Los funcionarios asociados a su Ministerio afirman situaciones de “acoso”. Los servicios secretos británicos no confían en ella.
“Vamos a terminar con las rutas para la mano de obra barata y poco cualificada que ha dominado la inmigración y nuestro mercado laboral en las últimas décadas. A partir de ahora vendrán solo los inmigrantes más brillantes y mejor preparados”, afirmaba este lunes Priti Patel en Westminster. Tenía su aquel ver a la ministra de Interior defendiendo con tanta pasión el nuevo sistema que se impondrá en el Reino Unido en la era post Brexit que exigirá, entre otros, unos ingresos de cerca de 30.000 euros anuales. Y lo tiene porque, al fin y al cabo, ella misma es hija de inmigrantes.
Sus padres – Sushil y Anjana Patel- se mudaron primero de India a Uganda y después, poco antes de que el presidente Idí Amín anunciara la expulsión y persecución de los asiáticos en el país, emigraron al Reino Unido, donde nació luego su hija. Llegaron en la década de los 60 sin absolutamente “nada” y se establecieron en Hertfordshire, donde crearon una exitosa cadena de quioscos en Londres y el sureste de Inglaterra.
En cualquier caso, a nadie le extraña a estas alturas su discurso. Patel fue una de las figuras más reconocidas de la campaña pro Brexit y en cada uno de sus mítines defendía “recuperar el control” de las fronteras. En los mentideros se comenta que sus planteamientos resultan a veces incluso demasiado radicales para el propio Boris Johnson. De ahí que durante la campaña para las generales de diciembre, Downing Street la tuviera prácticamente oculta.
Al fin y al cabo, su nombramiento el verano pasado al frente de Interior ya estuvo rodeado por la polémica por previos comentarios en defensa de la pena de muerte o recalcando que los Gobiernos no son los culpables de la pobreza en el mundo.
Acoso a funcionarios
Lo cierto es que desde que consiguió su escaño en 2010, Patel siempre ha sido una figura bastante peculiar. Con todo, no es por su discurso anti-inmigración por lo que estos días está en boca de todo el mundo en Westminster. Es más bien una cuestión de confianza. Y cuando se trata de seguridad nacional, la cosa se pone seria.
La responsable de Interior lleva días protagonizando graves titulares que le acusan desde ‘bullying’ hacia el ‘civil service’ -cuerpo de funcionarios- hasta alentar a su equipo para “actuar fuera del Estado de derecho”.
En particular, la batalla la tiene especialmente con el diario -conservador- The Times. Patel estaría “absolutamente furiosa” después de que el rotativo haya publicado que los servicios de inteligencia del MI5 han reducido la cantidad de material que, por su cargo, deben compartir con ella, porque sencillamente no les inspira “confianza”. Las acusaciones son bastante explosivas. Estamos hablando de que los servicios secretos de un país no confían, supuestamente, en su propio Gobierno.
Pero no queda solo ahí. El rotativo asegura además que Patel lleva “varios meses” sin acudir a las reuniones semanales con los funcionarios encargados de seguridad de los diferentes departamentos de Whitehall, donde están todos los ministerios. Teniendo en cuenta que solo lleva seis meses como ministra de Interior, el apunte de “varios meses” plantea dudas sobre si en algún momento si quiera llegó a estar presente.
Desde el ‘civil service’ aseguran que la noticia es “simplemente falsa”. Pero al mismo tiempo la trayectoria de Patel recoge episodios donde la confianza no ha sido precisamente su punto fuerte.
Contactos con Israel
En 2017, cuando era titular de Cooperación Internacional en el Gobierno de Theresa May, aprovechó sus vacaciones de verano para viajar a Israel. Allí mantuvo reuniones con el propio Benjamín Netanyahu, varios de sus ministros e incluso los servicios de seguridad israelíes. Y sin embargo, no comunicó ninguno de estos encuentros a Downing Street.
Cuando todo salió a la luz, su primera reacción fue negarlo todo. Luego lo reconoció y se justificó diciendo que era para ayudar financieramente a los sirios refugiados en el Golán, cuando el Reino Unido no reconoce como legal la ocupación de Israel. Eso sí, para evitar enfrentarse a las preguntas en la Cámara de los Comunes preparó un viaje de trabajo a África. En noviembre de 2017, no le quedó otra opción que presentar su dimisión.
