Entre 2015 y 2050, aquellos con más de 60 años en Occidente pasarán de 900 millones hasta los 2.000. En algunas zonas ya se están usando robots para paliar la soledad de los más mayores.
La población mundial está envejeciendo. Es un hecho. Entre 2015 y 2050, aquellos con más de 60 años a ambos lados del Atlántico pasarán de 900 millones hasta los 2.000, según datos de la Organización Mundial de la Salud, lo que representan un aumento del 12% al 22%. El problema es que los mayores cada vez se sienten más solos y deprimidos. Y las residencias cada vez afrontan más obstáculos ante la falta de cuidadores. En este escenario, ¿es posible que un robot con forma de humanoide pueda ayudar a combatir la soledad y las enfermedades mentales derivadas del aislamiento? Sí, es posible. Pero, al mismo tiempo, ¿no resulta deprimente tener que hablar con una máquina ante la falta de un interlocutor de carne y hueso?
El debate se ha puesto encima de la mesa después de que un estudio internacional haya demostrado que los mayores que han interactuado durante dos semanas con Pepper —un robot “culturalmente competente”, según sus creadores— han mejorado su salud mental y reducido su sensación de soledad.
“La utilización de robots en el campo de la asistencia social no debe estigmatizarse”, explica Chris Papadopoulos, de la Universidad de Bedfordshire del Reino Unido, a El Confidencial. “En muchas ocasiones se asocia a una visión futurista aterradora, pero se ha demostrado que brinda muchas oportunidades y lo importante es que se debe ver como algo complementario. En ningún momento se busca reemplazar a los profesionales y siempre se deben cumplir los estándares éticos”, afirma este experto, autor principal de la evaluación de “Caresses”, un proyecto de investigación de 2,6 millones de euros, financiado por la Comisión Europea y Japón.
Música, películas y conversación
El robot Pepper se mueve de forma independiente, lleva incorporado una pantalla en su pecho y gesticula con brazos y manos. Pero la clave está en el ‘software’, ya que puede mantener conversaciones básicas, después de una programación inicial con la que “aprende” los intereses y el ‘background’ de los residentes. Esto le permite reproducir su música y películas favoritas, hablar sobre su familia o recodarles incluso cuando deben tomar los medicamentos.
“No se trata de un capítulo de Black Mirror [la serie de Netflix sobre uso de tecnología en un contexto futurista]. No es que el robot esté programado con la información personalizada de cada residente”, matiza Papadopoulos. El estudio se llevó a cabo en 10 residencias de Inglaterra y una grande en Japón. Y lo que se hizo fue crear tres tipos de programas con información del Reino Unido, India [debido al gran número de británicos de origen indio] y Japón para que, si se hacían al robot preguntas sobre deporte, grupos de música o lugares emblemáticos tuviera información adecuada para las respuestas. “A eso nos referimos cuando hablamos de que es culturalmente competente”, recalca.
La Universidad de Bedfordshire, la Middlesex y Advinia Health Care han sido los socios en la parte europea del estudio, coordinado por la Universidad de Génova en Italia, que es la que ha desarrollado la Inteligencia Artificial de Pepper. A su vez, los voluntarios en el estudio fueron personas de 65 años o más. Todos presentaban una buena capacidad motora y cognitiva, aunque algunos tenían signos menores de demencia.
“Al principio se mostraron reacios, no les generaba mucha confianza eso de interactuar con un robot. Sobre todo porque muchos no están acostumbrados a las tecnologías. Pero luego los voluntarios que se prestaron a estar con Pepper durante dos semanas, durante aproximadamente 18 horas en total, presentaron un impacto pequeño pero positivo en la severidad de la soledad y mejoraron su salud mental”, explica Papadopoulos.
Cuando los expertos iniciaron el estudio en 2016, nadie imaginó por aquel entonces que tres años más tarde una pandemia global iba a poner en jaque a los gobiernos a ambos lados del Atlántico, evidenciando precisamente la falta de recursos que existen en las residencias de mayores. “Por supuesto, nunca podríamos haber predicho cuán relevante se ha vuelto este tema hoy en día, donde el confinamiento ha incrementado los niveles de soledad en este sector de la población. Nuestro sistema realmente no podría haber llegado en un mejor momento para intentar reducir algunos de estos problemas”, señala el doctor.
No en vano, Pepper ha ayudado a los residentes a estar en contacto con sus familiares. En lugar de ordenadores o teléfonos que en muchas ocasiones son complicados de utilizar para los mayores de 65 años, los residentes tan solo tenían que decir “llamar a Sara”, por ejemplo, y al otro lado de la pantalla aparecía la nieta. “El proyecto demuestra que el sistema que desarrollamos podría mejorar y, de hecho lo ha hecho, la salud mental y el bienestar y reducir la soledad”, señala Papadopoulos. “Sin embargo, es solo a nivel de prototipo y aún hay muchas limitaciones técnicas”, añade.
Entre 15.000 y 21.000 euros
El experto calcula que se necesitarían otros dos o tres años de investigación, desarrollo comercial y financiación antes de que los robots como Pepper pudieran utilizarse en las residencias. “No se trata de reemplazar la atención; un robot no puede hacer lo que hace un humano. Pero pueden ser una herramienta complementaria útil para ayudar a estimular la salud mental de las personas”, asegura.
Antes del brote de la pandemia, la industria dedicada al servicio de cuidadores en el Reino Unido tenía al menos 120.000 vacantes. Los operadores han advertido a los parlamentarios que el personal está sobrepasado, sencillamente está sufriendo un “agotamiento” ante las actuales circunstancias y la tensión tan solo aumenta debido a las dificultades financieras que afrontan muchas residencias.
Por lo tanto, pese a que muchos centros se hayan mostrado ahora interesados en este estudio internacional, ¿se pueden permitir comprar a Pepper? ¿Cuál es el precio del robot humanoide? Los responsables del proyecto prefieren no hablar de cifras. Se limitan a decir que el robot en sí ronda los 15.000 euros, pero luego se le tiene que sumar el coste del ‘software’ (la clave, al fin y al cabo). La prensa británica estima que la cifra final podría rondar en torno a los 21.000 euros. En definitiva, unos 1.100 euros más caro que el salario promedio anual de un asistente social en Inglaterra.
Y luego está el dilema moral: ¿es buena idea? ¿o es deprimente depender de un robot precisamente para reducir los niveles de soledad? Vic Rayner, director ejecutivo del National Care Forum —que agrupa a las asociaciones de cuidadores del Reino Unido— señala que “siempre que pensamos en la tecnología en el campo de asistencia social, debemos tener absolutamente claro que lo que hace es mejorar la atención que está disponible y que es comprendida y bienvenida por quienes la reciben”. “Este estudio nos da una idea de que los robots pueden cumplir y cumplen esos criterios”, destaca.
“Por supuesto, desafía nuestra comprensión del cuidado como una interacción puramente humana. Sin embargo, en los últimos años todos hemos tenido múltiples desafíos como ciudadanos en cuanto al papel que puede jugar la tecnología y es absolutamente correcto que estemos analizando todos los aspectos del desarrollo tecnológico y entendiendo cuándo es apropiado que se utilicen en este sector”, añade.
“Necesitamos asegurarnos de que la atención, y las personas que la utilizan, estén a la vanguardia de las mentes de los desarrolladores de tecnología y, siempre que sea posible, las personas que reciben atención participen activamente en la configuración de ese futuro tecnológico”, explica.