Sergio Berni siempre se muestra adusto y seguro. Jamás duda cuando opina sobre temas de Seguridad. Durante el gobierno de Cristina Kirchner fue el virtual ministro de esa cartera.
Quienes lo conocen dicen que es honesto y capaz. Sin embargo, todos omiten parte de su truculento pasado, que refiere a los días del menemismo, en una trama de espionaje de alto vuelo.
Fue revelada por el colega Santiago Trinchero en La Izquierda Diario en 2014 a través de una exquisita crónica que merece ser releída:
Catorce años antes de que Néstor Kirchner dijera en su discurso de asunción a la Presidencia que él era parte de una generación diezmada Sergio Berni ya se encontraba entre sus más estrechos colaboradores. Lo conoció cuando llegó con el menemismo a la intendencia de Río Gallegos. Berni estaba designado al Regimiento de Infantería de Rospentek, en la frontera con Chile, uno de los regimientos simpatizantes con el alzamiento carapintada durante la Semana Santa de 1987. Selló su destino con el matrimonio presidencial desde un primer momento. En una reciente investigación del Programa “Periodismo Para Todos”, se reveló que durante la huelga de los mineros de Rio Turbio Sergio Berni fue enviado por Nestor Kirchner a controlar los movimientos de los trabajadores dentro de la mina. Favor con favor se paga, aunque tarde en llegar: Desde 2010 es copropietario junto con su hermana de Logistica Integral Rio Turbio SA, que brinda servicios diversificados a las obras hidráulicas de la empresa española Isalux Corsan, radicada en la misma ciudad donde ofició de espía del por entonces intendente de Rio Gallegos.
Cuando los Kirchner desembarcaron en la Casa Rosada, Berni hizo lo propio en el Ministerio de Desarrollo Social: desde allí fue el encargado de “negociar” con los movimientos de desocupados el reparto de planes y fondos para cooperativas. El manejo de esta caja chica venía acompañado del cargo de subsecretario Abordaje Territorial del Ministerio de Desarrollo Social. Se hizo presente en 2010 en el Parque Indoamericano, donde las Policías Federal y Metropolitana asesinaron a dos inmigrantes bolivianos. El mega operativo de Gendarmería Nacional para sitiar a los ocupantes del Parque después de aquella represión convenció al kirchnerismo de fundar el Ministerio de Seguridad. Comenzaban los primeros coletazos del fin de ciclo, y el kirchnerismo necesitaba soldados. No en el decir militante, sino el marcial. Rompió lanzas con Alicia Kirchner y fue elegido Senador por la Provincia de Buenos Aires en las elecciones de 2011. Cargo que ocuparía apenas 3 meses. Lo suyo seguía siendo la acción: fue designado Secretario del flamante Ministerio de Seguridad fundado el año anterior.
El 2012 doce estuvo plagado de “momentos Berni”: se lo veía llegar en moto a un tiroteo, vestido con un traje químico una la nube toxica y #SuperBerni fue TT en Twitter. Los sectores de la derecha miraban con simpatía a este personaje no solo por estos actos teatrales sino por su pensamiento: mano dura con los sectores populares y los piqueteros. Entre el discurso del “crecimiento con inclusión social” del kirchnerismo y la posición (y acción) de Berni sobre los conflictos gremiales, los cortes de ruta, en fin, todos aquellos “desmanes” que ya no podían ser tolerados por “la gente bien” parecían encontrar un límite Sergio Berni. Las legislativas del 2013 mostraron que el recambio en el partido de gobierno sería hacia la derecha, pero dentro del peronismo. Desde entonces se especulan las alianzas electorales de cara al 2015. Entre esos coqueteos, el nombre del Secretario de Seguridad ya empieza a aparecer en las formulas bonaerenses que reemplacen el pase de Martin Insaurralde al FR. Estos decires no pasan del radio pasillo y falta tiempo para que alguien los confirme.
Berni es un funcionario de impacto. No le molesta chocar, y esto literalmente hablando: en apenas dos meses ha estado a la cabeza de militarizar las plantas autopartistas cuyos trabajadores se resistieron a las suspensiones, reprimir a los trabajadores de Lear durante un corte en la Panamericana donde fue detenida, entre otros, la nieta restituida Victoria Moyano Artigas. Ahora se lo vio desde un helicóptero comandando el desalojo con topadoras de los vecinos del barrio Papa Francisco, en Lugano, en plena víspera de la tormenta de la tormenta de Santa Rosa. Sus declaraciones cargadas de xenofobia contrastan crudamente con la imagen del presidente de la generación diezmada de una década atrás. Son las postales de un gobierno en retirada, como las de Insaurralde paseándose en el programa de Tinelli, los negociados millonarios de Lazaro Baez con la obra publica, o las fotos hot de la novia de Boudou, las conferencias matinales de un Capitanich macartista y antiobrero, un Florencio Randazzo haciendo campaña electoral con los trenes a pesar de que bajo su gestión murieron 51 personas en la masacre de Once. El kirchnerismo no para de destilar imágenes de menemismo explicito. Los hombres de acción de un gobierno así no pueden ser otra cosa que los Berni. Los “soldados de Cristina”, aquellos militantes de base peronista que buscaron emular a la Juventud Maravillosa, terminan tocando con sus bombos la marcha militar del Teniente Coronel. La murga del Nunca Menos es música del pasado. Los voceros nac&pop quieren que el pañuelo de las Madres sea emblema nacional, pero visten de verde oliva.