La masacre de Atlanta, donde un hombre blanco asesinó a ocho personas, seis de ellas mujeres de ascendencia asiática, ha colocado el foco sobre el racismo contra esta minoría.
La masacre perpetrada en Atlanta, donde un hombre blanco de 21 años asesinó a ocho personas en varios negocios de masaje, seis de ellas mujeres de ascendencia asiática, ha colocado el foco público sobre el racismo contra esta minoría. Un tipo de agresión en claro crecimiento desde hace un año, pero de la que, según los grupos activistas, no se informa con la misma celeridad o con el mismo rigor que de los delitos xenófobos contra otros grupos.
En el caso del crimen de Atlanta, la policía local no tiene claro que el racismo fuera el motivo de la carnicería. El sospechoso, Robert Aaron Long, había asegurado que lo hizo como consecuencia de su adicción sexual. Se supone que Long habría percibido los negocios como una tentación y habría desatado su frustración con una matanza. El hecho de que la policía diera pábulo a este móvil y dijese que el sospechoso había “tenido un mal día” no encaja con las percepciones de los militantes antirracistas.
“Los investigadores han concluido de momento que los ataques no parecen haber sido motivados por la raza”, escribe Nancy Wang Yuen, socióloga especializada en estereotipos raciales. “Como mujer asiático-americana que ha soportado racismo sexualizado durante toda mi vida, dicha ignorancia me enfurece”. Yuen alega que las mujeres asiáticas en Estados Unidos siempre han sido tratadas discriminatoriamente como personas sumisas y objetos sexuales, y cita una ley federal de inmigración de 1875. Una ley, la ‘Page Act’, que alertaba sobre las “enfermedades venéreas especialmente virulentas” que portarían las mujeres asiáticas, que además “tentarían a los jóvenes blancos a una vida de pecado”.
Estereotipos reforzados
Estos estereotipos se habrían visto reforzados durante todo el siglo XX, gracias, en gran parte, a las guerras de EEUU. Los soldados norteamericanos eran clientes habituales de los burdeles nipones durante la ocupación de Japón, por no hablar de los días de vicio y perdición en Vietnam, retratados en multitud de películas. De hecho Yuen dice que ‘La chaqueta metálica’, de Stanley Kubrick, ha infligido mucho daño a su colectivo. Alguna vez, según su testimonio, le han dicho por la calle una frase que se escucha en la película en boca de una prostituta: ‘Me so horny’ (Yo, tan caliente).
Las preocupaciones de Yuen se ven contextualizadas, además, por un aumento de las agresiones contra personas de ascendencia asiática. Según datos de Stop AAPI Hate, un grupo de concienciación contra el racismo, entre marzo del año pasado y febrero de este año se reportaron en EEUU casi 3.800 ataques racistas, desde insultos a agresiones físicas, contra personas de origen asiático. La mayoría de estos ataques, el 68%, fueron dirigidos precisamente contra mujeres.
Aunque no de la misma magnitud, otros casos habrían mostrado un patrón similar al de Atlanta: un aparente desinterés de las autoridades en catalogarlos como crímenes racistas. El pasado febrero, un hombre yemení de 23 años apuñaló en Manhattan, en el barrio de Chinatown, a un hombre de origen chino. La policía, sin embargo, no clasificó la agresión como un “crimen de odio”, sino simplemente como un intento de homicidio. La razón oficial es que el sospechoso no había proferido ningún insulto racista al dar la puñalada.
La conclusión a la que llegó la policía provocó protestas frente a la oficina del fiscal del distrito de Manhattan. Uno de los manifestantes, Don Lee, dijo no comprender por qué las autoridades siguen siendo reacias a reconocer el racismo. “Llamémoslo como es”, dijo Lee a The New York Times. “Estos no son ataques aleatorios. Estamos pidiendo que se reconozca que estos crímenes están sucediendo”.
Del virus chino…
El aumento de las agresiones de este perfil coincide con la pandemia de coronavirus, iniciada en China y origen, también, de todo tipo de emociones políticas tóxicas. Estos días numerosos comentaristas de la izquierda acusaron al expresidente Donald Trump de haber manipulado los prejuicios de algunos de sus conciudadanos al haberse referido repetidamente a la pandemia como “el virus de China”.
Las palabras del republicano ya preocuparon en su día a la comunidad asiática. “Cuando el presidente Trump empezó e insistió en usar el término ‘virus de China’, vimos que el discurso de odio realmente llevó a la violencia de odio”, dijo uno de los fundadores del grupo Stop AAPI Hate y director de estudios asiáticos de la Universidad de San Francisco, Russell Jeung, a USA Today.
Otro de los problemas es que resulta difícil conocer el número real de estos crímenes. Stop AAPI Hate y otros observadores sospechan que solo se reporta una parte de los incidentes, y que son sobre todo mujeres las que dan el paso. Uno de los factores que explicaría por qué este tipo de racismo no suele ser tan visible.
La comunidad asiático-americana en EEUU, a diferencia, por ejemplo, de la latina, unida por el idioma español y el acervo católico, es extremadamente diversa y está geográficamente muy disgregada. Los grupos asiáticos tienen cada uno su propia lengua y unas tradiciones bien diferenciadas. Los más numerosos son los de ascendencia china e india, seguidos por coreanos, vietnamitas, camboyanos, birmanos o bangladeshíes. El hecho de tener idiosincrasias tan distintivas y de estar repartidos por todo EEUU, sobre todo en las costas, habría evitado que los asiáticos formasen una tradición política colectiva; una militancia que, entre otras cosas, presione a las autoridades para concienciar y solucionar estos problemas.
…a la narrativa ‘woke’
Al mismo tiempo, voces conservadoras acusan a la izquierda identitaria de querer embutir estos crímenes en su rígida narrativa racial: para la izquierda ‘woke’ todo sería culpa, siempre, en cualquier momento y circunstancia, del supremacismo blanco. Sean cuales sean las pruebas disponibles en cada caso.
“Esta es la verdad: aún no sabemos por qué este hombre hizo esas cosas horribles”, escribe el columnista Andrew Sullivan. “Probablemente sea complicado o, como solía decir mi terapeuta, ‘multideterminado’. Por eso tenemos investigaciones exhaustivas en América. Solo tenemos una pieza sólida de información referente al motivo, que es la confesión del asesino a la policía: que era un fundamentalista religioso que estaba decidido a vivir en castidad y que falló repetidamente”.
Como sucede cada vez que se toca la cuestión racial en Estados Unidos, el debate es un campo minado y algunas personas ya están pagando un precio. La actriz y humorista Amy Schumer está siendo objeto de críticas en las redes sociales por una antiquísima broma que hizo sobre las vaginas de las mujeres asiáticas.
La periodista afroamericana Alexi McCammond había sido contratada para ser la editora de ‘Teen Vogue’. El anuncio de su nuevo empleo trajo a colación unos tuits que escribió en 2011, cuando ella tenía 17 años, en los que había proferido insultos racistas contra asiáticos. Estos tuits ya habían aflorado alguna vez y McCammond se había disculpado de ellos en 2019. La disculpa, sin embargo, no era suficiente para sus compañeros de redacción. Estos han protestado y McCammond, en medio del clima actual sensible, ha tenido que dejar su puesto días antes de ocuparlo.