Nicolas García Mayor estudió diseño industrial y en su tesis final diseñó una casa que puede salvar millones de vidas. Fue elegido entre los 10 jóvenes sobresalientes del mundo en 2014.
Lo de Nicolás y el diseño industrial fue amor a primera vista. Supo que existía tres meses antes de inscribirse en la Universidad de La Plata. Hoy es su medio de vida, aquello que le permite “ser parte de la creación” y que lo está llevando a cumplir su meta de unir innovación con ayuda al prójimo. Su trabajo de tesis final, un refugio para personas víctimas de catástrofes naturales o guerras, va camino de ser una realidad, bendecido por Naciones Unidas y el Papa.
“El sufrimiento de los otros fue el gran inspirador de la idea”, le contó Nicolás a Clarín sobre su proyecto, al que él mismo y sus profesores definían como “raro” en los primeros esbozos. “Veía noticieros que mostraban desastres naturales y sus consecuencias para la gente y sentía que yo tenía algo para dar”, rememoró sobre las primeras imágenes que aparecieron en su cabeza, allá cuando todavía estudiaba en La Plata y necesitaba un tema para obtener el diploma. De su cabeza soñadora y su corazón solidario, surgió una estructura de respuesta inmediata que en poco más de diez minutos podría montarse en un sitio afectado por un terremoto, inundación o guerra para asistir a las víctimas. “La idea es que puedan reconstituir lo más rápido posible su vida en comunidad, dignamente y cuidando su salud” explicó sobre CMax, el habitáculo que lleva ese nombre en homenaje a su hermano menor Carlos Maximiliano.
La idea le permitió a Nicolás recibirse, después de superar años de padecimiento en los que tuvo que recurrir al trueque para sobrevivir. “No podía pagar el alquiler y le propuse al dueño de una clínica que me diera un lugar para vivir a cambio de que le realizara diseños. Viví con lo básico hasta el fin de la carrera”, recordó. Recibido, probó suerte en Europa y le fue bien, pero volvió a Bahía Blanca. Aquí armó su estudio de diseño, sin dejar de soñar nunca con hacer realidad su tesis. “Quería hacer algo útil para la sociedad”, se repetía cada noche.
Los últimos dos años pasaron muy rápido para Nicolás, que el próximo lunes 15 cumplirá 36 años. A principios de 2013, quedó seleccionado para participar en el Foro Internacional para el Desarrollo de la Ayuda Humanitaria en Washington. Allí, deslumbró a los representantes de la ONU. “Esto es lo que estamos buscando”, le dijeron al ver su refugio y lo invitaron a exponerlo en la 68ª asamblea general. “Todo se dio de una manera increíble”, reconoció Nicolás que, todavía iba a recibir un espaldarazo fundamental a su idea. “Cuando me preparaba para ir a Washington, recibo un mail del Vaticano. El Papa me invitaba a verlo”. Para él, fue tocar el cielo con las manos. “Apenas lo vi, me dijo que el producto que yo había diseñado, ya estaba bendecido y me abrazó”, recordó. Así, entre una situación de película como la de la ONU y otra “increíble” como su encuentro con Francisco, la idea cobró vida.
En esa vorágine, Nicolás fue tentado de varios lugares para trabajar. Pero el empecinamiento en desarrollar su idea en Argentina es muy fuerte y no pierde las esperanzas de concretarlo. De un contacto con el ministerio de Defensa, surgió la posibilidad de que el refugio se pueda construir en Fabricaciones Militares y el país pueda utilizarlo en los contingentes de Cascos Blancos y Azules de la ONU.
Mientras tanto, no para de dar charlas. En octubre fue reconocido como Personalidad de su propia ciudad y hace diez días en Alemania recibió su estatuilla por ser uno de los diez jóvenes sobresalientes del año, según la Cámara Junior Internacional. Aún lejos, no deja de contactarse con sus colaboradores y chicos que concurren a los cuatro comedores comunitarios que ayuda a sostener con la fundación que creó y que ahora comienza a ser solvente. Porque para Nicolás, el éxito personal, no sirve de nada, sino le sirve al otro también.