Trabajadoras sexuales exponen un debate de cara a la sociedad

Sin duda 2016 fue un año que marcó un antes y un después para el movimiento de mujeres en Argentina. Las convocatorias en todo el país en el marco de NiUnaMenos, y el primer paro nacional de mujeres, demostraron que un nuevo actor político irrumpió en la escena. Pero hay un debate que el feminismo aún no saldó, y es motivo de acaloradas discusiones: aquel que se da en torno al trabajo sexual.

Para las trabajadoras sexuales, no hay mucho para discutir en este sentido: “Nadie tiene el derecho a decirle a otra persona lo que debe hacer con su cuerpo”. Las palabras pertenecen a Georgina Orellano, secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR).
En diálogo con ámbito.com, Orellano no sólo interpeló a la sociedad, sino también, y sobre todo, al Estado. “Reclamamos al Gobierno que le otorgue un marco legal y un reconocimiento de derechos a las mujeres que decidimos ejercer el trabajo sexual”, explica.
Las trabajadoras sexuales nucleadas en AMMAR exigen la legalización del trabajo sexual autónomo, con el objetivo de evitar la explotación a manos de terceros que se queden con un porcentaje de sus ganancias. Al mismo tiempo, plantean un debate más profundo, ¿qué pasa con aquellas mujeres que quieren dedicarse a esta actividad? ¿Quién las protege?

Periodista: ¿Presentaron algún proyecto de ley para que el Estado las reconozca como trabajadoras?

Georgina Orellano: Sí, en 2013, pero a los pocos meses se giró a la comisión de Trabajo del Senado, donde quedó cajoneado. Por no haberlo puesto nunca sobre tablas perdió estado parlamentario en diciembre de 2015.

P.: ¿Cómo piensan reflotar la iniciativa en el año legislativo que se avecina?

G. O.: Dado que tenemos presencia a nivel nacional, las compañeras comenzaron a incidir en las legislaturas provinciales, y así se logró que por lo menos en cinco provincias estén presentados y vigentes los proyectos (Mendoza, Neuquén, Santiago del Estero, Catamarca, Entre Ríos, y también en Capital Federal). Nuestra estrategia es lograr un precedente al menos provincial, para luego tratarlo a nivel nacional.

P.: ¿Qué le decís a aquellos que equiparan el trabajo sexual con la trata?

G. O.: La trata de personas no se presenta únicamente en el trabajo sexual. También hay otros mercados laborales que están invadidos por esta problemática, como el textil, o muchos trabajadores rurales. Y en estos dos últimos casos la propuesta del Estado no es combatir, o prohibir el trabajo textil, no tiene políticas prohibicionistas o punitorias, sino que tiene mayor presencia para que no se permita el avallasamiento de los derechos de los trabajadores. Eso es lo que nosotras pedimos, que nos saquen del limbo legal en el que nos encontramos.

P.: ¿Y a aquellos que piensan que ofrecerles otro trabajo es la solución?

G. O.: Muchas mujeres decidimos ejercer el trabajo sexual, y a pesar del estigma que genera y de la represión policial constante a la que estamos expuestas, consideramos que este es nuestro trabajo y no queremos otro. No queremos insertarnos en otro mercado laboral, acá hay una elección. Me genera mucha más autonomía, a diferencia de otros trabajos a los que podemos acceder las mujeres de los sectores populares.

Violencia institucional

P.: ¿Cuáles son los mayores peligros a los que están expuestas a causa de su actividad laboral?

G. O.: La violencia institucional. Estar constantemente expuesta a tener que lidiar con la Policía, a enfrentarnos a no pagar la coima policial, a sufrir allanamientos violentos, sin orden judicial, en los cuales se les roba a las compañeras el dinero recaudado y objetos del inmueble. A veces les clausuran el lugar de trabajo, dejándolas más expuestas porque las arrojan a trabajar en la calle.

P.: ¿Qué es la “putiseñal”?

G. O.: Un grupo de whatsapp que se creó para estar conectadas y alertarnos sobre situaciones de peligro. Es hacer uso de las nuevas tecnologías. La iniciativa empezó en el barrio de Constitución, donde hubo muchas situaciones de persecución por parte de la Policía y requisas sin orden judicial. De allí surgió la necesidad de estar comunicadas. En el grupo hay una compañera por zona y advierte al resto.

La caja navideña

Una de las grandes problemáticas con las que tienen que lidiar a diario las trabajadoras sexuales es la discriminación. “La mayoría se lo oculta a sus familias”, cuenta Orellano. Empleadas domésticas, niñeras, u operarias de fábrica, son algunas de las profesiones que inventan para tapar el verdadero trabajo.
“Pero siempre se nos presentaba el mismo problema: llegaba diciembre y veíamos que la mayoría de empleados en trabajos formales llevaban a su casa la caja navideña. Si nosotras estábamos diciendo que trabajábamos como operarias o en casas de familia, teníamos que llevar también la caja navideña para que ellos vean que éramos trabajadoras formales. Y para esto íbamos a comprarla al supermercado más cercano, para caer con la caja a nuestra casa y decir que nuestro jefe o jefa nos la había dado”, relata la secretaria general de AMMAR.
Pero la última navidad, las trabajadoras sexuales recibieron por primera vez la caja otorgada por AMMAR. “La pidieron ellas, lo que nos sorprendió bastante, porque nos dimos cuenta de que había muchas que pasaron cruzaron una barrera, se reconocieron como trabajadoras sexuales y le contaron a su familia y a su entorno a qué se dedicaban. La caja fue una muestra no sólo de que somos trabajadoras sexuales, sino que además, estamos organizadas”.