Millones de estadounidenses han sido destinados a Irak y a Afganistán y más de la mitad ha vuelto con problemas físicos y psíquicos, según una encuesta.
La tragedia de Fort Hood, que tuvo lugar la semana pasada y en la que cuatro personas murieron y 16 resultaron heridas a manos de Iván López, ha reabierto el debate sobre las consecuencias psicológicas que los soldados padecen cuando vuelven de la guerra, aunque no hayan combatido, y de cómo responde ante esta situación el Departamento de Veteranos y el Sistema de Salud de de Estados Unidos.
Según la investigación, López, de 34 años, tuvo una discusión con otro soldado, no controló y disparó un arma que, legalmente no podía llevar y que no podía comprar, porque en Fort Hood es ilegal desde que, en 2009, otra masacre acabó con la vida de 13 soldados y 32 más resultaron heridos, a manos del mayor Nidal Hasan, condenado el pasado agosto a la pena de muerte.
El soldado, conductor de camiones en el Ejército, padecía problemas mentales -depresión, ansiedad y trastornos del sueño-, estaba con tratamiento farmacológico y fue evaluado hace un mes de trastorno de estrés postraumático, que los médicos descartaron, por haber estado de servicio en Irak cuatro meses en 2011.
A pesar de que las autoridades dijeron que el estado mental de López no fue el móvil del tiroteo, el fatídico episodio cuestiona el servicio de atención mental a los militares, cuyo objetivo es conseguir un sistema que ayude a reconocer estos problemas y que trate con éxito a los soldados que padezcan episodios agresivos, pero no se ha logrado.
Fuentes de la Casa Blanca han informado que el presidente de EE UU, Barack Obama, se reunió ayer lunes con el comandante de los veteranos en el extranjero, William Thien, para discutir sobre lo ocurrido en Fort Hood y los “desafíos que plantean los problemas emocionales y traumáticos de los soldados”.
Más de la mitad ha vuelto con problemas físicos y psíquicos, “viviendo desconectados de la sociedad civil y creyendo que el Gobierno está fallando a toda una generación de veteranos”
Los temas que discutieron incluyeron también la atención de salud para los veteranos y el efecto de los recortes presupuestarios en el Departamento de Asuntos de Veteranos. Obama, y su mujer, Michelle acudirán mañana miércoles a la misa funeraria a Fort Hood para rendir homenaje a las víctimas. La última vez que el mandatario estuvo en la base militar fue tras la matanza de 2009.
Más de 2,6 millones de estadounidenses han sido destinados en los últimos años a Irak y a Afganistán y “más de la mitad ha vuelto con problemas físicos y psíquicos, viviendo desconectados de la sociedad civil y creyendo que el Gobierno está fallando a toda una generación de veteranos”, según concluye una encuesta elaborada por The Washington Post y Kaiser Family Foundation. Además, el 60% declara que el Departamento de Veteranos está “haciendo lo justo o poco”, y uno de cada dos soldados asegura que otros, como López, se han suicidado o lo han intentado, según añade el mismo documento.
Cada semana, más de 1.000 veteranos que regresan de Irak y Afganistán son diagnosticados de TEPT y unos 800 de algún trastorno depresivo, según estadísticas del Departamento de Veteranos. El suicidio se da en 80 de cada 100.000 soldados de entre los 18 y los 24 años, según los últimos datos recogidos en 2011. Entre la población normal, por el contrario, la incidencia es de 20 personas de cada 100.000 ciudadanos, según datos del Centro de Prevención y Control de Enfermedades (CDC, en sus siglas en inglés).
Durante su reunión, Thien y Obama abordaron las deficiencias y puntos fuertes el sistema de salud mental y la prevención del suicidio tanto en los militares activos como en los veteranos. Thien explicó, en un comunicado, que los suicidios son “un problema nacional y lo enfrentamos sin paracaídas”.
Además, desde 2008, más soldados estadounidenses se han quitado la vida en casa que estando de servicio, añade el organismo en sus estadísticas. A pesar de que este Departamento ha respondido extendiendo la financiación a los servicios de salud mental y aumentado el número de profesionales, menos de un cuarto de los veteranos están inscritos en el sistema y más de un tercio de ellos, que quieren recibir tratamiento psiquiátrico, se enfrentan una espera de dos semanas de promedio.
El trastorno más común entre los veteranos es el de estrés postraumático (TEPT, en sus siglas en español) que se caracteriza por crisis de ansiedad, que se puede dar después de que una persona haya observado o experimentado un hecho traumático que involucre una amenaza de lesión o de muerte, una escena muy común en las guerras. Sus síntomas suelen ser tristeza, angustia, abuso de sustancias e ideación suicida -pensamiento reiterativo de querer quitarse la vida-, entre otros.
De todos los que han sido diagnosticados con TEPT -más de 10.000-, tan solo unos pocos son violentos y “es imposible predecir quién sufrirá un brote y cometerá una tragedia como la de la semana pasada en Fort Hood”, según explicaron varios expertos en la CNN. En los últimos años, varios estudios han concluido que “los veteranos que sufren este trastorno tienen dos veces más de probabilidades de cometer maltrato doméstico u otro tipo de acto violento”. Una investigación llevada a cabo por la Universidad de Carolina del Norte concluyó que el 23% de los soldados que padecen este desorden psicológico han sido detenidos por cometer algún tipo de delito.
Otro de los problemas principales, que citan los expertos, es que el tratamiento a estos soldados no es continúo en el tiempo, ya que tan solo se da de forma regular en los meses posteriores a su vuelta. En comparación con los exámenes físicos, los mentales solo se realizan si los soldados los solicitan; hecho que dificulta la transición entre la vida en guerra y la vida como civil.
El Congreso de EE UU tuvo la oportunidad este pasado febrero de aprobar una de las leyes más completas sobre el bienestar de los veteranos en décadas, pero los senadores republicanos no la apoyaron, alegando que era muy cara. La medida costaba unos 21.000 millones dólares, o lo que es lo mismo, un 0,6% de lo que el Gobierno gastó en 2013, explica Político.
La semana pasada, los demócratas volvieron a plantear una ley a este respecto en la Cámara Alta. El senador por Montana, John Walsh, propuso un proyecto de ley que intenta, sobre todo, prevenir el suicidio entre los veteranos. Con ella, los soldados podrán contar con servicios y cuidados hasta 15 años después de su regreso -lo que significa, cinco años más de lo que existe ahora-; también da incentivos a los profesionales de salud mental para que trabajen en el sistema, y exige al Pentágono y al Departamento de Veteranos revisar los programas a este respecto cada año, entre otras medidas. “Espero que esta vez pase, aunque estoy seguro de que los republicanos volverán a preguntar sobre los costes. Y yo les contestaré: Es el precio de la guerra”, dijo el senador Walsh a CNN.