Un novicio y una monja de Salta prestaron testimonio en el que revelan que Agustín Rosa, quien en octubre de 2015 había sido apartado de la Iglesia de la Santa Cruz, abusó de ellos. Los detalles del caso.
Dos denuncias por abusos que implican a los sacerdotes Agustín Rosa y Nicolás Parma salieron a la luz en las últimas horas y dejaron al descubierto una serie de excesos que estos dos religiosos habían cometido en el Instituto Religioso Discípulos de Jesús de San Juan Bautista de Salta.
La señal TN emitió dos testimonios desgarradores: el de un ex novicio – Yir Gyurkovitz – que alegó abusos sexuales por parte de los dos religiosos mencionados; y el de una ex monja –Valeria Zarsa- que fue atacada por Rosa.
Los dos testimonios forman parte de una denuncia penal radicada en la fiscalía Nº 2 de delitos contra la integridad sexual de Salta, a cargo de María Luján Sodero.
Gyurkovitz, de tiene ahora 21 y residente en la ciudad de La Plata, contó en una entrevista que fue abusado por el cura Felipe –nombre religioso de Nicolás Parma- en el año 2012 en la provincia de Santa Cruz . En su escalofriante relato, el joven contó que el Parma le decía cosas como “Sos muy lindo”, “Te voy a comer la boquita” o “te voy a partir en 8”. “Una vez en particular, me llevó a su cuarto y empezó a besarme el cuello y a acariciarme la espalda y las piernas. Mientras hacía eso, se masturbaba. Sentía cómo se movía y cómo gemía”, indicó el joven.
La pesadilla de Gyurkovitz no terminó allí sino que cuando el joven le escribió a Agustín Rosa contándole lo sucedido, éste lo invitó al Instituto salteño. “Él me pidió que perdone a todos, al padre Felipe, por ejemplo, y que siga con mi vida religiosa; que continúe siguiendo a Jesús”, dijo el joven, que alegó que fue abusado por al menos cinco veces por el propio Rosa.
En su denuncia, que será ratificada y ampliada el 21 de diciembre, la ex religiosa Zarsa acusa al padre Rosa, con quien trabajó por casi una década, de amenazas coactivas, reducción a la servidumbre y abusos sexuales reiterados contra su persona y otros miembros de la comunidad, y pide una orden que le impida acercarse a ella.
Estas denuncias ya habían llegado tiempo atrás a las altas esferas eclesiásticas, lo que motivó que el obispo emérito de Quilmes, Luis Stöckler, viajara a la capital salteña a investigar el caso junto a una comitiva del Vaticano.
En aquella oportunidad, Stöckler decidió separar a Rosa de su cargo en la Iglesia de la Santa Cruz en octubre del 2015, a pesar de la resistencia de los fieles locales. El obispo manejó la situación con inusitado hermetismo, dando lugar a especulaciones que relacionaban a Rosa con el desmanejo de fondos y el tráfico de drogas.