La candidata deberá ser aprobada por el Senado para ocupar la vacante dejada por Ruth Bader Ginsburg, quien falleció el pasado viernes. Cuáles son sus posturas sobre temas contenciosos como el aborto y la salud pública.
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, nominará el próximo sábado a Amy Coney Barret para convertirse en la próxima jueza de la Corte Suprema del país, informaron distintos medios locales. El mandatario oficializará su decisión en una ceremonia en la Casa Blanca a las 5 PM (hora del Este local).
La candidata luego deberá ser aprobada por el Senado para ocupar la vacante dejada por Ruth Bader Ginsburg, quien falleció el pasado viernes a los 87 años. El Partido Republicano ya adelantó que cuenta con los 51 votos necesarios para hacerlo.
Este sería el tercer nombramiento de Trump durante su presidencia -después de Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh- y lograría consolidar una mayoría conservadora de 6-3 en el máximo tribunal. La tendencia podría mantenerse durante una generación, considerando que los puestos en la Corte Suprema son vitalicios y los tres jueces nombrados por Trump tienen 55 años o menos.
Barrett, de 48 años, era una de las dos favoritas a ocupar el cargo junto a la cubanoamericana Bárbara Lagoa, jueza de apelaciones del estado de Florida. Barrett fue designada por Trump para la Corte de Apelaciones del Séptimo Circuito de Chicago en 2017 y es conocida por sus opiniones conservadoras en materia religiosa.
La magistrada se presenta a sí misma como un “tipo diferente de abogada”, y considera que una “carrera legal no es más que un medio para un fin…y ese fin es la construcción del reino de dios”. Es una ferviente opositora al aborto y se ha pronunciado en contra de un aspecto central la ley de salud pública del país introducida durante la presidencia de Obama (conocida como el Affordable Care Act).
Este último aspecto podría tener un impacto significativo en el país durante la pandemia de Covid-19, considerando que el máximo tribunal celebrará audiencias sobre un caso relacionado en noviembre, poco después de las elecciones presidenciales.
La designación se llevara a cabo en el marco de una disputa entre ambos partidos acerca de la ética de la decisión. El Partido Demócrata se pronunció en contra de manera enfática, recordando que en 2016 sus contrapartes -liderados por el jefe de la bancada Mitch McConnell- evitaron que el entonces presidente Barack Obama nombrara a Merrick Garland para ocupar la banca dejada por Antonin Scalia luego de su muerte.
En ese momento los Republicanos argumentaron que, considerando que era un año electoral, el pueblo estadounidense debía decidir quien fuera el presidente que nominara al próximo juez de la corte. No obstante, aseguraron que este año la situación es diferente, algo que enfureció al partido demócrata. Distintas encuestas mostraron que una mayoría de los electores está a favor de que sea el próximo presidente quien realice la nominación.
Trump ha dicho a sus aliados que cree que Barrett, de 48 años, es una jurista inteligente, dura y conservadora, que también se vería bien durante las audiencias de confirmación televisadas, según una de las personas. Los funcionarios también toman como un dato alentador que Barrett haya sobrevivido a una dura pelea de confirmación en 2017. Entonces, el Senado la confirmó con una votación de 55-43, donde los pronunciamientos a favor y en contra fueron mayormente partidarios.
La decisión llevó a que los analistas no descarten la posibilidad de que Biden, de ganar las elecciones, aumente el número de jueces de la corte para imponer una mayoría progresista. El líder demócrata del Senado, Chuck Schumer, dijo a sus colegas que “nada está fuera de la mesa” si los republicanos reemplazan a Ginsburg y los demócratas toman la Casa Blanca y el Senado en noviembre.