Recuerdos del futuro

Tal como ocurrió en Argentina durante el 2001,  la crisis aviva instintos de supervivencia en Europa. 
consumo colaborativoCompartir el automóvil, prestar el departamento, alquilar una agujereadora. Con la crisis de fondo, los franceses, cada vez más adeptos a los intercambios por Internet, han empezado a practicar un consumo “colaborativo” que anuncia una nueva era económica.
Esta tendencia, que los adeptos creen duradera, marca un modelo en el que el uso del objeto prima sobre la propiedad y los individuos deciden consumir de otra forma, poniendo sus recursos al servicio común.
“Hoy, el sueño de los jóvenes no es poseer un coche sino, gracias a su teléfono, poder utilizar uno cuando lo necesitan”, dice Anne-Sophie Novel, bloguera y autora de “La vida share, mode de emploie” (“La vida compartida, forma de uso”). Y es que el fenómeno del auto compartido se dispara, al igual que la venta de objetos usados vía Internet o las compras agrupadas directamente al productor, a través de páginas como Blablacar, Leboncoin o laruchequiditoui.
Alojamiento gratis. El “couchsurfing”, que permite alojarse gratuitamente en el mundo entero y conocer gente en los países visitados, cuenta actualmente con 5 millones de adeptos. Gracias a la multiplicación de plataformas colaborativas, prácticas ancestrales como el trueque o el intercambio vuelven a ser actuales.
Julien Lemaitre, aprovechándose de esta tendencia, lanzó hace dos años echangedefinitif.com, un portal de intercambio de viviendas que ofrece la ventaja de que los gastos de notario son más bajos. “En tiempos de crisis, es una buena alternativa a la compra-venta”, explica, pese a que su página todavía no ha encontrado la audiencia que esperaba. Las iniciativas crecen como champiñones en Internet. Muchas tendrán los días contados, pero el sector tiene futuro, en particular en Francia.
Según un estudio reciente, ocho franceses de cada 10 practican esta nueva forma de consumo. Para el 63% de los encuestados, su principal interés es pagar menos, pero el 38% quiere que los objetos duren más y el 28% piensa que este modelo beneficia a la sociedad.
“Lo que es mío, es tuyo. Es el fin del consumidor actual. De aquí a diez años habrá muerto”, predijo recientemente la australiana Rachel Botsman, quien contribuyó a popularizar el movimiento con su best seller “Whats mine is yours” (“Lo que es mío es tuyo”) en 2009. Según ella, el consumidor no se definirá más como tal sino como un “miembro de una comunidad”.
“El modelo de consumo de masa está en plena redefinición”, señala Philippe Moati, profesor de economía de la Universidad Paris-Diderot y cofundador del Observatorio de la Sociedad y Consumo (Obsoco). “La mayoría de las prácticas emergentes es antigua, lo que es nuevo, es la magnitud que tienen y el hecho de que se apoyan cada vez más en las nuevas tecnologías”, agrega. “No se trata de un rechazo al consumo en sí”, sino de una necesidad de consumir más y mejor, dice el economista.

En Francia, el movimiento se concreta en torno al colectivo Ouishare, que reúne una comunidad internacional dedicada a su desarrollo y organiza acontecimientos como el “Ouishare Fest”, a principios de mayo en París. “Lo colaborativo está en el cruce entre el la innovación tecnológica y social”, dice su fundador, Antonin Léonard.
Pagando menos. Edouard Dumortier, fundador de la página ilokyou —una “red social de consumo entre particulares” para alquilar y comprar o revender objetos— asegura que “entramos en un nuevo modelo de consumo más inteligente, en el que se puede pagar menos”. Además, tiene la ventaja de que beneficia al medio ambiente y fortalece las relaciones sociales, agrega.
Evitar tirar. Este vínculo social se recrea también fuera de Internet. Las llamadas “accorderies”, un sistema solidario de intercambios de vecinos de un barrio de Québec (Canadá), se desarrolla en varias ciudades de Francia.
Los “café taller”, donde voluntarios vienen a dar una segunda vida a objetos rotos o estropeados, tienen un éxito creciente. En un barrio del norte de París, el XIX, Cedric, un ingeniero electrónico arregla un lector de video estropeado. “Arreglamos un poco de todo, planchas, aspiradoras. Lo que me gusta, es el contacto con la gente, echar una mano”, dice. “Si le hubiera dado mi lector de video a una empresa, me hubiera costado más que uno nuevo”, dice Gilberte, de 79 años, que quiere ver las cintas que han grabado sus nietos.
“La idea, además de evitar tirar objetos de la vida diaria, es animar el barrio”, asegura Benoit Engelbach, que la ha traído de Holanda, donde tienen un éxito fulgurante.
Segunda mano. Las grandes marcas han comprendido rápidamente su interés en subirse al tren en marcha. La cadena deportiva Décathlon ha lanzado, por ejemplo, la página Trocathlon, para revender o comprar material de segunda mano.
El gigante del bricolaje Castorama también ha creado el Trochoras, una plataforma de intercambio de bricolaje entre particulares.
Para Anne-Sophie Novel, lo “colaborativo” no se va a limitar a los particulares sino que se va a extender “cada vez más a las empresas y a la economía en el amplio sentido”.