En un viaje en velero, Claudio Prada tropezó con 100 kg de cocaína y la ocultó en Brasil; luego le pidió a un amigo, Diego Pérez, que la vendiera, pero lo traicionó.
La casualidad, el destino y el narcotráfico se trenzaron en esta historia que nació en esta ciudad en 2008, emergió en Brasil y terminó a mediados de noviembre pasado en el barrio de Recoleta, donde la Policía Federal detuvo, durante un control de rutina, a Diego “el Diente” Pérez, luego de estar seis años prófugo de la Justicia, acusado de pagar a tres sicarios de Rosario para que mataran en Tierra del Fuego a su amigo Claudio Prada, con un tiro en la frente.
Según el fiscal Nicolás Arias, antes de noviembre próximo está previsto que Pérez sea sometido a un juicio oral en esta capital, donde está preso. Todos esperan que se siga develando parte de la historia que conmocionó a la ciudad más austral del mundo. Y que aún tiene cabos sueltos.
Con la detención de Pérez, se cerró el círculo de una trama que cambió la vida de los protagonistas hace ocho años en una playa cerca de Porto Seguro, en Brasil. Allí Mauricio Fontana y Claudio Prada recalaron en el velero Blas María, luego de que se averiara la embarcación. Habían zarpado en junio de 2008 desde el puerto bonaerense de San Fernando rumbo a Barcelona, luego de que un español contratara a los dos expertos navegantes para llevar el velero a España. Ambos vivían en Ushuaia, donde se habían hecho amigos del mar, nada menos que en el bravío canal de Beagle. Eran amantes de la aventura y el riesgo. Prada también era instructor de esquí y un muchacho muy conocido en el reducido núcleo de la noche de Ushuaia.
Lejos de las frías aguas del Beagle, en Brasil comenzó una aventura diferente. Prada encontró 100 paquetes de cocaína escondidos en la sala de máquinas del Blas María. Tanto el capitán como el tripulante no sabían que transportaban esa droga.
El periodista Héctor Lavia, director del diario local Prensa, quien investigó el caso, está convencido de que el velero Blas María era parte de un señuelo. Si no se hubiese roto la embarcación, ambos seguramente hubieran sido atrapados por la armada española. En la fecha que ellos debían pasar por las islas Azores -en julio de 2008- la marina española secuestró 1600 kg de cocaína en el velero Ultimátum, que también se dirigía al puerto de Barcelona.
Por el azar Fontana y Prada evitaron la cárcel en España. Pero el segundo se zambulló en otra peripecia mucho más riesgosa. Por codicia se transformó en narco. Tomó la droga y decidió esconderla en las paradisíacas playas de Ilheus, en el estado de Bahía, Brasil. Eligió una zona donde terminaba la arena y empezaba la cerrada vegetación selvática. Tomó las coordenadas con el GPS para volver por el botín. El capitán del velero y Prada se separaron, tras abandonar el barco, que nunca nadie lo reclamó. Habían elegido caminos diferentes.
Prada volvió a la Argentina y se contactó con un amigo de toda la vida: Diego Pérez, conocido en la noche de Ushuaia como “el Diente”, con quien regresó a Brasil. Desenterraron la droga y decidieron que uno de ellos trataría de venderla en ese país. Habían calculado que podían obtener cerca de 500.000 dólares. Pero la hoja de ruta se volvió a romper.
“El Diente” se quedó en Brasil y Prada regresó a Tierra del Fuego, donde no bien llegó empezó a alardear, según declararon sus propios amigos en el juicio, que sería millonario. Tenía dinero porque habían encontrado en Brasil 100 kg de cocaína. Según señala la causa, Prada pagaba tragos en los boliches y profería que “el Diente” estaba en Brasil vendiendo la droga que habían encontrado. Sus confesiones demostraban que era alguien ajeno al hampa.
Pero después de unos meses, Prada no lograba cumplir su sueño de hacerse millonario de la nada. Su amigo no daba muestras de aparecer y creía que se había quedado con su parte del botín. En ese pequeño ambiente nocturno de Ushuaia, el instructor de esquí empezó a decir que “el Diente” se había quedado con su parte del dinero, algo que llegaba a oídos de su ex amigo a través de Gustavo Zapata, uno de los empleados del boliche Dreamland. En el último mail que le envía a Pérez, Prada muestra cierta desesperación. “Hace tiempo que espero noticias tuyas. A ver si te ponés las pilas…”, le escribió.
Si Prada se convirtió en narco de un día para el otro, su amigo decidió transformarse en asesino. Decidió ejecutar a Prada para que callara para siempre. El instructor de esquí empezó a temer que “el Diente” lo eliminara. Se lo confesó a su mejor amigo Lechu Torres, a quien le entregó un CD con fotos que había sacado cuando fueron a “rescatar” la droga en la playa de Ilheus. Le dijo que si le pasaba algo le diera ese material a su hermano Damián.
Su olfato no lo traicionó. Pérez contrató a tres sicarios en Rosario, donde había vivido, para que asesinaran a su amigo. El 12 de junio de 2009 los hermanos Gustavo y Maximiliano Farías y Omar Caraffa aterrizaron en Ushuaia en un vuelo de Aerolíneas Argentinas en el que se embarcaron con documentos falsos. Hicieron tareas de inteligencia con la ayuda de los amigos de Pérez. Observaron los movimientos de Prada y una semana después lo ejecutaron.
El 19 de junio Pérez se quedó hasta la madrugada en el centro de Ushuaia. Caraffa entró en su casa, en Río Almanza 1045, y lo esperó en la planta alta, mientras los otros dos cómplices lo mantenían al tanto de los movimientos de Prada por celular.
El instructor de esquí llegó a las 7 a su domicilio. Cuando subió para acostarse a dormir, Caraffa le pegó en la cabeza con el revólver y luego le disparó en la frente. El cuerpo de Prada fue hallado tres días después. Tras cumplir con el “trabajo” regresaron a Buenos Aires. En las filmaciones de los investigadores se los ve caminar separados, como si no se conocieran por el hall del Aeroparque.
Según se descubrió en la causa, Pérez los esperaba en el estacionamiento para darles el dinero por matar a su amigo. Nunca se determinó cuánto pagó a los sicarios, que hoy están presos en Rosario.
Los investigadores creen que Pérez se volvió a Brasil, donde había vendido la droga que Prada encontró en el velero Blas María. En ese país “el Diente” contrajo el virus del sida y seis años después regresó a la Argentina, donde fue detenido por casualidad o por su torpeza en un control vehicular de rutina de la Policía Federal en el barrio de Recoleta.
Los tres sicarios fueron condenados a perpetua en un segundo juicio en agosto de 2013. En el primero fueron absueltos por el beneficio de la duda. Pérez fue procesado en diciembre pasado como autor intelectual del crimen de Prada y espera el juicio oral en la prisión de Ushuaia, donde hasta ahora se niega a abrir la boca. Muchos de los que estuvieron cercanos a la causa creen que Pérez tramó el crimen de su amigo por presión de los verdaderos dueños del botín, la organización narco asentada en España. Pero en la justicia federal aún no hay indicios de esa conexión.