El sistema de ‘visados oro’ establecido por el Gobierno griego, el más beneficioso de la UE, ha impulsado a numerosos ciudadanos chinos a adquirir propiedades a precios muy ventajosos.
El municipio de Glyfada, al sur de la Atenas metropolitana, se sitúa a 15 kilómetros del centro de la capital, pero a miles de kilómetros mentales de la Grecia que vemos y sobre la que leemos habitualmente en los medios de comunicación. En un paseo por sus calles se hace evidente que ha sufrido la crisis, sí, pero a un nivel distinto, quizá como un país del norte de Europa, de manera mucho más moderada. Una buena parte de sus 25.000 habitantes son extranjeros, sobre todo británicos, estadounidenses, franceses… y una gran porción de clase media alta. No es de extrañar, pues el origen de su desarrollo estuvo muy relacionado con las bases militares extranjeras. Aquí se oye casi tanto griego como inglés. Y desde hace unos años, también se habla mucho, mucho chino.
Debido a la llegada y a la persistencia de la crisis económica los inversores chinos vieron automáticamente en Grecia un lugar seguro -sin crimen- y muy barato para comprar vivienda como una inversión. Las ventas de inmuebles han crecido un 60% desde el inicio de la depresión, y los nacionales chinos han tenido un papel destacado en esta subida. Con el ‘crashdel mercado griego las propiedades bajaron de valor estrepitosamente. Algunos apartamentos en el centro de la capital cuestan entre un 45 y un 60% menos que antes de la crisis. Se pueden encontrar pisos de 10.000 y 15.000 euros. Un inversor poco conocido -del que solo ha trascendido en los medios el apellido, Chao- se ha hecho con entre 600 y 650 apartamentos en el céntrico barrio de Exarchia.
Pero los compradores chinos no habrían reparado masivamente en Grecia de no haber sido por los polémicos ‘visados oro’ (“golden visas”), es decir, permisos de residencia temporales a cambio de inversiones que, como otros muchos países de Europa, implementó Grecia. Porque lo que diferencia su sistema de ‘visados oro’ del de otros países como España es que el heleno es el que tiene, con diferencia, el coste más bajo para los extracomunitarios. En Grecia, por la adquisición de un inmueble de 250.000 euros -se calcula que 300.000 con impuestos- se puede conseguir un permiso de residencia de cinco años en Grecia para el comprador y su familia, y con ello una puerta abierta al resto de la UE.
En comparación, en España y Portugal la inversión debe ser de 500.000 euros y el permiso dura dos años. Malta obliga al beneficiario del ‘visado oro’ a vivir en el país. Grecia ni eso. Tanto ha sido el éxito que el Gobierno ha abierto aún más la mano: también se puede conseguir esta visa al invertir 400.000 euros en una empresa o invertir en acciones y bonos del estado.
Entre 2013 y 2018 Grecia ha otorgado más de 3.000 visados oro. Más de 1.500 han ido a parar a chinos, frente a 400 a rusos y 380 a turcos. Grecia ya es el sexto país del mundo en inversiones inmobiliarias de nacionales chinos. Porque 250.000 euros, dicen los expertos, es una vivienda barata comparada con los precios a los que se enfrenta la clase media en Pekín.
Pisos para vivir, no para especular
Tras estas compras masivas en el centro, jugoso para la gentrificación, aparece la sombra de Airbnb. Para los habitantes más jóvenes de Atenas, la llegada de los inversores inmobiliarios chinos y los visados oro no han sido precisamente el maná. La lluvia de compradores chinos ha multiplicado los problemas que ya genera de por sí en el mercado del alquiler la plataforma en otras capitales europeas. Detrás de la compra a granel de pisos hay una operación de renovación de inmuebles para colocarlos en el portal. A pesar de la gran caída de los precios de las viviendas para comprar, los alquileres han subido alrededor de un 17% en Atenas.
Los que llegan a Glyfada para comprar, sin embargo, tienen un perfil diferente. La posición privilegiada esta localidad -en la costa sur de la región, con playas accesibles, cerca del aeropuerto-, vecina además de uno de los mayores proyectos (o pelotazos, según se mire) inmobiliarios de Grecia -el del gran complejo de 2.000.000 de metros cuadrados sobre el antiguo aeropuerto de Ellinikón con hoteles, resorts, parques y apartamentos de lujo a orillas del Egeo- atrae a muchos chinos de clase media de cara a una inversión más allá de un fin especulativo.
En Glyfada, donde los precios son más altos, las compras son más contenidas pero constantes. Al menos eso relatan los agentes inmobiliarios que operan en el municipio, donde la oferta es menos abundante. Los posibles compradores, que aparecen por decenas cada mes, llegan con dinero fresco en el bolsillo y margen de negociación, pero en absoluto verdes, sino con las ideas muy claras, los precios de mercado muy bien aprendidos y con los que es duro negociar una subida de precio. Algunos relatan cómo los que visitan sus inmuebles en venta van con los móviles en la mano revisando en cada momento los precios de mercado en el barrio que van visitando. Si el vendedor intenta colarles un precio demasiado alto, se marchan. Poco a poco cada vez más viviendas tienen un dueño chino y rico. Un Chinatown soleado.
Esto parece más bien un paso natural para China, un país con cada vez más influencia en Grecia, a la que Pekín ve como entrada natural a Europa en su nueva ruta de la seda. El boca a oreja atrae a miles de turistas chinos cada año, en número que crece en porcentajes de dos dígitos y el Gobierno chino ha comprado grandes infraestructuras como parte del puerto Pireo y del de Salónica, además de otras participaciones en empresas públicas. La influencia china ya había llegado a Grecia para quedarse, así que parecía solo cuestión de tiempo que sus ciudadanos decidieran empezar a vivir bajo el sol y las playas helenas.