“Quiero ser más alto”: los alargamientos de piernas que arrasan en la India

Las operaciones para alargar las piernas están de moda en la India, donde cuestan mucho menos que en los países occidentales. Se trata de un sector sin regular que cuenta con partidarios y detractores

estiramiento-de-piernas“¡Pero qué alta eres!”. Una amplia sonrisa asiática te espera al otro lado de la puerta. La frase, en cualquier ocasión, bien podría ser un piropo o un desaire, aunque esta vez deber tomarla como el más bonito de los halagos si se tiene en cuenta que quien la pronuncia espera pacientemente en una habitación a que acabe el largo postoperatorio de una cirugía con la que pretende ser más alta.
Con 33 años, esta chica del este de China pide ocultar su nombre porque no quiere que nadie más allá de su madre, que también está en la habitación, sepa que vino a la India para someterse en julio a una operación que le alargue las piernas. En total, espera que el tratamiento no dure más de cinco meses. “Ya no tendré que llevar tacones, ese es el primer beneficio”, bromea mientras se masajea la pierna de la que le sale, entre gasas y esparadrapo adherido a su piel, una estructura metálica a la que cada día debe darle vueltas con una especie de llave inglesa para que sus huesos se separen.
La operación por la que esta chica espera crecer siete centímetros (“Si me quedo en seis, sigue estando bien”, dice) se conoce como Técnica Ilizárov y lleva el nombre del cirujano ortopédico soviético que la inventó: en los años 60, Gavriil Ilizárov se dio cuenta que si se cortaban los huesos cuidadosamente y se separaban a una distancia determinada, el tejido óseo volvía a regenerarse, uniendo de nuevo ambas partes. Dándole vueltas al hierro que le sale de la pierna, la joven separa cada día 1 milímetro las dos partes en que su fémur quedó cortado, y estas de forma natural vuelven a juntarse haciendo el hueso cada vez más largo.
“Cuando vi por primera vez en qué consistía la operación me dije a mí mismo: “De ninguna manera lo haré”, cuenta Christof sentado en la cama de la residencia en la que vive desde que le operaron, seis semanas antes. Al leer las experiencias de otros pacientes finalmente se animó, y con 19 años salió de Canadá midiendo 1,68 cm. Cuando acabe el tratamiento, dentro de unos dos o tres meses más, espera volver a su país viendo todo desde una perspectiva 8 centímetros más alta.
Pero ¿qué hace a la gente someterse a una operación tan dolorosa y con un proceso de recuperación tan largo? “Es una cuestión de confianza”, dice Suresh (nombre cambiado) tendido en una cama del Hospital Sri Balaji Action Medical Institute. “No se trata tanto de lo que la gente piense, sino más bien de la percepción que tienes sobre ti mismo”. Hace dos días que este estudiante de medicina de la ciudad sureña de Bangalore se sometió a la operación con la que espera pasar de medir 1,57 metros a 1,65.
Según un estudio reciente, la estatura media para los varones indios es de 1,65 metros y para las mujeres de 1,53. Midiendo 1,59, Sunil es “bajito”. Por eso el 25 de agosto se puso en manos del doctor Amar Sarin para que le hiciese más alto. También tendido en una cama, tiene a su lado el ordenador desde el que continúa en línea su trabajo como ingeniero informático para una empresa localizada en Hyderabad, su ciudad natal. “Soy jefe de grupo, mi rol es liderar, y la gente no me toma en serio porque soy bajito”, dice el joven de 26 años que también ha pedido que no se publique su nombre verdadero.

