Es un método que se basa en estudios de neurociencias. Demostraron que jugar es mejor que memorizar.
Para incorporar la palabra jump, los alumnos tendrán que saltar. Para aprender qué significa run, deberán correr. Si escuchan table, probablemente se pongan en cuatro patas. Cat los invitará a maullar; duck desatará graznidos. La expresión corporal, el baile, la música, el teatro y el juego son ingredientes cruciales de la clase de lengua extranjera, según un método pedagógico que se utiliza en cada vez más escuelas, y que busca enseñar idiomas por medio del movimiento.
Se trata del Total Physical Response (TPR, “respuesta física total”), que apunta a que los chicos incorporen vocabulario “actuando” las palabras y representándolas con el cuerpo. El método se basa en aportes de las neurociencias, y acaba de ser avalado por una investigación de los neurocientíficos argentinos Adolfo M. García y Agustín Ibáñez, cuyos resultados fueron publicados en el último número de la prestigiosa revista internacional Cognition.
La premisa es que en el cerebro existe una relación íntima entre el desarrollo del lenguaje y las actividades manuales y motrices. “Los niños que más gesticulan en su infancia temprana desarrollan más rápido las habilidades lingüísticas”, ejemplifica Adolfo García, del Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional, Conicet e INECO. “Ejecutar” las palabras en vez de memorizarlas o solo leerlas resulta un método más eficaz para aprender, señalan los expertos.
Algunos especialistas sostienen que este enfoque resulta útil no solo para aprender un segundo idioma, sino también para incorporar vocabulario en la lengua materna. “Según las neurociencias, la mente humana está corporeizada: aprendemos con el cuerpo. El vocabulario se incorpora por medio de todos los sentidos”, plantea Ana María Borzone, investigadora del Conicet especialista en desarrollo lingüístico y cognitivo.
La técnica de usar el cuerpo es más frecuente en la clase de Inglés –que suele recurrir a pedagogías más actualizadas– que en la de Lengua. Como ejemplo, basta recordar una canción que ya es un clásico de varias generaciones: “Head and Shoulders, Knees and Toes” (“cabeza y hombros, rodillas y dedos del pie”), utilizada para enseñar a los chicos las partes del cuerpo.
Los docentes consultados por Clarín aseguran que “poner el cuerpo” ayuda a incorporar mejor un segundo idioma. “Si el chico está sentado en su banco repitiendo, tarda más en aprender. El cuerpo recuerda más”, asegura Andrea Caillon, docente de la materia Técnicas Teatrales en el Aula de Inglés, en el Instituto Joaquín V. González, donde enseña este enfoque a los futuros maestros. Andrea también participa del programa Inglés en Acción, del ministerio de Educación, en una escuela de recuperación y en el Hospital Militar.
“El alumno de hoy no puede estar sentado muchas horas. Necesita movimiento para aprender”, cuenta Andrea, y asegura que estas técnicas “son muy útiles para chicos con dificultades de aprendizaje”.
Para Daniel Stelluto, director de Inglés en el colegio Master College de Belgrano, el método TPR “favorece la concentración de los alumnos desde temprana edad, al incluir el movimiento y los cinco sentidos”. A la vez, permite que “las clases sean más dinámicas”.
Daniel señala que en su escuela los docentes recurren a canciones, rimas, cuentos dramatizados y juegos, entre otras técnicas “activas”. Y asegura: “Así los alumnos adquieren el inglés de la misma manera que lo hacen los nativos: a través de la escucha, la observación y la imitación”. Involucrar el cuerpo también ayuda a los chicos a superar ciertos obstáculos: “Se fortalece la destreza oral y se dejan de lado bloqueos comunicativos (miedos, vergüenza, etcétera) a la hora de aprender el idioma”.
Un hallazgo científico lo avala
Dos neurocientíficos argentinos comprobaron que el lenguaje depende de los circuitos motores del cerebro. El hallazgo surge de un estudio de Adolfo M. García y Agustín Ibáñez, del Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional, CONICET e INECO, que acaba de publicarse en la prestigiosa revista Cognition.
A partir de un experimento con 33 personas que debían escribir una serie de verbos en un teclado de computadora, el estudio encontró que dichos circuitos contribuyen a procesar el significado de aquellas palabras que denotan acciones corporales.
García e Ibáñez llegaron a esa conclusión porque las personas tardaban más en escribir los verbos de acción manual (como “coser”), que los verbos abstractos (como “imaginar”). La razón: el primer tipo de palabras les planteaba una doble exigencia a los circuitos motores (tipear el verbo, pero también procesar su significado).
El hallazgo contradice otro enfoque dominante: el generativista, liderado por Chomsky, que sostiene que el sistema lingüístico es “autónomo” y no depende de otros circuitos cerebrales. “El lenguaje no reside en una cajita autocontenida en el cerebro”, ilustró García.