Un estudio del Departamento de Policía de Chicago, EE.UU., registra que el nivel de decesos provocados por esta munición es bastante menor de lo pensado.
La muerte del fiscal federal Alberto Nisman no deja de generar dudas que alejan cada vez más la hipótesis de suicidio. El proyectil que terminó con la vida del fiscal de la causa AMIA corresponde a un calibre .22 y coincide con el arma hallada en la escena del hecho, una Bersa que le habría sido entregada por Diego Lagomarsino.
Una estadística de reportes de ataques con armas de fuego elaborada por el Departamento de Policía de la ciudad de Chicago, en Estados Unidos, determinó que sólo el 36% de los impactos de bala en la cabeza provocados por calibres .22 resultaron mortales. La cifra es menor, incluso, que la de los impactos provocados en la zona del pecho o abdomen.
La tasa de mortalidad provocada por un impacto de bala de cualquiera de los otros calibres de pistolas duplica el poder de daño de un calibre .22.
El calibre .22 fue creado en 1857 para el primer revolver de la histórica armería Smith & Wesson. Su poder de impacto es el más bajo de todos los calibres existentes. A fines del siglo XIX, la empresa Stevens desarrolló el proyectil .22RL que aún hoy se utiliza en las pistolas de dicho calibre. Su poder de daño inmediato es el menor de todos, por lo cual nadie la recomienda para defensa personal y es popular en la caza menor y tiro deportivo.
Generalmente, las muertes producidas por los impactos del calibre .22RL se deben a las complicaciones derivadas de las heridas no tratadas con urgencia, con claras excepciones de impactos certeros en zonas vitales.
Conocida en la jerga policial como una bala “caminera”, es un proyectil que una vez que ingresa al cuerpo se “aplasta” y, dependiendo de la distancia del disparo, puede desplazarse internamente. Por ello es que para ser utilizada para la caza menor o la defensa personal, se acostumbra usar proyectiles de punta hueca o chata, que al ingresar al cuerpo se frenan, provocando un daño mayor.