Un grupo de científicos desarrolló un implante cerebral que mejoró notablemente la memoria en su primera serie de pruebas importantes, lo que quizá pueda ofrecer una nueva estrategia para tratar la demencia, las lesiones traumáticas del cerebro y otras condiciones que dañan la memoria.
El aparato funciona como un marcapasos: manda impulsos eléctricos para ayudar al cerebro cuando está luchando por almacenar información nueva, pero se queda en pausa cuando detecta que el cerebro está funcionando bien.
En el resultado de la prueba, publicado el martes en la revista especializada Nature Communications, el dispositivo mejoró el recuerdo de listas de palabras en un 15 por ciento (casi la cantidad que la enfermedad de Alzheimer le roba al enfermo en un periodo de dos años y medio).
El implante se encuentra todavía en fase experimental; actualmente, los investigadores están en negociaciones para comercializar la tecnología. La amplitud de su uso es desconocida, pues tan solo ha sido probada en gente con epilepsia.
Los expertos advirtieron que el potencial de cualquier “potenciador de la memoria” de ser mal utilizado es muy grande: los medicamentos para el trastorno de déficit de atención e hiperactividad, TDAH, son muy usados como auxiliares para estudiar. También dicen que una mejora del 15 por ciento es bastante modesta.
De todos modos, la investigación marca la llegada de un nuevo tipo de dispositivo: un auxiliar autónomo que mejora la función cognitiva normal, pero con deficiencias.
Los doctores han utilizado implantes parecidos durante años para bloquear brotes de actividad anormal en el cerebro, comúnmente en personas que padecen la enfermedad de Parkinson y epilepsia.
“Lo emocionante de esto es que, si puede replicarse y extenderse, entonces podríamos utilizar el mismo método para descubrir qué características de la actividad cerebral predicen un desempeño correcto”, dijo Bradley Voytek, profesor de Ciencia Cognitiva e Información en la Universidad de California en San Diego.
El implante está basado en años de trabajo para decodificar señales del cerebro y recientemente recibió financiamiento por más de 70 millones de dólares del Departamento de Defensa para desarrollar tratamientos para lesiones cerebrales por trauma, el daño típico de las guerras en Irak y Afganistán.
El equipo de investigación, liderado por científicos de la Universidad de Pensilvania y la Universidad Thomas Jefferson, informó el año pasado que los impulsos eléctricos cronometrados con electrodos implantados pueden auxiliar a la memoria de manera fiable.
“Una cosa es revisar tus datos y comprobar que la estimulación funciona; otra cosa es dejar que el programa corra por sí mismo y ver cómo trabaja en tiempo real”, dijo Michael Kahana, profesor de Psicología en la Universidad de Pensilvania y autor principal del nuevo estudio.
“Ahora que la tecnología ya está desarrollada, podrían usarse todo tipo de algoritmos de modulación neuronal de esta manera”, agregó.
Edward Chang, profesor de Neurocirugía de la Universidad de California, en San Francisco, dijo: “Estrategias muy similares podrían ser relevantes para otros usos, como el tratamiento de los síntomas de depresión o ansiedad”, aunque los objetivos en el cerebro serían distintos.
El equipo de investigación probó el auxiliar de memoria en 25 personas con epilepsia que estaban bajo evaluación para una intervención quirúrgica.
La evaluación es una especie de viaje de pesca, donde los doctores hilan una serie de electrodos en el cerebro y esperan a que los ataques ocurran para ver si una operación podría prevenirlos. Varios electrodos se colocan en las áreas del cerebro para la memoria y la espera puede tomar semanas en el hospital.
Con el consentimiento de los pacientes, los científicos cognitivos aprovechan este tiempo de espera para hacerles pruebas de memoria y llevar registros.
En el estudio, el equipo de investigación determinó en cada persona los patrones precisos del estado funcional más alto, cuando el almacenamiento de memoria se desempeñaba correctamente en el cerebro, y del estado funcional más bajo, cuando el desempeño fallaba.
Los científicos les pedían a los pacientes que memorizaran listas de palabras y más tarde, después de distraerlos, recordar tantas como pudieran.
Cada participante llevaba a cabo una serie de pruebas de manera repetitiva, recordando distintas palabras durante cada prueba. Algunas listas se memorizaban con el sistema de estimulación encendido; otras se memorizaban con el sistema apagado, para poder comparar.
En promedio, la gente tuvo un desempeño mejor en un 15 por ciento cuando el implante estaba encendido.
“Recuerdo haber hecho el test y disfrutarlo”, dijo David Mabrey, de 47 años, un participante en el estudio que es dueño de una agencia de seguros a las afueras de Filadelfia. “Me mantenía ocupado mientras estaba ahí acostado”.
“Sin embargo, no podría decir sinceramente cómo la estimulación tenía efecto en mi memoria. No sientes nada; no sabes si está prendido o apagado”.
La nueva tecnología implica tanto riesgos como oportunidades. Kahana dijo que los implantes podrían mejorar la memoria de manera más drástica si la estrategia se refinaba para apoyar la recuperación de datos —escarbar en la memoria— y no solo el almacenamiento.
Aun así, con el diseño actual es necesario colocar muchos electrodos en el cerebro para determinar los estados de funcionamiento altos o bajos (a pesar de que la estimulación solo se manda a un lugar).
Esto lo convierte en una operación extremadamente delicada que con seguridad estaría reservada solo para casos graves de discapacidad y ciertamente no para estudiantes que se queman las pestañas una noche antes de presentar un examen, dijo Voytek.
“Idealmente, podríamos encontrar otras maneras menos invasivas de llevar al cerebro desde estos estados de bajo desempeño hacia unos más altos”, dijo. “No sé qué maneras serían esas, pero finalmente vamos a tener que resolver cuestiones éticas y relacionadas con políticas públicas que seguramente surgirán debido a esta tecnología”.