Sin sucesores ni compradores, pequeños negocios de Japón se ven abocados al cierre

La fábrica de maquinaria de Kiyoshi Hashimoto en las afueras de Tokio debería ser un hervidero de actividad. Pero es tan silenciosa que incluso se le oye practica la flauta dulce, uno de sus pasatiempos favoritos.

El empresario de 82 años fundó su compañía hace casi 40 años, pero ya bien superada la edad de jubilación no encuentra ni sucesor ni comprador para un negocio que conserva clientes fieles.

El gobierno japonés asegura que este problema puede afectar hasta un tercio de los pequeños negocios del país en 2025, ante el declive y el envejecimiento de la población.

“Todo esto iría a la basura si cerrara ahora”, dice Hashimoto, cuya fábrica en Yachimata, en el este de Tokio, está repleta de bancos de trabajo, mesas de taladrado y armarios con piezas de repuesto.

Llegó a emplear a decenas de personas, pero ahora solo cuenta con dos trabajadores a tiempo parcial tras reducir sus operaciones.

El problema es tan grande que Japón se enfrenta a una “época de cierres masivos”, dice Shigenobu Abe, de la firma de investigación sobre quiebras Teikoku Databank.

Un informe del gobierno de 2019 estimaba que unos 1,27 millones de propietario de pequeñas empresas tendrían 70 años o más alrededor de 2025 y ningún sucesor para hacerse cargo del negocio.

Esto podría destruir hasta 6,5 millones de trabajos y reducir el tamaño de la economía japonesa en 22 billones de yenes (166.000 millones de dólares), dijo el informe.

Para 2029, la situación se agravará: la generación del ‘baby boom’, al frente de la mayoría de estas empresas, llegará a los 81 años, la esperanza de vida de los hombres japoneses, según Teikoku Databank.

“Sabemos seguro que muchos trabajadores perderán sus sustentos por esto”, dijo Abe a la AFP.

En peligro la singularidad de Japón

Como en otros países, los pequeños negocios en Japón suelen pasar de padres a hijo o a empleados de confianza.

Pero el prolongado estancamiento económico del país ha hecho que estos negocios sean poco atractivos para los jóvenes.

Las compañías en zonas rurales pasan dificultades por la despoblación de estas áreas y la preferencia por la vida urbana.

Para agravar todavía más el problema, las viejas generaciones japonesas opinan que vender un negocio familiar a extraños es vergonzoso y prefieren liquidar las firmas antes que buscar comprador.

El gobierno japonés ofreció incentivos generosos para incentivar los traspasos y el sector privado también ha intervenido para conectar a posibles inversores con negocios en venta.

La empresa BATONZ ha emparejado más de 1.000 empresas con compradores este año, contra apenas 80 cuando abrió en 2018.

Pero es solo una fracción de la gente que necesita de sus servicios, dice su presidente Yuichi Kamise.

Una ola de cierres implicará la pérdida de artesanos especializados, servicios únicos y recetas originales en restaurantes que constituyen el tejido social y cultural de Japón, asegura.

“Con el tiempo, lo que hace único a Japón podría desaparecer debido a la falta de sucesores”, dice.

“Creo que asestará un golpe grave a la cultura japonesa y al atractivo de Japón como destino turístico”, añade.

Otros opinan que este fenómeno ofrece una oportunidad para arreglar los problemas de ineficiencia y consolidar pequeños negocios que apenas consiguen sobrevivir con subsidios.

Hiroshi Miyaji, de 50 años, es propietario de Yashio Group, un gigante logístico iniciado por su abuelo, y ha adquirido varias empresas.

“Siempre habrá compradores para las empresas que, con o sin sucesores, presentan fortalezas únicas, un conocimiento especial y recursos humanos”, asegura Miyaji.

Con la ayuda de BATONZ, recientemente compró una pequeña empresa de camiones de Ayako Suzuki.

Oportunidad para jóvenes

Esta mujer de 61 años abandonó su carrera en una gran corporación para ayudar a su padre con el negocio que había empezado en 1975.

Ninguno de los tres conductores de la firma querían asumir la dirección. Su padre, largamente pasados los 80 años, le pidió unirse y ayudar.

Los problemas se acumularon rápidamente: llegó la pandemia del coronavirus, un camionero marchó, los vehículos necesitaban mantenimiento… Al poco tiempo se vio tirando de ahorros para mantenerse a flote.

“Quería mantener el negocio en marcha, al menos mientras mi padre estuviera vivo”, dice a la AFP.

BATONZ la puso en contacto con Miyaji, que se comprometió a conservar los empleados, los clientes y los camiones.

“Estoy más aliviada que triste”, dice. “No pensaba que nuestra compañía tuviera ningún valor”.

Esta abundancia de pequeños negocios asequibles puede favorecer a jóvenes que quieren entrar en el sector.

Uno de ellos es el cocinero Rikuo Morimoto, de 28 años.

Cuando la pandemia le impidió estudiar en Italia, usó sus ahorros para comprar un local con cuatro décadas de historia en Tokio y comenzar un restaurante por una fracción del precio normal.

Conservó la decoración, el mobiliario y muchos clientes fieles del “andante”, un restaurante muy amado en el distrito de Suginami, pero presentó su propio menú.

“Pensaba que solo podría permitirme un ‘food truck’ o un pequeño bar”, celebra.

Pero no todos son tan afortunados. El futuro de la fábrica de maquinaria de Hashimoto es incierto, a pesar de sus intentos de seducir a tres sucesores.

“Solo espero que alguien venga y le dé un uso a esto”.