El presidente de EE.UU. es mucho más ambicioso que la NASA, que aspira a poner un humano en el planeta rojo en algún momento de la década de 2030.
A Donald Trump y a sus aliados les gusta repetir la coletilla de ‘promesa cumplida’ cuando dan pasos para implementar sus compromisos con los electores. En el capítulo de la conquista del espacio, el presidente de EE.UU. lo va a tener complicado para conseguir lo que se propuso. En una teleconferencia con astronautas estadounidenses en la Estación Espacial Internacional (EEI), habló de poner a un astronauta en Marte «durante mi primer mandato o, como tarde, durante mi segundo mandato».
Los planes de la Agencia Aeroespacial de EE.UU. (NASA) son mucho más pesimistas. Según la ley sobre financiación de las operaciones espaciales de EE.UU., que el propio Trump firmó el mes pasado, la NASA prevé llegar al planeta rojo en algún momento de la década de 2030. A Trump, que ayer parecía hablar en cierto tono de broma, el plazo se le queda corto: «Vamos a tener que acelerar un poco eso, ¿de acuerdo?», le espetó a la astronauta Peggy Whitson, quien recordó que una aventura espacial de ese calibre «requiere mucho tiempo y dinero» y que necesitará de «cierta cooperación internacional».
Si los planes de Trump fueron ciertos, eso supondría que un estadounidense aterrizaría en Marte antes de enero de 2021 -cuando cumple su primer mandato- o, en el peor de los casos, antes de enero de 2025 -cuando finalizaría su segundo y último mandato-. Incluso en la segunda hipótesis, el esfuerzo tecnológico y financiero para conseguirlo sería hercúleo.
En el sector privado hay quienes lo ven como algo posible. Dos emprendedores de mucho peso -el fundador de Tesla, Elon Musk, y el de Amazon, Jeff Bezos- han dado pasos importantes en el desarrollo de un sector espacial comercial, que está camino de convertir los paseos suborbitales en algo accesible. Musk espera que su compañía, SpaceX, lidere la primera misión humana a Marte en el año 2024. Quizá se refería ayer a ellos Trump cuando dijo que tenía “muchos amigos” dedicados al negocio aeroespacial.
«¿Hay alguien listo para ir a Marte ahí arriba?», espetó el presidente a sus interlocutores en el espacio, que respondían con sonrisas.
Pero la llegada al planeta rojo no era el motivo original de la teleconferencia, organizada para celebrar que Whitson se acaba de convertir en la astronauta estadounidense con mayor tiempo acumulado en el espacio. Whitson está ahora en su tercera misión de larga duración en la EEI, donde ha completado un total de 534 días (todavía está muy lejos de los récords de cosmonautas rusos, liderados por Gennady Padalka, que cumplió 879 días en el espacio).
La conversación entre Whitson y el presidente fue retransmitida en cientos de colegios de todo EE.UU. como una forma para animar a las alumnas a optar por carreras de ciencia y tecnología. Whitson, acompañada por otro astronauta, Jack Fischer, mostró al presidente la complejidad del equipamiento en la EEI y las diferencias con la vida en la Tierra. Le contó por ejemplo, cómo bebían agua filtrada de su propia orina. «Eso mejor para ti», replicó Trump, que sufre una reconocida fobia a los gérmenes y las bacterias.