y que por eso pensó que era un robo. “Yo era consciente de que el ángulo de tiro era para arriba, para no lastimar a nadie, sino para intimidar”, argumentó.
Entre el ascenso y la caída de su “rey”, la Salada fue escenario de una guerra que tuvo cinco muertos en un año. El botín era el manejo de los miles de puestos ilegales que se instalaron en los alrededores de las ferias. Pequeñas estructuras de metal de un metro por un metro que coparon cada centímetro libre. Sobre las veredas y sobre la calle. Con dobles y triples filas.
Un negocio de más de 3,5 millones de pesos diarios, sin contar la recaudación de los “trapitos” y la facturación de las combis truchas que conectaban la feria con distintos puntos del Conurbano.
Según la investigación de Sebastián Scalera, fiscal adjunto de Lomas de Zamora, Castillo lideraba una de las tres bandas con poder en la zona: “Los Chaqueños”.
No fue el único detenido. También cayó su hermano Hugo y su sobrino Adrián, señalados como líderes de otra de las bandas de la zona. Un mes más tarde fue arrestado Enrique Antequera, administrador de la feria Urkupiña y figura importante del peronismo local durante más de 20 años.