La industria del entretenimiento surcoreana está envuelta en una trama de drogas, prostitución y vídeos sexuales ilegales que parece no tener fin.
En marzo de 2019 saltaba el escándalo: varias estrellas del K-pop, la gran exportación musical de Corea del Sur que se ha extendido ya por todo el mundo, eran detenidas por su supuesta relación en una trama de prostitución, vídeos sexuales grabados sin consentimiento, favores sexuales, corrupción, drogas y violencia.
Ahora, tres años después, la justicia coreana comienza a dictar sentencias. Seungri, una estrella del K-pop miembro del grupo Big Band y cuyo nombre original es Lee Seung-hyun, ha sido condenado a tres años de cárcel y a pagar una multa de unos 750.000 euros. En su caso, al estar haciendo el servicio militar obligatorio en Corea del Sur cuando se destaparon los hechos, fue juzgado por un tribunal militar.
Seungri estaba acusado de sobornos, malversación de fondos, juego ilegal y organización de encuentros entre prostitutas a inversores, entre otros delitos. Se declaró inocente de todos los cargos, pero no le sirvió de nada. Su carrera artística, que se detuvo en seco en marzo de 2019 cuando el escándalo saltó a la luz pública, parece haberse esfumado para siempre.
El escándalo del ‘Burning Sun’
El epicentro de toda esta historia hay que buscarlo en un club nocturno de Seúl. Se llamaba Burning Sun, estaba localizado en el elegante barrio de Gangnam, uno de los más caros de la capital surcoreana, y contactó con Seungri para que se encargara de sus relaciones públicas. Sin embargo, por detrás de su fachada de lujo había una trama oculta llena de miseria y delincuencia.
Tal y como publica la CNN, la Policía Metropolitana de Seúl demostró que en el Burning Sun no solo había música y fiestas de lujo, sino que se había convertido en un local donde se consumía y traficaba con drogas, donde se proveía de prostitutas a los clientes VIP, donde se llevaban a cabo sobornos y en donde no faltaba la violencia contra mujeres o, incluso, algunos clientes.
Con el escándalo, el Burning Sun cerró, pero el nombre de muchas estrellas surcoreanas salió a la luz en tramas paralelas. Durante la investigación se descubrió un grupo de chat que compartía videos sexualmente explícitos. En ellos aparecían mujeres que habían sido grabadas sin su conocimiento, una trama que acabó en los juzgados y que llevó a otras dos estrellas del K-pop, Jung Joon-young y Choi Jong-hoon, a la cárcel: fueron condenados a seis y cinco años de prisión respectivamente.
Durante el juicio, Jung reconoció los hechos: “Grabé a mujeres sin consentimiento y compartí esas grabaciones en las redes sociales”. En ese grupo estaba Seungri, pero también directivos de la industria del entretenimiento, policías y los dueños y algunos empleados del Burning Sun: todos ellos han perdido sus trabajos en los últimos años tras conocerse su implicación.
El problema de la mujer en Corea del Sur
Pero, por debajo de toda esta turbia historia subyace un problema de fondo: el papel de la mujer en el mundo del entretenimiento en Corea del Sur, una industria multimillonaria en la que sus ídolos parecen tener acceso a todo lo que demanden. Y esa misma industria se encarga de tapar casi todas las denuncias que tienen que ver con las estrellas del K-pop.
El ejemplo lo tenemos en la periodista surcoreana Kang Kyung-yoon, que ha recibido amenazas de muerte por su trabajo. Destapó conversaciones entre cantantes famosos en las que hablan de violar a mujeres borrachas y de compartir fotos y vídeos comprometidos de mujeres. Pero esa industria del entretenimiento se ha encargado de acallar a la periodista.
Por no hablar del problema que suponen en este país asiático esos vídeos grabados sin conocimiento de las mujeres. Corea del Sur lleva varios años sufriendo el fenómeno del ‘molka’. Se trata de la grabación de forma ilícita de mujeres utilizando baños públicos, unas imágenes que terminan en internet donde hay millones de personas que consumen ese tipo de pornografía.
Cada año se denuncian miles de cámaras ocultas escondidas en baños de bares, centros comerciales, etc. Las surcoreanas han aprendido a convivir con este problema, tapando los agujeros que hay en esos baños para tratar de minimizar los riesgos de ser grabadas, pero el problema sigue existiendo… en uno de los países más avanzados de Asia.