La ansiedad en la conducción podría afectar a uno de cada cuatro conductores en España, siendo mayor el porcentaje de las mujeres que el de los hombres (55 por ciento frente a 45 por ciento), según un estudio presentado en diciembre de 2018 por la Fundación CEA (Comisariado Europeo del Automóvil).
Es muy normal sentir nerviosismo al ponerse al volante de un vehículo, tanto en las primeras clases prácticas como al estrenarse como conductor novel. Sin embargo, cuando el miedo a conducir es intenso, irracional y persistente, llegando incluso a producir pánico y bloqueo, estamos hablando de amaxofobia.
¿Qué es la amaxofobia?
La amaxofobia -del griego “amaxos” (carruaje) y “phobos” (miedo terrible)- es el miedo irracional a conducir. “Se produce cuando nuestros niveles de ansiedad por distintos factores personales y externos como conductor de un vehículo superan la respuesta normal y nos bloqueamos, siendo incapaces de iniciar o mantener la conducción”, explica a CuídatePlus David Revillo, especialista en Seguridad Vial y técnico superior en Prevención de Riesgos Laborales del Departamento de Prevención y Desarrollo de la Cultura de la Salud de Fraternidad-Muprespa.
“El miedo es una de las emociones básicas que nos ayuda a detectar y afrontar situaciones después de haberlas reconocido como peligrosas. Nos moviliza para actuar, luchar o huir ante un peligro inminente, real o imaginario. En cambio, la amaxofobia es un miedo intenso, irracional y persistente que sufren algunas personas al conducir o al pensar en hacerlo, que normalmente no guarda proporción con el posible peligro detectado”, distingue Cristina Rojas, formadora vial y coach en programación neurolingüística.
Una persona que sufre miedo a conducir sobrestima el peligro y subestima sus propias capacidades para hacerle frente. La fobia le limita, anula y condiciona, ya que provoca una sensación de pánico y descontrol mucho más intensa que el peligro objetivo que hay en realidad.
Síntomas
“Entre los síntomas que sufren los pacientes están los sudores, vértigos, mareos, taquicardias, ganas de llorar y gritar, agarrotamiento muscular, ansiedad, pánico y depresión”, resume Revillo.
Rojas habla de tres bloques diferenciados de síntomas: cognitivos, observables y fisiológicos.
Síntomas cognitivos: preocupación, inseguridad, temor, aprensión, pensamientos negativos, anticipación al posible peligro y dificultad para la concentración y la toma de decisiones.
Síntomas observables: nerviosismo, movimientos torpes y desorganizados y evitar conducir.
Síntomas fisiológicos: pulso acelerado, sensación de ahogo, sofocos, opresión en el pecho, molestias en el estómago, tensión muscular, temblores, cansancio excesivo, sudoración y mareos.
Causas
Según Rojas, esta sensación de ansiedad a la hora de ponerse al volante puede aparecer en los siguientes conductores:
Con un insuficiente aprendizaje desde la autoescuela. No todo es aprobar el examen. Un alumno que haya practicado en una gran variedad de situaciones, será un conductor más seguro y con más confianza para afrontar las diferentes circunstancias con las que se encuentre. “Otro perfil puede ser no tener experiencia al volante por llevar demasiado tiempo sin conducir desde que han obtenido el carné de conducir”, añade Revillo.
Con una personalidad insegura y/o baja autoestima. Una persona insegura tiende a infravalorarse en comparación con los demás conductores, o es más sensible a las críticas de personas cercanas. A veces es el propio miedo a conducir el que va mermando la autoestima de un conductor que siente que no puede hacer frente a su miedo.
Con una personalidad perfeccionista. Hay personas que quieren conducir de forma tan perfecta y correcta que no se permiten el más mínimo error.
Que ven mermadas con el paso de los años sus facultades psicofísicas para conducir. Ya sea por la edad o por el consumo de algunas sustancias como alcohol, drogas o medicamentos.
