El subsuelo de la localidad sueca de Kiruna es como un queso gruyer de galerías y más galerías de la mayor explotación minera de hierro de Europa.
Ubicada en la Laponia sueca, la población de Kiruna ha ido creciendo en último siglo a la par que iban llegando familias a trabajar en la que es la mayor mina de hierro de Europa y una de las más grandes y prolíficas del mundo. De ella salen a diario 6.800 toneladas de hierro, suficientes para construir seis torres Eiffel.
Pero esta gran fuente de riqueza para la zona amenaza ahora la misma ciudad a la que ha dado vida. El subsuelo es como un queso gruyer de galerías y más galerías que provocan que esta urbe de 19.000 habitantes se vaya hundiendo poco a poco, lo que ha obligado a trasladarla tres quilómetros.
Recientemente ha sido inaugurado el primer edificio de la Nueva Kiruna, el ayuntamiento, al que irán siguiendo todos los demás. El objetivo es construir más de 3.000 viviendas antes del 2040. A los vecinos se les ha ofrecido ser reubicados a una casa de nueva construcción o bien vender su vivienda a precio de mercado más un 25%.
La gran mayoría han optado por la primera opción. Cuando sea factible, o bien cuando se trate de edificios emblemáticos, estos podrán ser trasladados en un camión al nuevo emplazamiento. La iglesia –considerada por los suecos como la construcción pública más hermosa del país, según una votación– será trasladada viga a viga.
La ley sueca dicta que quien ha provocado el daño ambiental tiene que pagar por él, así que la ‘mudanza’ es pagada por LKAB, el consorcio público que gestiona la explotación de la mina. LKAB ha prometido un billón de dólares para llevar a cabo el traslado (unos 880 millones de euros según el cambio actual). Una enorme cifra para un proyecto también enorme: se demolerán cerca de 4.000 inmuebles y serán construidos otros tantos.
“No es la primera vez que una población debe ser trasladada por culpa de una mina”, explica el antiguo catedrático de la Universitat Politècnica de Catalunya Josep Maria Mata. “La ciudad peruana de Cerro de Pasco, que se encuentra a más de 4.000 metros de altura, tuvo que ser trasladada varios kilómetros y aun así hoy en día la urbe continua ‘molestando’ para la explotación de la mina al aire libre alrededor de la cual está construida”, afirma Mata. La mina de Cerro de Pasco, de casi dos kilómetros de longitud, un kilómetro de ancho y una profundidad de casi medio kilómetro, tiene graves impactos negativos sobre la salud y la vida de los habitantes.
En España, “la población murciana de Llano del Beal estuvo a punto de ser trasladada a causa también de una mina, pero los vecinos lo impidieron y al final la mina acabó cerrando”, explica Mata. En Catalunya, el caso más parecido se dio en el barrio de la Estació de Sallent (comarca del Bages), que fue construido en los años 60 sobre los terrenos de la antigua mina Enrique del municipio. El terreno era poco estable, lo que provocaba grietas en los edificios. Al final, se optó por desalojar la zona y derribar las construcciones.
Mata asegura que los casos aquí explicados son anecdóticos y que situaciones como estas, por suerte, no son lo habitual.