Los 22 puntos de ventaja abren un boquete en la línea de flotación de la campaña de su rival demócrata.
No es sólo la victoria que ya preveían las encuestas. La enorme distancia de 22 puntos (60%-38%) que abrió ayer Bernie Sanders respecto a Hillary Clinton en New Hampshire abre una crisis en una candidatura que se va llenando de dudas conforme avanza el proceso de primarias. Y fue una victoria con una participación electoral superior al récord de algo más de 520.000 sufragios. Una cosa es la teoría y otra la realidad. Aunque es cierto que la aspirante demócrata afronta ahora dos estados en principio favorables, como Carolina del Sur y Nevada, que le pueden devolver al liderato de la carrera, la derrota de ayer fue tan contundente que a Clinton le esperan dos semanas de vía crucis y búsqueda de soluciones a problemas crecientes, que en New Hampshire se mostraron con toda crudeza. A la conocida lejanía de los jóvenes, que volvieron a darle la espalda de forma abrumadora, se sumaron ayer otros dos datos preocupantes. Según la encuesta a pie de urna elaborada por la cadena CNN, las mujeres habrían optado mayoritariamente también por Sanders, 55% frente a 44%, mientras que el 77% de los votantes independientes (no adscritos) habrían apoyado al senador. La sombra del vuelco de 2008 a manos de Obama es cada vez más alargada.
Sanders, que inició su discurso agradeciendo a Clinton su llamada de felicitación, combinó su habitual discurso de crítica con la arenga ilusionante que le ha llevado hasta donde está: “Hemos enviado el mensaje, que tendrá eco desde Wall Street hasta Washington y desde Maine hasta California, de que el Gobierno de esta gran nación pertenece al pueblo, y no sólo a la campaña de un puñado de ricos donantes y sus superPAC”. El veterano senador socialista ha situado como ejes de su campaña la denuncia contra el «exceso de influencia» de las grandes corporaciones, que simboliza con Wall Street, y la “corrupción del sistema político”, que propone derribar con la revolución que defiende.
Apenas minutos después, la perdedora en el estado del granito intentaba relativizar la derrota con una llamada a sus seguidores desde la cuenta de Twitter: «Esto es sólo el comienzo. Tenemos que pelear por cada voto ahora que llevamos la campaña por todo el país». Clinton podrá argumentar que de momento hay un empate a victorias en dos estados que han celebrado elecciones, pero el triunfo pírrico de la aspirante demócrata en Iowa, con apenas tres décimas de ventaja y muchas dudas, en nada se parece al arrollador triunfo de Sanders en el estado del noroeste norteamericano.
Continuó su discurso el veterano político nacido en Nueva York explotando la retórica de la victoria de David frente a Goliat, que en los oídos de sus entregados acólitos sonaba como un sueño convertido en realidad: «No teníamos campaña ni dinero, y nos estamos convirtiendo en la organización política más poderosa de los Estados Unidos de América». Y para engrandecer aún más la sonada victoria, recordó que a diferencia de él, el triunfante Barack Obama de 2008 «fue derrotado» en New Hampshire por la misma Hillary Clinton. Puede que fuera un mensaje para el presidente, quien recientemente declaró al digital Político que no creía que la campaña de Sanders pudiera conseguir la remontada que él protagonizó y que le llevaría a la Casa Blanca.
Pasado New Hamshire, ya ha comenzado la batalla por Nevada y Carolina del Sur, dos estados con fuerte presencia de las minorías hispana y afroamericana, respectivamente, que en el plazo de dos semanas nos desvelarán si Clinton retoma el control o si el proceso de primarias empieza a decantarse en favor del senador por Vermont. En su intervención ante un enfervorecido público de ampia mayoría de jóvenes, Sanders hizo su primer guiño a ese votante, que sabe que puede decidir el resultado final: «Yo soy descendiente de polacos». De momento, Hillary Clinton es ampliamente favorita entre los hispanos y afroamericanos, minorías que sigue cuidando y cuyo amplísimo apoyo al presidente Obama quiere heredar.