Neurólogos y fisiatras coinciden en que los accidentes cerebrovasculares están aumentando en la población juvenil.
El triste caso de Candelaria Sosa, la chica de 15 años que el jueves pasado murió en París tras sufrir un ACV, conmovió no sólo por la edad de la adolescente sino porque muchos creían que los accidentes cerebrovasculares eran un mal que atacaba únicamente al universo adulto. Pero no: movilizados por la historia de la joven que había viajado a Europa para festejar su cumpleaños, médicos, especialistas en neurología infantil y fisiatras salieron a advertir que la enfermedad aparece cada vez con más frecuencia en jóvenes y hasta en niños.
“Constituye una de las diez causas mas frecuentes de mortalidad en la infancia”, explica Mariela Lucero, sub jefa del servicio de Neurología del Hospital de Niños de La Plata y para quien “existen múltiples factores que contribuyen a incrementar el riesgo de desarrollar un accidente vascular, por lo que es de suma importancia detectarlos para prevenir la recurrencia: cardiopatias congénitas, trastornos hematológicos, traumatismos, enfermedad vascular sistémica, trastornos neurometabólicos, disección arterial, infecciones con compromiso del sistema nervioso central (un tercio de los ACV en niños ocurren en contexto de infección) y malformaciones arteriovenosas”.
El de las causas, como apunta Lucero, es un tema que tiene infinidad de caminos, pero existe un consenso generalizado entre los profesionales de la salud sobre las heridas que poco a poco van dejando en millones de chicos los malos hábitos alimentarios y un sedentarismo cada día más extendido. Ante eso, precisamente, otra coincidencia entre los médicos es que controlar la presión arterial en niños y adolescentes tiene que ser una práctica habitual en la consulta al pediatra.
“Así como pesan o miden a los chicos, el control de la presión tiene que ser una práctica habitual en la consulta, ya que su detección a tiempo puede retrasar la enfermedad o evitar su desarrollo”, apuntó el médico Gustavo Blanco. Entre 2009 y 2011, el especialista dirigió junto a otros cinco profesionales el Estudio de Riesgo Cardiovascular en Adolescentes (ERICA), una investigación sobre toda la población de entre 10 y 17 años (1056 casos) de la localidad de Batán, ubicada en el Partido de General Pueyrredón, que determinó que alrededor del 15% de este segmento poblacional posee cifras de presión anormales.
“Encontramos que un 10,6% eran hipertensos y un 4,3 prehipertensos, cuando lo que se estima para esta población a nivel de estudios previos es un 3 o 5% y en el peor de los casos un 8”, indicó el médico.
Además, en el estudio un 13,3% de los adolescentes fue clasificado como obesos, y un 18,7 con sobrepeso; en tanto que un 52,5% no realizaba ninguna actividad física fuera de la escuela.
Los responsables de este trabajo aseguraron que “la población de Batán es representativa de la media nacional por sus índices de escolaridad, provisión de agua y gas, y nivel socioecómico, por ello este estudio nos alertó”. Otro dato en el que los especialistas hicieron hincapié es que al 62,2% de los entrevistados nunca se les había tomado la presión, algo que “se debe a que a partir de la adolescencia los controles periódicos no son habituales”.
Clasificada como una enfermedad silenciosa, bien se sabe que la hipertensión arterial puede causar ACV, arteriosclerosis, infarto de miocardio y otras afecciones cardiovasculares, insuficiencia renal y deterioro cognitivo prematuro.
“Uno de cada cinco ACV ocurre en jóvenes”, aporta el neurólogo platense Martín Pedersoli, quien no duda en asegurar que “los estudios epidemiológicos muestran un creciente aumento del número de casos en los últimos 20 años, sobre todo vinculado a la presencia de factores de riesgo como hipertensión, tabaquismo, diabetes y obesidad, estos últimos de inicio en la infancia y relacionados a la mala alimentación y el sedentarismo de los niños, que se encuentran la mayor parte del día frente a una computadora”.
Desde hace tiempo se sabe que el ataque cerebral es la segunda causa de muerte y la primera de incapacidad en el mundo. En nuestro país se produce uno cada cuatro minutos y se estima que cerca de 14 mil personas al año mueren como consecuencia de un ACV, según datos del propio Ministerio de Salud de la Nación.
Pero si el panorama que trazan los médicos puede alarmar a varios, se debería saber también que el futuro no asoma mucho mejor. Según las proyecciones de los especialistas internacionales, las actuales cifras de enfermos por ACV se triplicarán hacia fines del 2020 como consecuencia de un aumento en la expectativa de vida y la falta de planes de prevención.
Como probablemente se sepa, el ACV es una afección causada por la pérdida de flujo sanguíneo cerebral (isquémico) o por el sangrado (hemorrágico) dentro de la cabeza y cualquiera de las dos situaciones pueden provocar que las neuronas se debiliten o mueran, dado que, sin oxígeno, las células nerviosas no pueden funcionar.
UN ESTUDIO
El ACV tiene tratamiento y en la mayoría de los casos los pacientes mejoran, pero la recuperación comienza una vez finalizado el ataque y cuando el paciente está médicamente estable. “En el caso de los chicos -apunta la fisiatra local Graciela Giglio de Guerrini-, al tratarse de cerebros que están en proceso de maduración y desarrollo, la plasticidad cerebral permite que los sistemas funcionales se reorganicen y así cada tarea pueda realizarse de diferentes maneras”.
Explicaciones al margen, el punto donde se cae una y otra vez cuando se bucea en el tema es el relacionado con las diferentes causas que pueden explicar el crecimiento de casos en la población juvenil. Una investigación elaborada por la Facultad de Medicina de la Universidad de Cincinnati entre 1993 y 2005, por caso, concluyó que los ACV ocurren a edades cada vez más jóvenes, ya que aumentan la proporción de individuos con esta enfermedad entre 20 y 54 años. “Las razones de esta tendencia podría ser un aumento de los factores de riesgo, como la diabetes, la obesidad y el colesterol alto”, precisó el autor del estudio, Brett Kissela. Y agregó: “La tendencia al alza observada en nuestro estudio es de gran preocupación para la salud pública, debido a que los accidentes cerebrovasculares en personas jóvenes se traducen en un aumento del número de pacientes afectados por una discapacidad de por vida”. Esa discapacidad se basa en un hecho concreto: cerca del 25% de la población que sobrevive a un episodio de ACV padece del Síndrome de Espasticidad, que no es otra cosa que la pérdida de fuerza en un lado del cuerpo, falta de coordinación motora y trastornos del habla o problemas en la memoria.
Para ese estudio, los científicos estudiaron casos de stroke en personas entre los 20 y 54 años en el área metropolitana de Cincinnati durante tres periodos separados de un año de duración, entre julio de 1993 y junio de 1994, y entre 1999 y 2005. Según su análisis, la edad promedio en la que las personas sufrieron un ataque cerebral se redujo de 71 años, en 1993 y 1994, a 69 años en 2005. Además, los investigadores observaron que los accidentes cerebrovasculares en personas menores de 55 años subieron del 13% en 1993 al 19% en 2005.