Las ventas navideñas de libros sorprenden en el Reino Unido, el vinilo logra sus mejores resultados en veinte años y hasta vuelve la Polaroid.
Nunca se ha puesto en cuestión la pervivencia del libro en un entorno digital. Pero sí se han oficiado muchos responsos dando por finiquitado el papel, tal y como ocurre en la prensa. Sin embargo, el libro físico se resiste a morir. Los principales libreros ingleses han constatado, con alegría y algo de sorpresa, que las ventas han repuntado con fuerza en las pasadas navidades. La cadena Foleys, dueña de una de las librerías más espectaculares de Londres, certifica una subida del 8,1%. «El libro físico está resurgiendo», dicen. Por su parte Waterstones, la mayor cadena del país, habla de un «fuerte crecimiento de la demanda». Su consejero delegado, que hace tres años afirmaba que el público pedía leer en digital, afirma ahora que el tirón de los libros en pantalla se está estancando. La venerable Biblioteca Británica ha tenido en el 2014 un 10% más de visitas.
Las buenas noticias para el libro no acaban ahí. A sus 30 años, Mark Zuckerberg se ha percatado de su utilidad y recomienda leer uno cada quince días. La primera sugerencia del dueño de Facebook fue «El fin del poder», de Moisés Naim, que se agotó en tres horas en Amazon.
También hay estudios científicos que conceden ventajas al papel. Un experimento noruego de la Universidad de Stavanger, con 50 personas, les entregó un relato de Elizabeth George, que la mitad leyeron en papel y la otra mitad en pantalla. Los lectores del método tradicional fueron capaces luego de contar la historia más ordenadamente. En Harvard, un test ha probado que quienes se acuestan con un Kindle o un iPad tardan más en dormirse que quienes lo hacen con un libro, y con peor calidad de sueño. En otra prueba, el doctor Jacob Nielsen entregó a 24 personas unos relatos de Hemingway y los lectores en tableta tardaron un 10,7% más en terminarlos.
Todas estas luces en el amenazado universo Gutenberg no pueden ocultar la verdad: en el Reino Unido, desde 2009 la venta de libros de ficción ha caído en cifras de más de dos dígitos. Hoy el libro de papel supone un volumen de ventas de 1.700 millones de euros anuales, y el digital, de 460 millones.
El papel no es el único soporte demasiado viejo para morir. El vinilo ha tenido en 2014 su año de mejores ventas en el Reino Unido desde hace dos décadas. Los nuevos compradores han descubierto sobre todo el valor plástico de las portadas a gran tamaño. En algunas tiendas de ropa de Londres se venden, como objeto chic, tocadiscos de maleta por cien libras.
Desde el baúl más camp también resucita la Polaroid, la foto de revelado instantáneo. La compañía estuvo cerca de la quiebra en el cambio de siglo y luego fue adquirida por una marca holandesa, que asegura que las ventas han crecido un 60%, por «el encanto de tener algo físico».
El club de pimpantes cadáveres lo completan los móviles sencillos, previos a la era de ese smartphone que te crea una vida paralela en el bolsillo. La cargante prescriptora oficial planetaria, Anna Wintour, usa un pequeño Motorola vintage. También Scarlett Johansson y Rihanna se han sumado a esa moda del móvil rupestre, porque lo quieren para hablar y porque los modelos antiguos son más seguros ante los pinchazos.
Todo vuelve. Hasta la máquina de escribir, recuperada en algunos servicios de inteligencia para lo muy confidencial. ¿Papel carbón en la CIA tras la sacudida de Snowden? Todo se andará.