Que son propensos a sufrir ansiedad y/o estrés. “La amaxofobia también puede afectar a personas que cuando suben al volante tienen niveles de estrés por encima de lo normal en su vida personal y profesional y a las que hayan tenido un ataque de pánico al volante”, indica el experto de Fraternidad-Muprespa.
Que tienen pensamientos negativos sobre la circulación, los demás conductores, o sobre ellos mismos al creer que no sabrán reaccionar.
Que han sufrido un accidente de tráfico. También presenciar o conocer de cerca un accidente puede desencadenar la amaxofobia, aunque no es vinculante. Dependiendo de las consecuencias del siniestro y de la interpretación que haga la propia persona, logrará volver a conducir con normalidad.
Revillo suma otras causas a la lista, como el miedo a circular por puntos negros, ciudades o itinerarios desconocidos, quedarse aislado en determinados escenarios. Asimismo, existe el miedo al estar embarazada de que ella o el futuro padre puedan tener un accidente que provoque daños al futuro bebé, o incluso miedo por llevar a pasajeros, entre ellos los propios hijos, que pueden tener lesiones graves con motivo de una colisión.
Las mujeres lo sufren más
En cuanto a la edad, las mujeres tienden a manifestar la amaxofobia antes (un 65 por ciento entre los 40 y los 59 años) y los hombres lo tienden a hacer más tarde (casi un 50 por ciento con más de 60 años). La posible razón, según Revillo, es que socialmente el hombre tiene más reparo en reconocer estos miedos.
El porcentaje de personas que han dejado de conducir totalmente representa un 21 por ciento del total encuestados por la Fundación CEA. Pero hay una diferencia notable en el sexo, ya que la mayoría de las personas que han dejado de conducir totalmente son mujeres (un 18 por ciento).
Sobre los accidentes de tráfico
Profundizando en el punto de los accidentes de tráfico, Revillo señala que, “como episodio traumático, si el afectado no se recupera emocionalmente, seguramente va a tener mayor probabilidad de no querer sentarse al volante de un vehículo”. Y continúa con la siguiente reflexión: “Todos tenemos una percepción del riesgo al volante, pero la mayoría pensamos que es algo que no nos puede ocurrir a nosotros, que es fruto de la suerte, que dominamos el vehículo y tenemos todo bajo control. El día que sufrimos un suceso inesperado con motivo del tráfico y, además, vemos las consecuencias que tiene para la vida de las personas, cambian todos nuestros esquemas. Ese acontecimiento desencadena un nivel de ansiedad o estrés, que hace que nos resulte complicado volver a exponernos a esa situación o conducir de nuevo el vehículo”.
Múltiples consecuencias
El hecho de no ser capaz de hacer algo que la mayoría de la población realiza o disfruta de manera natural condiciona nuestro día a día.
Desde el punto de vista de la seguridad, el factor humano es determinante en la mayoría de los accidentes. Cuando me subo a un vehículo debo analizar si me encuentro en buenas condiciones a nivel físico y psíquico para iniciar la marcha. Dentro de la parte emocional, si conduzco con miedo soy una fuente de riesgo tanto para mí como para el resto de personas que van en éste y con las que compartimos la vía. “Nuestro tiempo de reacción disminuye, recibimos peor las amenazas del tráfico, sufrimos más distracciones, y, en definitiva, la probabilidad de sufrir un accidente de tráfico es mayor”, detalla el experto de Fraternidad-Muprespa.
Por su parte, Rojas clasifica en cuatro apartados las consecuencias de sufrir miedo a conducir:
Emocionales: a menudo no encuentran apoyo o ayuda en su entorno. Generalmente, se sienten incomprendidas y esconden lo que les pasa o con el tiempo dejan de explicarlo. Esta situación puede influir en su desarrollo personal y disminuir su autoestima y confianza, impactando en otras áreas importantes de su vida.
