Contienen benzoato, una sustancia que puede causar alergia y está prohibida por el Código Alimentario Argentino.
La bebida más popular del brindis navideño no siempre es lo que parece ni contiene lo que dice la etiqueta; además, puede ser causa de accidentes. Estas son algunas de las conclusiones más relevantes de un informe realizado por expertos del INTI sobre las sidras que consumimos los argentinos.
Tras un proceso que llevó más de dos meses y una batería de ensayos bioquímicos, los expertos del Programa de Pruebas de Desempeño de Productos del organismo que depende del Ministerio de Industria, analizaron treinta presentaciones diferentes de veinte marcas de sidra, bebida de la que cada argentino consume casi un litro al año.
“La idea de estos análisis fue comprobar si los productos cumplen con las regulaciones del Código Alimentario Argentino (CAA), además de determinar la calidad de los envases y la información que aportan”, le detalló a PERFIL el ingeniero Pedro Brunetto, coordinador del Programa.
Según el experto, “ya en los primeros ensayos se notaron algunas irregularidades. Tal vez la más llamativa, aunque no es peligrosa, fue que cinco de los productos analizados simplemente no deberían denominarse ‘sidra’”. Es que para poder ser incluida en esa categoría, es necesario que la bebida contenga una concentración mínima de manzana como residuo seco. “Cinco muestras revisadas, de las firmas Del Valle (etiqueta blanca), Manzanas de Oro, Marolio, Real (vasija especial roble) y Triunfo, no llegaron a ese contenido mínimo de extracto seco libre de azúcares que permite integrar la categoría”, explicó el ingeniero.
Pero, además, encontraron otras anomalías: “a todo producto alimenticio se le agrega conservantes. Y en este estudio hallamos que nueve marcas empleaban algunos no permitidos por el CAA”. En concreto, se comprobó la presencia de benzoato, una sustancia antimicrobiana que en personas sensibles puede causar alergias y urticarias en la piel. Los restos de esta molécula se encontraron en botellas de sidra Carrefour (etiqueta blanca), Del Valle Vintage (cosecha especial), Del Valle (etiqueta negra), Grand Cuvillier (extra brut, Holmberg (botella PET), Los Amaya, Marolio (etiqueta blanca), Penélope y Triunfo.
Envases. Otro de los ítems que los expertos analizaron fueron los envases. “Se estudió la seguridad, la facilidad de apertura y la calidad y legibilidad de la información obligatoria que debe figurar en la etiqueta”, detalló Brunetto. En tres sidras, Carrefour (etiqueta blanca), Rama Caída (demisec) y Real (etiqueta negra), al intentar abrir el envase el corcho saltó solo, con el riesgo de accidente que eso implica. En otros cuatro ensayos, Flor de Manzano, La Farruca (cosecha especial), Real (etiqueta blanca) y Tunuyán (etiqueta blanca), resultó muy difícil retirar el tapón de plástico y el investigador debió recurrir a un cuchillo para cortar el troquelado, algo que también puede ser peligroso.
Finalmente, se evaluó la información de la etiqueta del envase. La misma contiene ítems obligatorios y otros que el INTI recomienda incluir. De las treinta sidras analizadas, solo dos (Del Valle Vintage cosecha especial y Reino de Castilla en PET) ofrecían la información completa. Otras dieciséis “carecieron de alguna o varias de las informaciones útiles”.
Para garantizar que este tipo de ensayos no sea impugnado, el equipo del INTI siguió al pie de la letra una guía ISO que detalla el protocolo para mantener cada producto en buenas condiciones hasta su llegada al laboratorio. “Se compran varias botellas de cada marca en diferentes establecimientos para que la muestra sea representativa, se examinó una por una y cada ensayo se repitió”, explicó.
Antes de la publicación del informe, cada empresa recibe sus resultados y, si lo desea, puede hacer un descargo, que también se publica. En este caso, hubo un único cuestionamiento, por parte de la firma Manzanas de Oro. Pero en el mismo informe publicado, el INTI dio las explicaciones de su calificación y la mantuvo: “hacemos estos estudios independientes con dos intenciones: ayudar al consumidor a elegir por calidad, sin guiarse solo por el precio, y trabajar con la industria de manera de que puedan corregir los defectos de sus productos”