Es la primera vez que se puede acceder a esta tecnología en la salud pública. Clarín habló con pacientes que sufrieron quemaduras o heridas cortantes y se recuperaron.
Guillermo Britez Neira (27) estaba a 3.800 metros de altura, en el cerro Pedro Zanni, en Mendoza, cuando empezó a sentir “mucho frío en los pies”. Esperó a llegar al campamento base para sacarse las botas: al hacerlo se dio cuenta de que tenía cinco dedos congelados. En el hospital de Uspallata le dijeron que había que cortarle tres “si o si” y que existía la posibilidad de recuperar una parte de los otros dos. Con los cinco dedos blancos y sin sensibilidad, este profesor de educación física y alpinista volvió de urgencia a Buenos Aires. “Empecé a tomar vasodilatadores y a consultar con varios médicos. Me decían que había que ver la evolución en seis meses y después definir cuánto amputar. Yo no quería perderlos”, cuenta Guillermo que en su recorrida desesperada llegó al Hospital Municipal Arturo Illia, más conocido como el Hospital de Quemados, donde lograron salvarle todos los dedos. Una cámara hiperbárica, que funciona desde hace unos meses en el centro de salud, tuvo que ver en la recuperación, según los especialistas. Es el primer hospital público que “repara tejidos” de esta manera.
Los jugadores de fútbol la usan para “aclimatarse” antes de un partido en altura y también existen tratamientos de embellecimiento en los que utilizan cámaras hiperbáricas. Sin embargo, poco se sabe sobre las posibilidades que tiene para mejorar y curar la piel dañada. Para trabajar sobre quemaduras por fuego, hielo o radiación y heridas cortantes tanto agudas como crónicas.
La cámara parece el fuselaje de un avión en miniatura, tiene dos metros de largo por 90 centímetros de diámetro. El paciente se acuesta en una camilla, ubicada en su interior, con una máscara con oxígeno. La terapia dura una hora: no duele pero puede generar malestar en los oídos como el que se siente durante el despegue de un vuelo.
El ambiente se presuriza con aire hasta llegar a 1.45 atmósferas (lo normal es estar a una atmósfera). El resto parece magia aunque tiene su explicación científica. “Al aumentar la presión atmosférica el oxígeno alcanza todos los tejidos y células independientemente de la circulación. Es decir que llega igual a sitios donde las arterias están dañadas u obstruidas. Esto hace que los tejidos se reparen más rápido”, sostiene en diálogo con Clarín Mercedes Portas, jefa de departamento de Cirugía Plástica y Quemados del hospital. Y señala que, en algunos casos, usar la cámara sirve para que la persona se recupere en menos de la mitad del tiempo previsto.
Mariana Cannellotto, que es médica clínica y presidenta de la Asociación Argentina de Medicina Hiperbárica e Investigación, suma que al reducir el tiempo de cicatrización también baja el riesgo de sobreinfección.
El caso de Guillermo sirve de ejemplo. Él vio pasar los dedos de sus pies de blanco a negro. “Me asusté mucho, pensé que tenerlos oscuros era peor, que habían muerto definitivamente. Pero no”, recuerda Guillermo, que un día se animó a retirar parte de esa piel quemada y se encontró con que abajo estaba “rosa divino”. Estudia para guía de montaña y asegura que este episodio no lo va a frenar: “La próxima voy a cuidarme más con el calzado”.
Laura Cappa (28) llegó al Hospital de Quemados con la primera falange de dos dedos amputados. “Me dedico a la pastelería, hago tortas. Pero decidí ayudar a mi marido en su metalúrgica”, cuenta. “El accidente ocurrió cuando cortaba chapa con una guillotina. Tenía unos guantes que no eran los que correspondía, puse los dedos sin querer.Con los guantes salieron parte de los dedos y mucha sangre”, dice.
En el Hospital Santamarina de Monte Grande le cosieron pero la herida se le empezó a poner negra. Preocupada y por recomendación de una amiga llegó al Hospital de Quemados. “Firmé el consentimiento para que me amputaran todo si era necesario. Al final, eso no pasó. Con un tratamiento a base de plasma rico en plaquetas y con la cámara hiperbárica salvé la segunda falange. Además, me hicieron un injerto en los dedos con la piel del brazo. Estoy muy agradecida”, agrega Laura.
“A mi esposo se le ocurrió que piel irradiada era piel quemada. Así fue que llegué a este hospital”, cuenta María Alejandra Ramírez (51). Es maestra, vive en Vicente López y en 2013 le detectaron un tumor maligno en una de sus mamas. “En el chequeo anual ginecológico me enteré. Me sacaron un pedacito, estuve con radioterapia y medicación. Seguí bien hasta diciembre de 2016 cuando tuve una recaída”, explica. “El cáncer volvió así que decidieron hacerme una mastectomía (sacar la mama). Después de unos meses me colocaron una prótesis por reconstrucción mamaria pero la zona nunca terminó de cicatrizar”, detalla María Alejandra. La pasó mal: le suturaron nueve veces la piel irradiada. “No solo pasa por lo físico. Lo emocional también es muy fuerte”, cuenta.
Como sospechó su marido, lo que tenía ella era un tipo de quemadura. “Me trataron con la cámara hiperbárica. Mejoró la piel, la cicatriz y bajó la inflamación pero, igualmente, decidieron sacarme la prótesis. Ahora voy a hacer unos meses más de sesiones en la cámara y, con la piel bien, me van a volver a intervenir. La idea es usar grasa abdominal para la reconstrucción”, precisa María Alejandra. “Después de pasar por una enfermedad así uno necesita cerrar la herida, en todos sus niveles”, cierra.