Económicas: se podría debatir sobre el gasto que genera el transporte público por obligación, dependiendo del tipo de transporte y de los horarios disponibles. Pero, a veces, el miedo a conducir va más allá y se traduce en la pérdida de puestos de trabajo por necesidades de desplazamiento y traslados, o en la pérdida de oportunidades laborales de mejora.
Sociales: aislarse de acontecimientos sociales en los que es necesario desplazarse con un vehículo. Cenas de empresa, encuentros familiares, visitas y salidas en fin de semana, entre otras muchas situaciones similares.
De tiempo: es incalculable el tiempo que puede perderse al día por no poder disfrutar de conducir con libertad. Tiempo que se pierde en transbordos y rodeos. “Una alumna de uno de mis talleres presenciales para vencer el miedo a conducir tardaba cada día tres horas en ir y volver del trabajo, cuando en coche podía hacer el mismo trayecto en un total de 40 minutos”.
Miedo a conducir en carretera o en núcleos urbanos
Los miedos o fobias dependen mucho de la experiencia personal y emocional de cada individuo.
Si hablamos de seguridad vial encontramos personas a las que conducir en carreteras interurbanas les puede generar más ansiedad que en núcleos urbanos. “Si tengo miedo a la velocidad, realizar adelantamientos o al aislamiento en caso de emergencia, seguramente no me interese circular por una carretera; mientras que si lo que me genera ansiedad es compartir el tráfico con el resto de usuarios y su actitud al volante, posiblemente en núcleo urbano me sentiré más inseguro”, indica Revillo.
Rojas cita algunos miedos circunstanciales en situaciones concretas como vías rápidas como autopistas o autovías; conducir de noche, solo, por vías desconocidas o con mucho tráfico; adelantar a camiones; atravesar puentes o túneles; y la meteorología adversa, como lluvia, niebla o nieve.
Importancia de aprender a conducir sin miedo
Es muy importante aprender a conducir sin miedo, subraya Rojas, afirmando que sentirse seguro, tranquilo y comprendido en los errores que se puedan cometer facilitará una actitud positiva en el aprendizaje. “En las autoescuelas de España van a encontrar formadores viales profesionales, que se van a implicar en el proceso de aprendizaje del alumno. No obstante, para un alumno que tenga cierto reparo en iniciar las clases prácticas será importante que se sienta a gusto con su formador”.
Hay un refrán que dice que “el miedo es nuestro peor enemigo. Es necesario aprender a conocernos y dominar nuestro estado emocional cuando subimos a un vehículo para que reaccionemos de forma segura ante distintos imprevistos relacionados con el tráfico”, aconseja Revillo.
Los extremos nunca son buenos, advierte este experto, puesto que usuarios sin ningún tipo de miedo carecen de percepción del riesgo al volante. Un gran exceso de confianza en su control del vehículo también genera problemas en materia de seguridad.
Los nervios del conductor novel
“Si soy un conductor novel, me voy a exponer a situaciones nuevas por mi falta de experiencia en las que ya no estará mi profesor de autoescuela para pisar el freno en caso de emergencia”, recuerda Revillo.
En las primeras clases prácticas, describe Rojas, a veces el alumno percibe la conducción como algo más complejo de lo que después va descubriendo que es. Con la repetición y la práctica mejorará. Como conductor novel, es muy importante conducir y hacer frente a las diferentes situaciones que se vaya encontrando a partir de obtener el permiso de conducción.
“El primer ‘obstáculo’ que deberá resolver es que estará acostumbrado a conducir con el vehículo de la autoescuela y ahora tendrá que hacerlo con otro diferente. El tacto de los pedales o el cambio entre diésel o gasolina pueden hacer estragos”, cuenta la coach.
Puede que se encuentre en circunstancias que no haya practicado, como conducir de noche al realizar el proceso de aprendizaje en verano cuando hay más horas de luz, adelantar en contadas ocasiones o conducir con lluvia.
