Todos los planetas y la gran mayoría de los objetos viajan alrededor del Sol en la misma dirección. Sin embargo, este cuerpo celeste es diferente: se mueve en la dirección opuesta.
Un equipo de astrónomos internacionales descubrió al primer inmigrante interestelar conocido de nuestro Sistema Solar. El asteroide, actualmente enclavado en la órbita de Júpiter, es el primero que hemos “robado” de otro sistema.
Quizás el nuevo hallazgo suene a otra historia, la de Oumuamua, el primer visitante interestelar descubierto en octubre de 2017. En ese caso, era tan sólo un “turista” que pasaba y que luego se fue. Sin embargo, terminó abandonándo el Sistema Solar. A diferencia, el recién llegado exoesteroide se ha convertido en un residente de larga duración.
Los científicos se dieron cuenta del exotismo de esta roca, bautizada como Bee-Zed, porque hace una cosa al revés. Todos los planetas de nuestro Sistema Solar y la gran mayoría de otros objetos viajan alrededor del Sol en la misma dirección. Sin embargo, este es diferente: se mueve en la dirección opuesta, en lo que se conoce como una órbita “retrógrada”.
El asteroide emigró de su estrella madre y se estableció alrededor del Sol en un entorno similar. Si Bee-Zed fuera un nativo de nuestro sistema, debería haber tenido la misma dirección original que todos los otros planetas y asteroides, heredados de la nube de gas y polvo que los formó.
Sin embargo, el equipo realizó simulaciones para rastrear la ubicación del asteroide desde el nacimiento de nuestro Sistema Solar, hace 4.500 millones de años, cuando terminó la era de la formación de planetas. Estas muestran que Bee-Zed siempre se ha movido de esta manera, por lo que no podría haber estado allí originalmente y, en efecto, debe haber sido capturado desde otro sistema.
Este descubrimiento tiene implicaciones importantes sobre nuestro conocimiento de la formación de los planetas, la evolución del Sistema Solar y posiblemente el origen de la vida misma.
Comprender exactamente cuándo y cómo se colocó Bee-Zed en nuestra galaxia proporciona pistas sobre el vivero de estrellas original del Sol y sobre el posible enriquecimiento de nuestro entorno primitivo con los componentes necesarios para la aparición de la vida en la Tierra.