Cada Navidad, la provincia de Chumbivilcas celebra el «Takanakuy», una fiesta en la que hombres, mujeres y niños se enfrentan a golpes para solucionar sus problemas.
En España les da por comerse doce uvas, en otros países se grita una cuenta atrás, pero en Santo Tomás, Llusco y Quiñota el año se despide de manera muy diferente, aunque igual de amistosa: a base de patadas y puñetazos. A esta sangrienta celebración se la conoce como «Takanakuy», y cada año reúne por Navidad a miles de personas dispuestas a resolver todas sus diferencias con una buena pelea, para empezar el año de cero.
Hombres, mujeres y niños de la provincia de Chumbivilcas se enzarzan en broncas a puño limpio, supervisadas por árbitros para que no haya ningún herido grave, pero en las que casi todo está permitido. La sangre es tan habitual como la bebida, la buena comida y los bailes. Una especie de fiesta tradicional y familiarmente violenta que se ha convertido en el acontecimiento del años para varios pueblos de la región entre el 25 de diciembre y los primeros días de enero.
En estas peleas pactadas no existe ninguna regla que impida el uso de atuendos de protección o ataque, tales como, por ejemplo, las botas de mineros con punta de acero. acerada u otros más contundentes. Lo único que está prohibido es el uso de anillos en los dedos, con el objetivo de evitar cortes demasiado profundos en la cara.
Los motivos
Las razones por las que dos personas deciden enfrentarse durante el «Takanakuy» son varias. Algunos jóvenes quieren simplemente demostrar su fuerza y valentía de cara a la comunidad. Otros únicamente tratan de defender su apellido, así como a algún familiar que haya sido ofendido por algún motivo. Los hay, también, que sencillamente cumplen una promesa hecha a un amigo de verse las caras en la arena, con el que se liarán a mamporros… desde el cariño, eso sí.
La mayoría de la peleas tienen un objetivo más práctico: ventilar públicamente conflictos familiares o territoriales, provocados por el dominio de tierras agrícolas, broncas en borracheras pasadas o abusos ocasionados a la comunidad. Es, de alguna manera, una forma de autoadministración pública de justicia.
También se resuelven a puñetazos en el «Takanakuy» las disputas sentimentales. Es decir, engaños, adulterios o disputas entre dos hombres que se han enamorado de la misma joven.
Pero por muy grave que sea el problema, e independientemete de la sangre que haya corrido, todo acaba en un abrazo entre los adversarios, que continúan después la fiesta, quién sabe si hasta el año siguiente.