Ratas entrenadas detectan explosivos y tuberculosis

La ONG belga Apopo adiestra una especie africana de roedores para identificar la bacteria que causa la enfermedad y detectar dónde hay minas antipersonales.

Ratas-entrenadasEn un laboratorio de investigación en Morogoro, Tanzania, una rata africana gigante llamada Vidic recorre 10 agujeros seguidos en una caja de cristal en la que se disponen muestras de esputos humanos. Parándose en uno de los agujeros, repentinamente lo araña, enviando una señal a sus observadores humanos. Ha detectado el olor de una bacteria que causa tuberculosis.
Las ratas son comúnmente consideradas como la peste en África, odiadas por los daños que causan en los cultivos y en las reservas de alimentos. Pero una ONG belga llamada Apopo está cambiando la percepción de estos roedores adiestrándolos para olfatear dos peligros letales: las minas terrestres y la tuberculosis.
En 1995, el diseñador de productos, Bart Weetjens, estaba investigando sobre las minas terrestres en África cuando dio con una publicación sobre jerbos usados para detectar explosivos. Había tenido roedores cuando era pequeño, conocía su agudo olfato, inteligencia y habilidad para aprender y ahora se daba cuenta de que las ratas podían facilitar operaciones de desactivación de minas. Weetjens desarrolló Apopo mediante una asociación con la Universidad de Agricultura de Sokoine en Morogoro.
Las ratas de detección de minas de Apopo reciben entrenamiento diario en un extenso terreno del campus de la universidad, equipadas con mini­arneses atados a cuerdas. El entrenamiento empieza a las 7 para protegerlas del sol abrasador. Cuando sus entrenadores las guían entre las marcas, las ratas se paran y escarban en el suelo cuando detectan el olor de TNT. Entonces se les recompensa con snacks por identificar sus objetivos.
Con un peso de aproximadamente un kilo, las ratas gigantes son demasiado ligeras para hacer estallar las minas, como sucede con los perros. Suelen ser muy precisas, “Una rata puede rastrear 200 metros cuadrados en 20 minutos”, dice Lawrence Kombani, supervisor del entrenamiento. “Es una tarea que un humano tardaría 25 horas en completar usando un detector de metales”.
Tras 9 meses de entrenamiento, las ratas superan varias pruebas antes de pasar a los campos de minas reales. El método ha sido muy efectivo. Desde 2006, Apopo señala que sus ratas han ayudado a limpiar casi 18 millones de metros cuadrados de campos llenos de explosivos en Mozambique, Angola, Tailandia, Camboya y Laos. Asegurando que los explosivos son desactivados con total seguridad, esto no sólo significa salvar vidas sino también permitir que las tierras puedan volver a usarse, impulsando a las comunidades locales.
Desde 2007, las ratas de Apopo también han estado tratando con la tuberculosis. Weetjens tuvo la inspiración para esta iniciativa cuando se dio cuenta de que la palabra en holandés para decir tuberculosis -tering­ se refería al olor del alquitrán. Incluso los humanos son capaces de reconocer el peculiar olor de la tuberculosis en sus últimas etapas; se acordaba de su abuelo comentando que un barrio que sufría esa situación “olía a tuberculosis”.
Según OMS, nueve millones de personas enferman de tuberculosis cada año y los sistemas sanitarios pasan por alto un tercio de los casos. Los pacientes sin diagnosticar pueden infectar a otras personas a través del aire y pueden llegar a morir si no se tratan. Los ensayos comenzaron en 2002 y tras un exitoso modelo, Apopo consiguió financiación del Banco Mundial. Actualmente la ONG cuenta con muestras de 24 clínicas en Morogoro y Dar es Salaam. Hace dos años el programa fue reproducido en Mozambique, un país que fue duramente afectado por una rápida expansión de tuberculosis, declarando la emergencia nacional en 2006.
Con sólo cinco semanas de vida, Vidic y sus 30 compañeras detectoras de tuberculosis empezaron a asociar el reconocimiento del olor con un sonido de un “clic” y la comida como recompensa.
Las muestras de tuberculosis con las que trabajan están esterilizadas para desactivar los patógenos nocivos, pero no sus olores. Las muestras que Vidic sugiere que son positivas -parándose y rascando en el respectivo agujero­- son testadas de nuevo vía microscopio. “La indicación tiene que ser muy fuerte; tiene que rascar entre tres y cinco segundos”, explica en supervisor Fidelis John. Añade que una rata puede verificar 70 muestras en 10 minutos, más rápido que un técnico de laboratorio utilizando un microscopio estándar. Las ratas pueden trabajar de forma efectiva durante unos siete años.
Apopo asegura que este sistema de bajo­coste es sostenible y barato, sin necesidad de gastar en costosos equipos, productos químicos o en mantenimiento. Los interesados pueden ayudar a financiar el entrenamiento y cuidado de estas “ratas héroes” mediante un programa de adopción virtual.
En la actualidad, Apopo está ajustando sus pruebas en un intento de convencer a la Organización Mundial de la Salud (OMS) para que reconozca la técnica. El equipo dice que ya detecta un 39% adicional de casos que fueron considerados inicialmente negativos en los centros de salud, o 1412 casos sólo en 2014. “La tuberculosis microbacteriana puede no apreciarse con las lentes del microscopio pero no puede esconder su olor a nuestras ratas”, dice el supervisor de control de calidad Haruni Ramadhani.
Las agudas narices de los roedores pueden suponer la diferencia entre la vida y la muerte. A principios de este año, Nacho Shomari, de 34 años, sufría de una tos persistente, dolores de pecho, pérdida de peso y fiebre. “Los doctores pensaron que era tuberculosis pero todos las pruebas dieron negativo”, relata. Y como no era capaz de mantener a su familia, su madre y su hermana también enfermaron, pero de hambre.
En febrero, postrado en la cama y empeorando, Shomari recibió lo que describió como una “llamada de teléfono milagrosa” de un voluntario que se ocupaba del seguimiento de pacientes en una organización que trabaja con Apopo. Las ratas analizaron su muestra de esputo y la consideraron positiva. Ese mismo día comenzó a tomar los medicamentos antituberculosis. “Mírenme ahora”, dice, entusiasmado.