La investigación del mayor escándalo sanitario del Reino Unido denuncia que las autoridades hicieron caso omiso a las alertas. El asesor del Gobierno que revisa lo ocurrido cree que se podrían haber evitado 20.000 muertes en los hospitales.
La muerte de más de 20.000 pacientes de hospitales británicos podría haberse evitado si los responsables de la sanidad pública y el poder político hubieran atendido a las alertas sobre la elevada tasa de defunciones en varios centros a lo largo de la última década, denunció el profesor Brian Jarman, asesor del Gobierno y uno de los responsables de la investigación sobre las negligencias por parte del personal médico, administrativo y los propios gestores del sistema.
En al menos 14 hospitales, en especial en los centros del condado de Stattfordshite, los pacientes se vieron privados de agua y alimentos, y entre 2005 a 2008 superaron las previsiones estadísticas de entre 400 y 1.200 personas fallecidas.
El profesor Jarman ha comentado sobre la poca reacción que tuvieron los responsables del NHS (sistema sanitario de ese país) ante sus advertencias sobre esas anomalías, y también asegura haberle transmitido este hecho en 2010 al entonces ministro de Sanidad, el laborista Andy Burnham, quien no se hizo cargo del problema.
La última investigación realizada por el Gobierno conservador de Cameron confirmó que los pacientes fueron víctimas de una gestión que privilegiaba la consecución de objetivos económicos por encima de la calidad del servicio. “Esos hospitales que de forma persistente han venido revelando elevadísimas tasas de mortalidad a lo largo de al menos diez años deberían haber sido investigados antes, porque es más que probable que las hubiéramos atajado”, sostiene el profesor Jarman, ex presidente de la Asociación Médica Británica.