El Gobierno estudia retirar la nacionalidad sudafricana a los ciudadanos que se enrolen en las filas del Ejército israelí.
Sudáfrica amenaza con detener a su regreso al país a los ciudadanos que combatan junto al Ejército israelí en la Franja de Gaza.
«Ya he empezado a alertar a los sudafricanos que luchan junto a las Fuerzas de Defensa de Israel o en ellas: estamos preparados. Cuando volváis a casa, os detendremos», declaró la pasada semana la ministra de Exteriores sudafricana, Naledi Pandor, en una manifestación propalestina a la que acudió la plana mayor del Congreso Nacional Africano, el partido que gobierna Sudáfrica desde 1994 y que compara la ocupación israelí de los territorios palestinos con el régimen de apartheid.
Pandor espoleó las protestas frente a las embajadas de los «cinco principales partidarios» de Israel por apoyar la guerra en el enclave palestino, aunque no llegó a nombrar explícitamente a los Estados a los que hacía referencia.
El Ministerio de Exteriores sudafricano ya estaba estudiando retirar la nacionalidad sudafricana a los ciudadanos con doble nacionalidad que decidieran enrolarse en las filas del Ejército israelí, aunque no estén acusados de cometer de ningún crimen de guerra.
Las autoridades aluden a leyes locales que podrían afectar a los sudafricanos que se alisten en fuerzas armadas extranjeras sin contar con el permiso del Estado sudafricano o que luchen en guerras con las que Sudáfrica no esté de acuerdo.
El país cuenta con una comunidad judía de aproximadamente 70.000 personas, pero las autoridades no tienen claro cuántos de sus ciudadanos han combatido del lado de Israel en Gaza.
El Gobierno que preside Cyril Ramaphosa se ha convertido en uno de los mayores críticos del Estado hebreo. Presentó en noviembre la acusación por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), la más alta instancia de las Naciones Unidas, que dictaminó que Israel debe prevenir actos genocidas en los primeros compases de un litigio que puede demorarse durante años.
El Gobierno de Sudáfrica ha adoptado una postura especialmente combativa a falta de unos meses para unas elecciones generales en las que el histórico Congreso Nacional Africano puede perder su mayoría parlamentaria.
Ramaphosa, que aspira a la reelección, ha estado sometido a una fuerte presión interna por la delicada situación económica, la elevada cifra de desempleo, los altos índices de violencia y el desmoronamiento de las infraestructuras y los servicios públicos, por lo que los críticos interpretan la hostilidad hacia Israel como una cortina de humo para aplacar la crisis interna.