Y otro de los factores principales que favorecerá el nerviosismo en un conductor novel será hacer frente al tráfico solo. Hasta ahora había conducido siempre acompañado por su formador o formadora vial. Por eso, muchos conductores al principio eligen conducir acompañados para sentirse más seguros, respaldados y apoyados ante cualquier error que puedan cometer.
Técnicas para superar este miedo
“La amaxofobia requiere de una intervención psicológica en paralelo con acciones de formación y sensibilización”, afirma Revillo.
Actualmente, prosigue este especialista en seguridad vial, se utiliza la realidad virtual inmersiva y simuladores de conducción para este tipo de fobias. El paciente, una vez analizados sus miedos, puede experimentar distintos entornos virtuales en los que se recrean de forma progresiva aquellas situaciones que le generan ansiedad en la conducción. El objetivo es, en función de su respuesta, trabajar de forma específica su relajación y autocontrol. Finalmente, pasan a un circuito real con monitores de escuela especializados y ponen en práctica todo lo trabajado en el aula.
Al interpretar una situación como peligrosa, comenta Rojas, casi de manera automática aparecerá la emoción del miedo. Y como emoción, hay tres componentes principales para abordar el miedo a conducir: pensamientos, síntomas y comportamiento. “Hay que detectar los pensamientos limitantes, cuestionarlos y cambiarlos por otros que sean de mayor utilidad. Para los síntomas se pueden practicar técnicas de relajación y/o actividades deportivas dirigidas. Y respecto al comportamiento, hay que conducir empezando por el nivel más accesible”. ¿Cómo se hace? En primer lugar, imaginando que conduce; seguidamente, sentándose unos minutos con el coche parado. Después, practicando la conducción en una autoescuela (si lo cree necesario), con algún familiar o amigo de confianza, realizando pequeños trayectos solo y, por último, aumentando su zona de control.
Para concretar, la formadora vial, enumera una serie de técnicas y disciplinas efectivas para abordar el miedo a conducir:
Practicar mindfulness. La atención plena es una filosofía de vida en la que se dirige la atención con intención, compasión y sin juicios hacia el momento presente. Hay estudios en los que su práctica continuada ha producido cambios en el cerebro que han permitido reducir el estrés. En el momento presente no hay miedo, sino que aparece al recordar experiencias pasadas o anticipar lo que podría pasar en un futuro.
Desarrollar la inteligencia emocional.
Programación neurolingüística. Es una disciplina que estudia la experiencia subjetiva y es una herramienta que genera cambios que permiten encontrar la excelencia personal.
Terapia cognitivo-conductual.
EMDR. Es una técnica psicológica de desensibilización y de procesamiento mediante movimientos oculares. Se trata de una técnica muy eficaz para tratar experiencias traumáticas.
Tapping o EFT. Esta técnica de liberación emocional te permite generar nuevos patrones de respuesta ante experiencias emocionales desagradables.
Hipnosis.
Relajación muscular de Jacobson.
Entrenamiento autógeno de Schultz.
Técnicas de respiración.
Visualización.
Rojas anima a cualquier persona que tenga miedo a conducir a que busque información sobre cada una de ellas y elija las que más encajen con su personalidad. Que explore, practique y esté abierta a la posibilidad de su propia transformación personal. “No se trata de eliminar el miedo, sino de ser más grande que éste”.
Por último, el experto de Fraternidad-Muprespa cree que una futura medida para este tipo de fobias podría ser el coche autónomo -que se estima llegue en 15 o 20 años-, ya que es posible que mitigue o minimice ciertos miedos asociados a la conducción del vehículo. No obstante, advierte, “seguramente se generará un nuevo debate en materia legal y de seguridad porque todavía nos gusta tener el control del vehículo por ‘miedo o desconfianza’ a la respuesta de la máquina”.