Quién está detrás de la “campaña de desprestigio” en contra del papa Francisco en el Vaticano

A inicios de este mes, en las calles de Roma aparecieron carteles en los que se cuestionaba la figura del papa Francisco.
Además, una portada falsa del periódico del Vaticano L’Osservatore Romano en la que se hacía una burla del Pontífice les llegó por correo electrónico a un grupo de cardenales.
Christopher Lamb es corresponsal en el Vaticano de The Tablet, una revista semanal que se publica en Londres y que se define como católica y progresista.
El reportero intentó dilucidar quién está detrás de lo que considera una campaña de desprestigio contra el pontífice.
Me quedé en shock cuando los vi.
Estaba sentado en un tranvía cerca de una monja, quien iba pocas filas delante de mí.
El tranvía se detuvo al lado de algunos de los carteles en los que se veía al papa Francisco con un rostro sombrío, con una expresión de severidad, casi amenazante, y debajo de su cara, había una lista de quejas: ha sacado sacerdotes, ignorado las preocupaciones de los cardenales y ha “decapitado” a un antiguo grupo católico, los Caballeros de Malta.
Esto es lo contrario a lo que me esperaba encontrar en Roma. El tranvía estaba pasando por una parte de la ciudad donde normalmente se ven imágenes del Papa sonriendo, con los brazos extendidos o haciendo gestos de aprobación.
Aquí, en Italia, el papado es la institución más parecida a una monarquía. Por eso, no sorprende que las autoridades de la ciudad hayan ordenado cubrir el texto que consideraron ofensivo.
Sólo quedó una imagen de Francisco y un rotulo que decía: “Publicación ilegal”.
Casi al mismo tiempo que los carteles fueron pegados en las paredes de la ciudad, a los cardenales en Roma les llegó un correo electrónico con una portada falsa del periódico del Vaticano L’Osservatore Romano.
Tenía el tradicional eslogan del periódico de la Santa Sede y, en el medio, el escudo de armas papal.
A continuación se veía una lista de preguntas enviadas al Papa por un grupo de cardenales conservadores.
Y el título del artículo era: “Ha respondido”.
Cada pregunta tenía la respuesta: “Sic et non!”: “¡Sí y no!”.
El Papa ha sido víctima de burlas en su propia casa y, lo que es más, en latín.

Los divorciados

Aunque el pontífice disfruta de una amplia popularidad entre muchos católicos, Francisco está enfrentando una agitación en el Vaticano y ha enfurecido a los creyentes del ala más tradicional de la Iglesia.
La principal fuente de tensión ha sido la sexualidad.
El Papa quiere dar la comunión a los divorciados que se han vuelto casar. Sus oponentes dicen que esa iniciativa socava las enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio porque las segundas uniones son consideradas adúlteras.
Las preguntas mostradas en la página ficticia de L’Osservatore Romano se referían a ese tema.
En la vanguardia de la oposición del Papa está un cardenal estadounidense. Su nombre es Raymond Burke, un riguroso seguidor de las directrices del catolicismo.
En una oportunidad le dijo al exsecretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, cuando era candidato presidencial, que no podía recibir la comunión porque previamente había expresado su apoyo al aborto.
El cardenal Burke ha dedicado gran parte de su vida a estudiar las leyes de la Iglesia y quiere asegurarse de que se implementen.
Cree que este Papa está jugando peligrosamente con la tradición cristiana de 2.000 años y ha incluso amenazado con emitir un “acto de corrección” contra Francisco.
Esa sería una medida muy atrevida, extremadamente inusual, que no ha sucedido en siglos.

“Claridad doctrinal”

El cardenal vive en un apartamento grande justo al lado de una vía que construyó Benito Mussolini, la cual lleva a la Plaza de San Pedro desde el río Tiber.
Desde ese lugar, lidera su operación para promover lo que llama “claridad doctrinal”.
La costumbre y la ceremonia son muy apreciadas en su entorno. Cuando lo visité para entrevistarlo, me mostraron su sombrero rojo cardenalicio, el cual estaba dentro de una caja de cristal, como si se tratara de una reliquia sagrada.
Después me condujeron a un salón, con sillas de respaldos altos, donde esperamos por su gran entrada.
A mi lado estaba sentado su asesor de prensa, quien saludó al cardenal arrodillándose y besándole el anillo de oro que lleva en su dedo anular.
Y es que ese es el tradicional signo de respeto que se le daba a un príncipe de la Iglesia.
En contraste, cuando he tenido la oportunidad de reunirme con el Papa, como periodista acreditado en el Vaticano, nos estrechamos las manos y no puedo evitar darme cuenta que se le ve ligeramente incómodo cuando la gente se arrodilla ante él.

Incomodidad

Lo que se oye en Roma es que los carteles son obra de un grupo de derecha al que no le agradan los llamados del Papa para que Europa sea más receptiva con los inmigrantes.
En ese aspecto, el cardenal Burke parece estar del otro lado de ese planteamiento: recientemente se reunió con el líder de la Liga del Norte que se opone a la inmigración.
No existe evidencia de que el religioso esté detrás de los carteles o de la noticia-parodia que le llegó a los cardenales.
Existen muchos católicos conservadores que están incómodos con algunos de los cambios impulsados por el Papa Francisco.
La decisión del Pontífice de vivir en un casa de invitados del Vaticano, llevar su propio maletín y ser transportado en un Ford Focus ha hecho explotar la burbuja de la pompa papal.
Aunque algunos califican este estilo libre como “no papal”. Hasta ahora el Papa ha rechazado las críticas.
“No estoy tomando tranquilizantes”, bromeó recientemente.
Su manera de lidiar con el estrés, explicó, es escribir los problemas y colocar las notas debajo de una figura de un San José dormido.
San José, el carpintero, es la figura a la que los católicos acuden cuando enfrentan dificultades prácticas.
“Ahora está durmiendo en un colchón de cartas”, bromeó Francisco.

Problemas

El problema es que el trabajo del Papa es ser la piedra de la unidad de la Iglesia.
Las alarmas se encienden cuando un papado se vuelve divisivo.
Mientras Francisco ha sido muy exitoso a la hora de llegarles a las ovejas perdidas, corre el riesgo de alienar a quienes ya están en el redil.
El Papa ha admitido que hay “grietas” que están apareciendo entre obispos y sacerdotes, las cuales, si no se arreglan, pueden convertirse en problemas más grandes.
Y podrían haber más provocaciones a la figura papal.