En este último tiempo, en Estados Unidos se están probando nuevos métodos para aplicar la pena de muerte y las ejecuciones, debido a la falta de inyecciones letales.
La escasez de las dosis de las inyecciones letales convencionales ha obligado a los 32 Estados norteamericanos que aplican la pena de muerte a buscar nuevos métodos de ejecución; incluso, han pensado en la posible vuelta del uso de la silla eléctrica.
Solo dos en de las seis ejecuciones que se han realizado en lo que va de 2014 se han utilizado las inyecciones letales más comunes, compuestas por tres medicamentos. En las otras cuatro se han empleado tres combinaciones distintas.
En la última prevista, suspendida temporalmente por el Tribunal Supremo, se pretende usar una inyección letal con un solo componente, el anestésico pentobarbital, cuya procedencia fue declarada “secreto” en el Estado de Misuri y que se obtuvo a través de una fórmula magistral, excluida, por tanto, de la supervisión de las autoridades federales.
“Muchos Estados son reticentes a informar sobre el origen y la calidad de los fármacos usados, lo que evita que los tribunales, los únicos que pueden determinar la legalidad de la ejecución, decidan antes“, dice Jennifer Moreno, abogada de la Death Penalty Clinic de la Universidad de California en Berkeley.
El pasado 16 de enero en Ohio tuvo lugar la ejecución de Dennis McGuire, con una inyección letal de dos fármacos cuyo uso no tenía precedentes. McGuire esperó casi media hora desde que recibió la inyección hasta que se declaró su fallecimiento, entre convulsiones y jadeos. Estas ejecuciones no suelen llevar mucho más de cinco minutos.
La familia del preso ya ha denunciado al estado de Ohio y a la compañía farmacéutica que suministró los medicamentos, a los que acusa de proporcionar al reo un castigo “cruel e inusual“.
Sin embargo, en Luisiana, durante la semana pasada se evaluó una propuesta para usar obligatoriamente la silla eléctrica en ausencia de inyecciones letales disponibles.
Durante años, en la mayoría de los Estados se utilizó una combinación estándar de tres medicamentos para la inyección letal: un anestésico o barbitúrico (pentotal sódico o, en su defecto, pentorbital), un paralizante (bromuro de pancuronio) y cloruro de potasio.
Según explica el profesor asociado de Medicina de la Universidad John Hopkins, Paul Christo, experto en el tratamiento del dolor, el potasio, el último componente en actuar, hace que los latidos del corazón se hagan irregulares y finalmente se detengan.
Además, previamente, el pentotal sódico induce la pérdida de conciencia y el pancuronio paraliza los músculos esqueléticos, incluido el diafragma, lo que dificulta la respiración, cuando no la imposibilita.
“Cada uno de los fármacos se administra en dosis más grandes de lo normal para asegurarse de que sean letales”, añade Christo.