Tiene 16 años y lo deportaron a su país para que deje de robar

Cometió más de 20 asaltos a mano armada y en uno de ellos casi fue linchado por un centenar de taxistas. Ahora lo enviaron a su país, con su padre. El Gobierno argentino tuvo que pagarle el boleto de avión.

detencion-de-El-DominicanoAlto y robusto, “El dominicano” parece un poco mayor que los 16 que marca su documento de identidad. En Bahía Blanca, adonde vivió hasta hace unos días, no era uno más. Lo conocían todos, y no precisamente por su buena conducta, sino porque estuvo involucrado en más de 20 robos, en uno de los cuales casi fue linchado por un centenar de taxistas. Pero ahora el adolescente dejó la ciudad. Lo deportaron a su país, luego de que el Gobierno argentino se hiciera cargo de su boleto de avión.
“El dominicano” hacía estragos: casas, comercios, taxis y remises se amontonaban entre las víctimas de sus robos. Ni la cercanía de la Policía, con la que se enfrentó a los tiros más de un vez, podía detenerlo. Perdió varias, pero tuvo revanchas más rápidas que las que la noche le da al sol cada día.
Hasta que cumplió 16 años, acumuló una veintena de golpes y sus capturas se contaban por horas, las que tardaban las autoridades en dar con su madre. Pero las vueltas “a casa” eran solo temporarias. Pasaba más tiempo solo, de un hostel a una pensión, que con la mujer que un día lo había dejado solo en República Dominicana con su marido golpeador.
Hace casi un par de años, ella se vino a la Argentina, donde formó una nueva pareja. “Es una furia, va a terminar mal”, le advertían cada vez con más frecuencia desde el país caribeño sobre el hijo que había dejado. Entonces decidió ir a buscarlo, con la ilusión de reencauzarlo, pero no lo logró.
El 24 de marzo de 2015, el chico asaltó a un taxista, al que dejó abandonado dentro del baúl del auto y sobre las vías del ferrocarril, luego de amenazarlo con prenderle fuego. A los pocos días, robó encapuchado y con un cómplice una estación de servicio. Luego se tiroteó con policías en el barrio Noroeste. La situación se repitió y por las numerosas comisarías por las que pasó, se oía como una letanía: “Lo agarramos, pero la Justicia de Menores lo libera”.
Así fue hasta que a mediados de 2015 cumplió 16. Antes de eso, desde el fuero de Responsabilidad Penal Juvenil advertían que su caso era una bomba de tiempo. “Medidas urgentes de contención” reclamaron para él después de una entrevista en abril de aquel año. Nada fue suficiente para cortar el círculo vicioso en el que estaba.
“Nunca tuve una respuesta concreta” se quejó la madre, requerida infinidad de veces desde la Justicia para encarrilar a su hijo, adicto tanto a la droga como a la manipulación de armas. Según un informe, no tenía dificultades para conseguir ninguna de las dos.
Desde la Justicia de Menores responden que el chico no aceptó ninguna de las alternativas que le ofrecieron para reencauzar su vida aquí y que la chance de volver a República Dominicana terminó por satisfacer a todos.
“El lo pidió y si bien su madre se oponía, porque teme por su vida allá, firmó el consentimiento, volvió con él y regresó”, reveló una fuente judicial a Clarín. El aval del padre fue reemplazado por un juez de Familia y en la Dirección de Migraciones se encargaron de conseguir los pasajes.
Desde la semana pasada, “El dominicano” está junto a su padre y debe presentarse todas las semanas ante el Consulado para demostrar que mantiene las reglas de conducta que se comprometió a respetar. “Si no lo hace, se le puede revocar el beneficio”, advirtió la fiscal Betina Ungaro, quien explicó que volvió con una promesa de trabajo.
Para habilitar su salida del país hubo que cerrarle antes un par de causas por robos calificados que, como eran tentativas, lo hubieran enviado a la calle en breve. Una era por el robo frustrado a una jubilada de 67 años, a la que, a mediados de enero, intentó asfixiar con una almohada. Ocurrió horas después de que cerca de un centenar de taxistas estuvieran a punto de lincharlo. “Se tuvo que meter en un pasillo para zafar y si no llegaba la Policía, no sé cómo terminaba”, admitió uno de los conductores que participó esa noche de la emboscada.
Una pauta desviada de conducta, muy difícil de corregir para un sistema judicial cuyo principal objetivo es alejar a los menores del delito y evitar que su fin sea la cárcel o la muerte. Contra cuadros similares se batalla a diario, aunque para ellos la salida no puede estar en Ezeiza.