Así lo demostró RosGan con un sencillo relevamiento del valor del producto en dólares. “Equivale a la mitad del valor promedio pagado por un consumidor chileno”, mientras en el resto del mundo los precios son “hasta dos y cuatro veces superiores”.
“¿Por qué los argentinos pagan el kilo de asado como lo paga un chino, un francés o un alemán?”, dijo el presidente Alberto Fernández y desató una polémica que sigue sumando voces. Como la que ahora aporta RosGan, el mercado ganadero de la Bolsa de Comercio de Rosario, que al realizar un rápido relevamiento refutó con contundencia semejante afirmación. No sólo es falso el mensaje presidencial, sino que en realidad es el consumidor argentino quien paga los valores más bajos de la región y el mundo.
“La primera comparación fallida surge de situar al asado como un producto demandado por el resto del mundo cuando claramente el ‘asado’ no es un corte de exportación valorado por nuestros principales compradores”, indica el análisis de RosGan. Luego, mediante una simple comparación de los precios en dólares que pagan los consumidores en los principales mercados que abastece el país, también concluye que “la carne de ternera en argentina se ubica por debajo de los 5 dólares el kilo, siendo el más barato de toda la región”.
“En efecto, equivale a la mitad del valor promedio pagado por un consumidor chileno, siendo éste el segundo destino de exportación más importante para Argentina luego de China”, explica el artículo. Y desarrolla que, cuando esa misma comparación se traslada por fuera de la región, las diferencias resultan aún más marcadas, “revelando valores de hasta dos y cuatro veces superiores a los pagados por un consumidor argentino”.
Por otra parte, y más allá de esta comparación, RosGan explica que los diferentes cortes que integran la media res presentan atributos valorados por distintos mercados, con culturas y hábitos de consumo muy bien diferenciados. Esta característica del negocio es lo que se ha repetido hasta el hartazgo: que pueden atenderse el mercado interno y el externo sin competir entre ellos. Así como Europa se lleva los cortes de mayor calidad, principalmente del cuarto trasero, Israel, Chile y Estados Unidos, tienen preferencia por cortes del delantero, aunque en ambos casos provenientes de novillos o incluso vaquillonas de alta calidad. China y Rusia, en cambio, llevan cortes congelados de menor calidad, como garrón y brazuelo o falda, menudencias e incluso de desperdicios del troceo.
De nuevo: los cortes parrilleros tan demandados por el consumidor argentino prácticamente no se exportan. “Esto se convierte en una verdadera ventaja competitiva para nuestras carnes”, afirma el reporte. Pero para aprovecharla -advierte- es necesaria la diferenciación de productos por canal y destino, sólo posible “siempre que la res pueda ser comercializada en cortes y no entera como se sigue descargando en el mercado interno”.
Bajo esta estrategia de comercialización en cortes, desde RosGan consideran que Argentina podría “salir fácilmente de este círculo vicioso de discusión que continuamente confronta exportación con consumo” y así seguir consolidando el mercado externo “no sólo sin afectar el mercado interno sino también aumentando la oferta de aquellos cortes más consumidos por los argentinos”.
La idea es que se podría disponer de más asados, vacíos, matambres o carnaza para milanesa, manteniendo precios accesibles para el consumidor local. Y se podría lograr sin restringir la oferta. Los datos de faena de diciembre lo confirman: cerca del 50% de la faena de diciembre, unos 650.000 animales, corresponden a novillitos y vaquillonas de dos dientes cuyo destino es básicamente interno.
Al respecto el artículo recuerda que el consumidor argentino, en promedio ingiere unos 110kg de carne entre vacuno, pollo y cerdo -considerando fuentes oficiales-, mientras que el resto de los países de la región consume en promedio menos de 100kg, en especial Uruguay con quien compartimos gran parte de la cultura gastronómica.
Entre las conclusiones, RosGan también refuta la utilidad de programas de estímulo al consumo como “Carne Para Todos”, que “no debieran circunscribirse a acuerdos temporales de precio en los cuales, nadie gana en el tiempo”. Por el contrario, aclara, definir los criterios de una estrategia productivo-comercial que permita potenciar ambos canales podría proporcionar efectos inmediatos, aunque “sobre bases más sostenibles”.
Y, por último, además de una mejor integración de la res para que los cortes encuentren su valor en función de su mercado específico, pone el foco en otra “materia pendiente” del negocio: la tipificación de las carnes para que el productor cobre por la calidad de su mercadería. “Este podría constituir un verdadero programa de incentivos que promueva la inversión y la eficiencia productiva en el que, definitivamente, todos ganan”.