Ya en su época en el ministerio de Desarrollo Internacional habría destacado por unos modales de intimidación y acoso contra su equipo que ahora, según The Times, ha llevado al extremo como responsable de Interior.
En los últimos días, dos funcionarios han abandonado su departamento por diferentes desencuentros. Y este sábado venía el colofón con la dimisión de Philip Rutnan, máximo responsable del ‘civil service’ para Interior cuya relación con Patel no era la más cordial.
Rutman pretende demandar al Gobierno de Johnson por despido indirecto. Asegura que se ha llevado a cabo una campaña “despiadada” y “orquestada contra él”. Ha añadido que su experiencia en el equipo cercano a Patel ha sido “extrema”, pero parte de un “patrón más amplio” en el Gobierno.
Antes de la dimisión de Rutnam y la bomba de relojería para el gobierno que puede significar su demanda, el secretario de Estado para Interior, James Brokenshire, había salido a la palestra para defender a su jefa: “Sí, ella es exigente, pero ese es el papel que debes tener porque estás tratando con algunas de las cosas más delicadas e importantes con las que tiene que lidiar un Gobierno”.
Por su parte, Theresa Villiers, exministra de Medio Ambiente, ha llegado a señalar que existe un “elemento de misoginia” detrás de todas las acusaciones contra su compañera. “Estoy harta de informes rencorosos contra mujeres en altos cargos públicos. Claramente, hay personas que están dañando a la ministra de Interior. Creo que eso no está justificado. Estoy absolutamente segura de que probablemente sea dura y exija a sus funcionarios, pero no creo por un momento que hubiera ocurrido algo inapropiado o parecido a la intimidación”, matizó.
‘Fichajes’ polémicos
De momento, la protagonista guarda silencio. Pero el último fichaje que ha realizado para su equipo no ha ayudado a calmar la polémica. Se trata de Stuart Gulleford, excandidato por el partido euroescéptico y antiinmigración UKIP quien considera, entre otros, que las mujeres policías o soldados no deberían ser desplegadas en primera línea de disturbios o guerras.
Asimismo, en el pasado también expresó públicamente su preocupación por el costo que suponen al sistema las embarazadas y llegó a decir que las mujeres del Reino Unido estaban en peligro por la llegada de “cientos de miles” de inmigrantes procedentes de países donde son tratadas “como posesiones”.
En una columna de opinión publicada en 2017 en la website Ukip Daily, titulada “La corrección política: ¿el nuevo extremismo?”, Gulleford también señaló: “Yo diría que una lesión en el rostro de la mujer, particularmente si es permanente, es infinitamente más devastadora que para un hombre que sufre la misma lesión”. En el mismo texto agregó, “¿creemos sinceramente que una mujer prisionera de guerra capturada en una batalla es tan vulnerable como un colega capturado al mismo tiempo?”.
Las relaciones de Patel con el UKIP -el partido que fundó el euroescéptico Nigel Farage- no son nuevas. Su propio progenitor se presentó por el UKIP en las elecciones locales de 2013.
Thatcher, su heroína
Aunque ella siempre tuvo claro que el Partido Conservador era su formación. Al fin y al cabo, siendo tan sólo una adolescente, ya tenía a Margaret Thatcher como auténtica heroína. “Tenía una capacidad única de comprender qué es lo movía a las personas, hogares y negocios. Administraba la economía, equilibraba las cuentas, tomaba decisiones y no compraba cosas que el país no podría pagar”, ha dicho en alguna ocasión al hablar de su ídolo.
Licenciada en Económicas y Políticas por la universidad de Essex, Patel, de 48 años, está casada con Alex Sawyer, consultor de marketing para la bolsa de valores NASDAQ, con el que tiene un hijo.
Siempre estuvo relacionada con el Partido Conservador, aunque entre 1995 y 1997 fue responsable de Prensa del “Referendum Party”, bajo Sir James Goldsmith, formación que ya por aquel entonces defendía un plebiscito sobre la permanencia del Reino Unido en la UE.
En 2010, ganó su primer escaño para la Cámara de los Comunes. Su campaña, “Britannia Unchained”, argumentaba que el Reino Unido debería reducir el tamaño del estado de bienestar y emular las condiciones laborales de países como Singapur, Hong Kong y Corea del Sur en lugar de otras naciones europeas