Los viajeros que abarrotan los monumentos de la capital italiana han terminado con la paciencia de las autoridades locales.
Hace solo unas semanas, un turista suizo de 28 años decidió zambullirse en la Fontana de Trevi para “refrescarse” de las calurosas noches de agosto romanas. Los agentes de la policía local, que controlan la histórica fuente de día y de noche, no tardaron en arrestar al hombre, que tendrá que pagar 550 euros de multa. Pero no es un caso aislado.
Los turistas que abarrotan los monumentos de Roma han terminado con la paciencia de las autoridades locales. No sólo por los casos de vandalismo que se repiten casi a diario –hay quien pinta sus iniciales en los muros del Coliseo, quien utiliza las fuentes como piscinas…–, sino también por la masificación de personas que se concentran en los alrededores de los monumentos.
Es por eso que, con el objetivo de mejorar la experiencia de contemplar uno de los monumentos más conocidos del mundo y favorecer su conservación, el Ayuntamiento de Roma está estudiando introducir un sistema de visitas con reserva de hora y un precio simbólico de un euro, aunque sería gratis para los romanos.
La idea fue lanzada en el verano de 2023 por el concejal de Turismo, Alessandro Onorato, y ayer el alcalde de Roma, el socialdemócrata Roberto Gualtieri, confirmó que el Ayuntamiento está trabajando en ello. “Estamos pensando hacer que la Fontana de Trevi sea visitable con reserva previa y con un número limitado porque la situación se está volviendo técnicamente muy difícil de gestionar”, explicó el alcalde.
“Hay una acumulación de personas que dificulta el uso adecuado del monumento y a menudo es una fuente de degradación. Se trata de estudiar la mejor solución técnica para gestionar el flujo de turistas en apoyo de la Fontana de Trevi, que debe ser protegida, pero también para mejorar la calidad de su uso”. Un sistema que, según Gualtieri, “favorecerá también a los turistas que vienen de todo el mundo para disfrutar de su belleza”.
La propuesta del consistorio romano fue rápidamente aplaudida por la ministra del Turismo, Daniela Santanchè, quien se mostró “abierta” a adoptar una fórmula parecida a la introducida en el Panteón de Agripa, uno de los monumentos más visitados de Italia, que el año pasado introdujo una entrada de 5 euros para visitarlo. El 70% de los beneficios recaudados van destinados al Ministerio de Cultura, que se encarga de su limpieza y conservación, mientras que el 30% restante va a parar a las arcas de la Diócesis de Roma.
“Tenemos que rentabilizar nuestra riqueza, por eso está bien cobrar y crear un mecanismo de reservas, y no un número limitado, para regular los flujos y dar mejores y más sostenibles servicios a los turistas”, comentó la ministra, que apuntó a la capacidad de la administración local para gestionar el mecanismo. “La cuestión es que el Ayuntamiento pueda garantizar los controles necesarios y el cumplimiento de las normas”.
La hipótesis, sin embargo, se enfrenta con el rechazo de la oposición. Para el concejal del Movimiento Cinco Estrellas, Antonio De Santis, el número cerrado de visitantes no es la solución. Y cita como ejemplo el Panteón, donde las condiciones de la plaza no han mejorado tras la introducción de la entrada. “Si el objetivo es restablecer el orden y el decoro, podría ser una elección simplista”, apunta.
Para la Liga, sin embargo, se trata de una hipótesis factible, “pero depende de cómo se gestione el acceso, porque si los visitantes se aglomeran en las puertas se podrían crear problemas de seguridad”. Por su parte, para el grupo municipal de Hermanos de Italia, el partido de la primera ministra Giorgia Meloni, se trata de “otra solución improvisada de una administración que no sabe gestionar la movilidad: el acceso no se puede limitar por la propia incapacidad organizativa”.
El más crítico fue el concejal municipal del partido centrista Azione, Giuseppe Lobefaro, quien afirmó que cobrar por visitar la histórica fuente sería “un paso atrás respecto a la idea de ciudad abierta e inclusiva”. Lobefaro fue más allá y acusó al asesor cultural de “incoherencia” por querer blindar uno de los símbolos de Roma, al mismo tiempo que se empeña en promover el atractivo de la ciudad para la organización de grandes eventos.