La historia que nunca fue | “Usted Cámpora es una mierda y su gobierno está lleno de putos y marxistas”. Nadie había escuchado a Perón hablar nunca en esos términos; pero estaba furioso.
No fueron pocos los testigos de aquella explosión emocional de Perón en la legendaria casa de la calle Gaspar Campos. Si hasta el edecán militar, el teniente coronel Carlos Corral, que estaba sentado junto a ambos quiso salir del salón para no ser parte del enfrentamiento, fue detenido por el general a la voz de “no, usted quédese, también quiero que haya un militar de testigo”.
Cámpora intentó una explicación y ante la furia creciente de su jefe puso a disposición de éste “la banda y el bastón presidencial”. Perón, con gesto despectivo, le contestó que no necesitaba de esos atributos para tener el poder.
No era la primera vez que el recién llegado del exilio se refería en esos términos a quien hasta semanas antes había sido su hombre de confianza. Ya en Madrid, en las horas previas al retorno a la Argentina, había demostrado su desprecio por aquel oscuro dentista de San Andrés de Giles al que él habia catapultado hasta la primera magistratura de la república.
Dejó al coche oficial que lo transportaba esperando 20′ en la puerta de la quinta 17 de Octubre para luego atender a su ocupante -el presidente argentino- de pie y en el hall como a una visita molesta.
Se negó a acompañarlo a la cena de gala ofrecida por Franco y en la que por cierto Perón era el invitado más esperado.
Y ordenó a Benito Llambí, su verdadero hombre de confianza, llevar adelante todas las tratativas que fuesen menester con Cámpora en el futuro.
“Con Cámpora no hablo más”, recuerda LLambí en sus memorias que le dijo Perón,“ha destruido el trabajo de años y ahora tendré que volver y ser presidente”. En ese mismo momento la suerte del“camporismo” estaba sellada.
Tal era la furia del líder con ese hombre que había dejado que la violencia se adueñara del movimiento que el último acto lúcido de Perón, apenas unas horas antes de morir, fue firmar su cesantía como Embajador Argentino en México.
Estaban presentes el Dr. Pedro Cossio y su hijo, también cardiólogo, junto a Isabel, López rega y el propio Corral. Ambos médicos coinciden es sus memorias que al firmar Perón puso un gesto de desgrado y, ya con voz tenue, dijo “que asco”.
Antes había pasado aquella histórica jornada del 1° de mayo en la que se rompió violentamente la relación del líder con los sectores combativos del peronismo a los que por lo demás ya había descalificado y reconvenido en más de una ocasión.
Esa es la verdadera historia contada por testigos. Esto es lo que pasó en la Argentina y no lo que el gobierno que se dispone a dejar el poder ha pretendido hacer creer.
El 10 de diciembre llegará entonces el final de una historia que nunca existió. Con Cristina se irá esa imágen distorsionada de un Cámpora luchador y combativo y los argentinos recuperaremos la verdadera, tan ajada y usada entonces como lo ha sido ahora.
Y poco y nada quedará hacia adelante. Parece ser destino de aquel pobre hombre -embretado entre su torpe lealtad a Perón y los manejos a los que lo sometieron sus hijos-ocupar lugares en la historia que no le pertenecían y terminar eyectado sin elegancia alguna.
Ayer como presidente…hoy como símbolo.
Nota de Redacción: Héctor Cámpora pasó cuatro años asilado en la Embajada de México en Buenos Aires, hasta que el gobierno le permitió marchar al exilio en el que moriría poco tiempo después.
A fines de 1976 el Dr. Mario Amadeo recibió una carta del exp presidente -misiva que conservo en mi poder- en la que textualmente le dice: “¿Cómo puede imaginar alguien que yo, de formación conservadora, pueda tener algo que ver con la guerrilla criminal que agredió a Perón y a la Argentina?. Soy víctima de una infamia pero acepto que ello sea así si al final mi nombre va a quedar desvinculado de tanta violencia y locura” (sic).
Este fue el verdadero drama de una figura menor a la que muy grande le quedaron las responsabilidades que Perón le dio y para las que no estaba preparado.