Cinco veces más barato que en EEUU

“Llegar a ser alto es una cuestión muy emocional”, explica el doctor Amar Sarin, que desde 2010 calcula haber operado a unas trescientas personas en Nueva Delhi. “Para alguien de baja estatura es un sueño poder llegar a ser más alto. Tienen un gran complejo, y suelen pensar que ante cualquier situación, ‘Lo habría hecho mejor si hubiese sido más alto’”, explica el cirujano desde su consulta en el Hospital Sri Balaji Action Medical Institute.
“No puedes ni imaginar cómo reacciona la gente cuando eres más alto”, afirma Don con rotundidad. Este estadounidense de 34 años sabe bien lo que es el antes y el después de pasar por el quirófano, pues esta es la tercera vez que se somete a esta cirugía. Hace seis años se operó de tibia y peroné en China. Ahora es la segunda ocasión que viene a India para alargar el fémur. En total ha ganado 15 centímetros de altura.
Esta operación de alargamiento de piernas cuesta en India unos 15.000 dólares (unos 13.700 €), “cinco veces menos que en Estados Unidos”, comenta Don; “Un 30% de lo que costaría en Alemania”, añade la paciente china. India ha ganado una reputación internacional como destino médico por ofrecer servicios sanitarios de calidad a un bajo precio, lo que atrae a miles de pacientes extranjeros cada año. Como resultado, la industria del turismo médico en la India se estima alcanza los 3.000 millones de dólares (más de 2.700 millones €).
La realización de este tipo de operaciones mantiene dividida a la comunidad de médicos ortopedas del país. Los que se posicionan en contra advierten de que se trata de una cirugía compleja que puede dejar al paciente lisiado de por vida. Los detractores también apuntan que Ilizárov no diseñó esta técnica con un objetivo estético, sino como remedio tras sufrir traumatismos por accidente y en los casos en que el paciente presenta una extremidad más corta que la otra.
“Es una operación complicada, dolorosa y con un largo proceso de recuperación, por lo que nosotros en el hospital la hacemos solamente en los casos que son necesarios, nunca por estética”, explica el doctor Sarvdeep Dhatt, de la Asociación de Ortopedas del Norte de India. “No es racional usar esta técnica en procedimientos cosméticos. Tiene sus complicaciones inherentes y un prolongado periodo de postoperatorio. Cirugías de este tipo deben ser reservadas únicamente para casos indicados médicamente”, le secunda el doctor K. Ramesh Reddy, miembro del Consejo Médico de India.
En abril de este año, el Consejo Médico del Estado de Telangana (TSMC), en el sur de la India, llamó a comparecer ante su comité ético al grupo de médicos que había realizado una operación de alargamiento de piernas a un chico de 23 años. En su petición, el TSMC manifestaba que se trataba de una “cirugía inusual y experimental” y que los médicos “deberían haber tenido en cuenta las cuestiones éticas antes de llevar a cabo la operación”.

Un procedimiento sin regular

“¿Quién dice lo que es ético y lo que no lo es?”, se defiende el doctor Sarin. Y lanza preguntas al aire: “¿Es ético hacer una operación de cambio de sexo? ¿Es ético alquilar un vientre? ¿Es ético la operación estética para hacer más recta una nariz?”.
A pesar de la demanda creciente de los últimos años, el procedimiento permanece desregulado en India. Por ello, médicos como el doctor K. Ramesh Reddy, llaman a la “absoluta necesidad de una regulación estricta para que no se realicen estos procedimientos en ningún otro caso que el indicado”. Tampoco existe en el país ninguna escuela especializada que ofrezca cursos de formación para llevar a cabo esta cirugía.
El propio doctor Sarin, que aprendió la técnica mientras estudiaba medicina en Rusia, es consciente de las limitaciones: “Es una de las operaciones más complicadas del mundo”, apunta, sin negar los riesgos y las complicaciones que la cirugía puede conllevar.
Complicaciones como la de Bhavani (nombre cambiado), que ha venido desde el estado de Rajastán para operarse. Su pierna izquierda tiene la misma apariencia que la del resto de compañeros de residencia, pero su tobillo derecho está ligeramente torcido. Al fijador externo que sujeta sus huesos se le ha unido una pieza más para intentar enderezar el tobillo. “Durante un mes y medio sus huesos no han crecido porque los músculos sufrían espasmos, pero desde hace dos días están creciendo otra vez”, explica el enfermero que la acompaña.
Bhavani decidió que quiso operarse al ver la altura que sus dos hermanas mayores ganaron al pasar por quirófano. No sabe inglés, pero entre sus respuestas en hindi la palabra “alto” la pronuncia en el idioma británico, siempre acompañada de una enorme sonrisa. Sólo sus padres y sus hermanas saben que está aquí. No se lo ha dicho a ningún amigo ni a ningún otro familiar. “¿Y qué les dirás cuando vuelvas a casa y vean que eres más alta?”, le pregunto. “Que he tomado pastillas para crecer”, contesta.
Don ya se ha deshecho del fijador externo y puede levantarse de la cama. Apoyado sobre las muletas, eleva los 1,81 metros conseguidos tras tres operaciones. Aun no puede tocar el suelo con los talones, pero mantiene el equilibrio para avanzar poniendo una pierna detrás de la otra. Sus huesos están débiles todavía, pero son ya lo suficientemente fuertes como para permitirle subir las escaleras y caminar en el patio exterior de la residencia. Espera volver a su Washington natal en unas tres semanas. Él ya sabe lo que es sentir mayor respeto de los demás con cada centímetro de altura que gana. “Es algo que tienes que vivir por ti mismo para poder comprenderlo”, concluye.