Con sus ideas revolucionó Brasil y es un fanático de Buenos Aires. “Planear una ciudad es como hacer malabares con platos chinos”, dice.
Jaime Lerner nació en Curitiba, Brasil. Ni bien terminó sus estudios como arquitecto y urbanista comenzó un derrotero de viajes que lo llevó a conocer decenas y decenas de ciudades alrededor del mundo. Las ciudades son su lugar preferido. Y al contrario de lo que muchos porteños podrían pensar y sentir, Lerner cree que es justamente en Buenos Aires –y en otras megalópolis– donde ocurren las cosas buenas. Fue tres veces intendente de su ciudad y dos veces gobernador del Estado de Paraná. Además, presidió diferentes institutos profesionales y recibió diversos premios a lo largo de su carrera. Y, entre otras cosas, promovió el primer Metrobus del mundo, en los años 70.
De visita en la Ciudad para participar del foro “Democracia y Desarrollo” Lerner dejó muchas de sus ricas opiniones y una visión pluralista sobre la evolución de las ciudades. Desde el punto de vista de la arquitectura y el urbanismo “aún en las villas se puede dar calidad de vida”, sentenció.
-Usted ha dicho que la ciudad es el último refugio de la solidaridad. Es complicado imaginar eso en Buenos Aires.
-Es que la solidaridad es una cosa de vecinos, es difícil de encontrar en otros sitios, es en la ciudad donde se puede mejorar la vida de la gente. Las administraciones centrales que no tienen sensibilidad con la ciudad, no la tendrán con la gente.
-La Organización Mundial de la Salud estima que para el año 2050 el 70% de la población mundial vivirá en ciudades.
-Es probable, pero estas cifras no necesariamente vaticinan un desastre, al contrario, la ciudad no es un problema para un país, es la solución, porque si se mejora la vida de la ciudad, mejora la vida del país.
-¿Y cómo ve a Buenos Aires en esta visita?
-Es una ciudad que me interesa mucho. Para conocerla mejor, tengo el hábito de hospedarme siempre en diferentes barrios. Pero esta vez el cambio rutilante lo he visto en el Area Central, en donde el peatón ha ganado un espacio muy importante. Ahora lo que falta es que la gente vuelva a residir en esta zona, es lo que terminará revitalizándola.
-Uno de los grandes cambios fue la implementación del Metrobus, una obra que al principio trajo mucha polémica.
-Hay que prepararse para los cambios y también para las críticas. El Metrobus es una idea sencilla y aporta una solución importante. Por ejemplo en Curitiba no teníamos recursos monetarios para desarrollarlo, entonces apostamos por una ecuación de responsabilidad social: el Estado definió los recorridos y los privados invirtieron en la flota. Y luego le pagamos a las empresas que lo explotaban por cada kilómetro rodado.
-El de la 9 de Julio fue criticado no solo porque transformó la avenida, sino porque su trayectoria es similar a la de la Línea C de subtes.
-No es un problema, al contrario, se genera una combinación entre las paradas del subte y del Metrobus. Los subtes en Buenos Aires son antiguos y el concepto era construir muchas estaciones. Sucedió también en otros lugares del mundo. Hoy las estaciones se ubican mas espaciadas porque, igual que las redes de subtes, son carísimas de construir.
-¿Pero el subte no es la solución a los problemas de tránsito que enfrentan las ciudades?
-Creo que se trata de un falso debate. El subte demanda mucho tiempo de obra y es muy caro. No hay por qué sacrificar a generaciones de ciudadanos a un costo tan alto. Cuando Londres y París desarrollaron su red de subtes, era muchísimo mas barata la construcción. En Manhattan hace 60 años que debaten si desarrollar la línea de la 2da. Avenida. Hoy costaría 4 mil millones de dólares.
-Algo de esta filosofía relacionada con las inversiones aborda en el libro Acupuntura Urbana.
-Exacto. Porque el proceso de planeamiento urbano lleva mucho tiempo, pero a veces una pequeña intervención crea una nueva energía que ayuda a mejorar la ciudad. La ciudad es un sueño colectivo y para cambiarla es necesario diagramar una idea, proponer. Y entender que a veces esa idea puede no ser aceptada. A mí me pasó cuando arrancamos con la idea del Metrobus.
-En regiones como las nuestras, en donde no hay posibilidades de contar con grandes inversiones, ¿es posible innovar y mejorar las ciudades?
-Por supuesto. Innovar es empezar y, sobre todo, no esperar muchos recursos. La creatividad empieza cuando se quita un 0 del presupuesto y la sostenibilidad, cuando se quitan dos 0. Cuando fui gobernador de Paraná tuvimos el desafío de limpiar nuestra bahía, pero no contábamos con financiamiento ni dinero. Entonces otra vez recurrimos a la ecuación social y llegamos a un acuerdo con los pescadores: le comprábamos la basura. Si el día era malo para pescar, zarpaban igual, porque pescaban basura. Cuanto más pescaban, más limpia estaba nuestra bahía y más peces llegaban. No quiero decir que todo sea sencillo de resolver, pero cada ciudad debe poner a trabajar su imaginación.
-En Puerto Madero, el barrio más nuevo de la Ciudad, sí hubo dinero y grandes inversiones.
-Vi la transformación de Puerto Madero. Sin embargo, para equilibrar, es necesario que haya más vivienda para sectores menos adinerados. El planeamiento es como hacer malabares con platos chinos: si hay muchas oficinas, hay que hacer girar el plato de la vivienda, o el de los comercios, el de las instalaciones sanitarias. Cuantos más platos girando, mejor.
-En las antípodas de Puerto Madero están las villas. ¿Es posible urbanizarlas o mejorarlas?
-Llevar infraestructura no es difícil, la clave es no tocar mucho lo que ya está construido. En Brasil, donde las favelas se construyen en morros o en el fondo de los valles, llevamos el agua y la luz a través de los pasamanos de las escaleras. Hay que usar tecnología más sencilla, intervenir lo menos posible. Y nuevamente innovar. Por ejemplo, para evitar el drama sanitario de lo que genera la basura en una villa. El Estado podría comprar esa basura y los vecinos la sacarían hasta un punto de recolección. Así, también en las villas es posible dar calidad de vida.