Se compran por internet y vienen con un tubo para tomar una muestra de saliva que es mandada por correo. Así, se lo compara con una base de datos mundial. Muchos lo adquieren para saber sus orígenes, pero también puede predecir enfermedades. Hay controversias.
Descubrir nuevos primos bajo el árbol: esta es la última tendencia en Estados Unidos, donde ahora se estila regalar test de ADN caseros. Así, ciudadanos en busca de sus orígenes alimentan un mercado en auge, a pesar del riesgo de sorpresas desagradables cuando se conocen los resultados.
“¡Definitivamente hubo sorpresas!”, asegura Flora Bertrand, de 40 años, que le regaló a su esposo uno de estos kits por unos $100. Se trata de una simple caja comprada por Internet, que viene con un tubo de plástico en el que colocar saliva antes de reenviarlo por correo… y las cartas están echadas: aproximadamente un mes después, los resultados se pueden consultar en línea en un espacio personal.
Un mapa del mundo luego señala las regiones de donde provienen tus antepasados y qué porcentaje de tu ADN viene de cada parte. En general, también es posible retroceder en el tiempo y ver las migraciones de los antepasados.
El marido de Flora es originario de Trinidad y Tobago, pero no puede retroceder mucho en su árbol genealógico porque sus ascendentes fueron víctimas del comercio de esclavos, explica este residente en Nueva York.
“El mayor shock” fue descubrir un alto porcentaje de orígenes europeos, “¡18% británicos y 1% irlandeses!”, exclama.
Como ellos, millones de estadounidenses se embarcan en esta aventura. El sector “ha crecido exponencialmente desde 2017”, explica Heather Zierhut, profesora asistente de genética en la Universidad de Minnesota.
Para Navidad, la decena de compañías que actualmente copan el mercado redoblan las ofertas promocionales y los esfuerzos de marketing, con grandes historias de reencuentros, como la de una mujer de 69 años que, gracias a una prueba recibida por Navidad, encontró a su madre biológica, que la creía muerta al nacer.
Estas pruebas comparan “el perfil genético de un individuo con una base de datos de poblaciones en muchas partes del mundo”, dice Zierhut. Y “las empresas también pueden comparar el porcentaje de su ADN compartido con otros que se han realizado la prueba”.
Los dos líderes del sector, AcestryDNA y 23andMe, dicen haber analizado el ADN de 10 y 5 millones de personas respectivamente. Las investigaciones para encontrar a un pariente son cada vez más rápidas, al cruzar los resultados con, por ejemplo, documentos públicos civiles.
Según el portavoz de MyHeritage, los ingresos de la empresa aumentaron de 60 millones en 2016 a 133 millones un año después.
“Planeamos duplicar nuestras ventas para Navidad 2018 en comparación con 2017”, prevé en tanto David Nicholson, cofundador de Living DNA, regocijándose del “crecimiento rápido” e “inesperado” en los 90 países en los que opera su empresa.
Sin embargo, “las pruebas de ADN no siempre son el mejor regalo para Navidad”, advierte Maarten Larmuseau, un investigador especializado en genética genealógica en la Universidad KU Leuven, en Bélgica.
Primero, los resultados pueden ser decepcionantes y varían de una prueba a otra, ya que dependen en gran medida de la base de datos de comparación.
Los participantes, además, a veces no son conscientes del hecho de que se pueden revelar “resultados inesperados o sensibles”, explica Larmuseau.
“A menudo recibo correos electrónicos o llamadas de personas que han descubierto que su padre no es su padre biológico, o que tienen un medio hermano”, rememora.
“Estas personas reciben estos resultados perturbadores, a menudo traumáticos, sin ninguna ayuda psicológica”, lamenta el investigador, quien también denuncia la posibilidad de realizar pruebas a menores, incluso a bebés.
Varias compañías también ofrecen servicios opcionales centrados en la salud, que permiten, por ejemplo, detectar predisposiciones a enfermedades como el Alzheimer o el Parkinson, lo que no es la mejor noticia el 25 de diciembre.
Y el último problema: la protección de datos. Además de los riesgos de la piratería, muchas empresas utilizan la información recopilada para asociaciones, incluidas empresas con fines de lucro, como compañías farmacéuticas.
Los datos anónimos se pueden “compartir con otras compañías con fines de investigación sobre genealogía o enfermedades”, advierte Sonia Suter, profesora de derecho y bioética en la Universidad George Washington.
“No creo que el control de estas compañías sea suficiente en términos de privacidad”, dice, porque no están sujetas al secreto médico garantizado por ley en Estados Unidos.
“Eso no significa que su información sea accesible de manera inmediata para los aseguradores o la policía”, matiza Suter, pero piénselo dos veces y “no use esta prueba solo porque la tiene” debajo de su árbol.