El candidato conservador a las elecciones austriacas es joven, ambicioso y con una carrera meteórica a sus espaldas.
De los tres candidatos alfas que concurren a las elecciones que se celebran este domingo en Austria, el más aventajado en todos los sondeos demoscópicos es el conservador Sebastian Kurz, ministro de Asuntos Exteriores en una gran coalición que rompió a sangre fría como parte de una estrategia que revela su talante, su instinto político y su gran ambición. Tan acentuadas tiene Kurz esas “virtudes” y con sólo 31 años, que sin tener el peso intelectual de los ex cancilleres Bruno Kreisky o de Wolfgang Schüssel, ha logrado meterse a todo el Partido Popular (VPÖ) en el bolsillo, renovarlo y convertirlo en una suerte de Kurz SL. Tras asumir en primavera las riendas del VPÖ en circunstancias con más sombras que luces, Kurz ha cambiado los estatutos del partido, el color que le caracterizaba desde su fundación en 1945 y hasta el nombre. Ya no es el VPÖ a secas, sino Lista Sebastian Kurz -El nuevo Partido Popular. Del negro ha pasado al turquesa.
Con esa nueva marca, personalizada, trazando un paralelismo con el movimiento del presidente francés Emmanuel Macron aunque sin salirse del redil conservador- liberal tan asentado en Austria, Kurz obtendrá, según las encuestas, un 33% de los apoyos. Sus rivales más directos, el canciller Christian Kern por el Partido Socialdemócrata (SPÖ) y Heinz Christian Strache por el ultraderechista Partido Liberal (FPÖ) lograrían un 25% respectivamente. Con uno de ellos deberá coaligarse y no se descarta que Kurz alíe a su fagocitado VPÖ con el FPÖ, ante la lucha pestilente que ha mantenido con el SPÖ, su todavía socio de Gobierno, en estas últimas semanas de campaña. Si eso llegara a suceder, se daría una situación similar a la creada en 2000 por Schüssel, cuando formó Gobierno con el FPÖ del entonces Jörg Heider. Aquello desató una oleada de críticas dentro y fuera de Austria. Los socios de la UE impusieron sanciones diplomáticas. Está por ver cual sería la reacción ahora.
Kurz nació en un barrio obrero vienés en 1986. Su interés por la política fue temprano. En 2003 ingresó en las Juventudes del VPÖ. En 2008, asumió la dirección. Dos años después, con 25 años, fue nombrado secretario de Estado de Integración; con 27 ya era ministro de Exteriores; y desde mayo presidente del partido. Tan fulminante ha sido su carrera política que sólo le ha dado tiempo a eso, a hacer política. Nunca terminó sus estudios de Derecho ni aporta experiencia laboral en la empresa privada.
Y sin embargo, en su nombre siempre iba prendido de un cierto valor añadido. Carisma, simpatía, juventud, buena retórica, instinto político y talento organizativo. Su momento llegó con la crisis de los refugiados en 2015, cuando el ‘alumno’ que se hacía querer en todas las aulas, se reveló contra el mantra que imponía desde el poderoso vecino la canciller Angela Merkel. Del ‘bienvenidos refugiados’ Kurz pasó a defender el cierre de las fronteras. Austria fue uno de los primeros países de la UE que impuso cuotas de acogida. Con la ayuda de los “halcones” del club de Visegrado, Kurz contribuyó a drenar la llamada “ruta de los Balcanes”.
Sus posiciones no han variado. Kurz defiende una restrictiva política de inmigración y asilo, en la que ha planteado que la UE copie la estrategia de Australia de internar directamente en islas a los refugiados interceptados tratando de llegar a sus costas.
En lo económico, defiende la bajada de impuestos para la clase media y las empresas. Promete reducir la deuda a largo plazo, menguando el capítulo de subvenciones y el gasto social que, asegura, hace de imán a inmigrantes y refugiados. Su credo en política migratoria es “integración mediante rendimiento”, es decir, mano de obra cualificada y previo contrato de trabajo.
En política europea, Sebastian Kurz mantendrá la línea seguida hasta ahora, fundamentalmente pro-europea pero escéptica en lo que a una mayor integración o centralización se refiere. Kurz es fiel al concepto clásico de subsidiaridad.Sus críticos le recriminan la falta de concreción y de hecho ha presentado su programa electoral en tres partes, la última apenas 18 días antes de las elecciones. Aun así, lidera las encuestas. Sin concreción ni ideas nuevas, con marketing y mucho pragmatismo, Kurz ha logrado quitarse el traje del político del ‘establishment’ para presentarse como embajador de una nueva forma de hacer las cosas.
Kurz no está casado, pero vive en pareja con su novia Susanne, a la que conoció en la época en del instituto. Ella trabaja en el Ministerio de Finanzas. No tienen hijos.