Agentes policiales detuvieron ayer al padre de la víctima como parte de la investigación por presunto estupro agravado y trata de personas.
La guerra fratricida entre el ex presidente Evo Morales y el actual mandatario, Luis Arce, ha escalado cotas nunca vistas en Bolivia. Los dos dirigentes de la revolución indígena combaten sin disimulo por el liderazgo del Movimiento Al Socialismo (MAS) y la consiguiente candidatura presidencial para el año que viene.
Todo vale, incluido rescatar entre las telarañas judiciales el escandaloso affaire entre el ex mandatario y una niña de 15 años, una supuesta relación amorosa que provocó el embarazo de ella y el nacimiento de una niña en común. En la actualidad, la chica tiene 24 años y su hija, ocho.
Toda Bolivia conocía el caso desde hace años, en mayor o menor medida. Pero ahora, en medio del pulso político entre ambos, los acontecimientos judiciales se suceden a toda velocidad. Agentes policiales detuvieron ayer al padre de la víctima como parte de la investigación por presunto estupro agravado y trata de personas. Los dos progenitores forman parte de la causa porque un informe de Inteligencia asegura que ambos se beneficiaron con cargos políticos por entregar a su hija a Evo, a sabiendas de que este buscaba mantener una relación afectiva y sexual.
La inasistencia el jueves pasado de Evo, de 64 años, a la comparecencia solicitada por el fiscal desembocó en una nueva orden de aprehensión contra el líder cocalero y la consiguiente reacción de sus seguidores, que amenazan con nuevos bloqueos en carreteras. Una movilización encabezada el mes pasado por el propio Morales, con miles de sus seguidores, se desplazó desde su territorio andino hasta la capital del país, La Paz, para acosar a Arce, incluso pedir su dimisión. El gobierno la calificó como la “marcha de la muerte”.
“Reabriendo un caso cerrado y utilizado por el gobierno de facto de (Jeanine) Áñez, violando las leyes nacionales, la Constitución y el Derecho Internacional, el gobierno de Luis Arce está forzando un proceso penal. Inventando acusaciones, torciendo las leyes y con la complicidad de sicarios de la justicia pretenden detenernos y acabar con nuestra vida. Esto es una prueba más de que este gobierno de derecha que hace todo para cumplir el mandato de la Casa Blanca”, se defendió Morales como pudo.
Hace dos meses, la fiscal Sandra Gutiérrez se atrevió a dictar una orden de detención contra Evo, pero la orden fue anulada por una jueza. Removida y posteriormente restituida en su cargo, Gutiérrez reabrió una causa que como poco puede condenar al exmandatario a 14 años de cárcel.
“¡Los golpistas no pasarán!”, contraatacó Arce, adaptando el eslogan de la Guerra Civil española, tan usado y abusado hoy en las Américas.
Ambos bandos, arcistas y evistas, se acusan de traición y se reparten supuestos “golpes de Estado” de todos los colores, un clásico para los revolucionarios, en este caso entre ellos. Ni siquiera la comisión enviada en su día por el Grupo de Puebla (foro que reúne a dirigentes izquierdistas y populistas), que estuvo encabezada por el exjefe del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero y la vicepresidenta chavista, Delcy Rodríguez, consiguió calmar las aguas entre ambos dirigentes. Tanto Arce como Evo forman parte del Grupo de Puebla y ambos son aliados firmes de Nicolás Maduro y de las otras dictaduras de la región.
“La agudización de este enfrentamiento ha llegado a extremos insospechados. En algún momento se sospechó que era un show, pero el encono personal que ya empezó en la campaña hace casi cuatro años se ha radicalizado. Las denuncias contra Evo y la de un diputado evista contra Arce por un presunto lío de faldas con uso indebido de bienes del Estado es un capítulo lleno de morbosidad y de acusaciones. Es un capítulo más, no creo que sea el epílogo”, certificó para EL MUNDO la historiadora Lupe Cajías.