“¿Compraría un carro usado a este hombre?”. Gracias a este epígrafe debajo del retrato caricaturizado de Richard Nixon, un joven e inexperto John F. Kennedy derrotó en 1960 a quien había pasado los últimos ocho años en la Casa Blanca y se hizo con la presidencia de EE.UU. ¿Qué pasaría si esa misma pregunta se hiciera hoy en Italia, a pocos días de unas elecciones legislativas, y en vez de la cara desencajada de Nixon apareciera la sonrisa de Silvio Berlusconi?
Según los últimos sondeos publicados, los habitantes del país transalpino no sólo le comprarían un carro usado al que fuera primer ministro sino que entregarían al grupo de partidos que él representa (Forza Italia, Liga Norte, Fratelli d’Italia, Noi con l’Italia) las llaves del gobierno.
Por cuarta vez en los últimos 24 años
Y eso a pesar de sus condenas por fraude fiscal —que, de hecho, le inhabilitan para ser candidato hasta 2019—, sus juicios pendientes por corrupción, los señalamientos de que tiene relaciones con la mafia siciliana, sus comentarios machistas e incluso la preocupación que genera en las cancillerías europeas.
De hecho, a más de un tercio de la población italiana todo esto no parece importarle.
Las encuestas estiman para la coalición de centro-derecha, guiada por el magnate de las telecomunicaciones, un 37% de consenso, mientras que la de centro-izquierda se quedaría en un 27,5% y el Movimiento 5 Estrellas —fundado por el humorista Beppe Grillo— tendría el 27% de los votos.
Entonces ¿cuál es el secreto de la eterna juventud política de este empresario multimillonario que cumplirá 82 años en septiembre?
“Sus dotes carismáticas de líder y sus capacidades de apaciguamiento para aquella parte del electorado que está asustado y tiene escasas confianza en la recuperación del país”, responde Massimiliano Valerii, director de investigación del Censis, el instituto de estudios sociológicos más prestigioso de Italia.
“Sus mensajes encuentran tierra fértil en los estratos sociales más bajos de la sociedad, agotados por la larga crisis económica que duró entre 2008 y 2014”.
Recuperación económica, no para todos
Y eso que en los últimos tiempos los indicadores económicos mejoraron notablemente. El Producto Interior Bruto (PIB) creció un 1,5% en 2017 y la Unión Europea augura otro tanto de aumento para este año (eso sí, la tasa será la más baja de la UE).
Crecen asimismo las inversiones (un 3%, según el Instituto Nacional de Estadística, Istat) y brillan las exportaciones que caracterizan al Made in Italy: moda, maquinaria, diseño y productos alimentarios. Al mismo tiempo, el Censis ilustra que el consumo de los italianos también incrementó en los tres últimos años.
“La recuperación económica es evidente”, asevera Valerii, “pero la sociedad italiana está atravesada por una profunda crisis inmaterial. Italia es un país sumergido en el rencor y está estancada en el resentimiento”.
Muchos analistas coinciden en apuntar como causa de este rencor a la desigualdad económica y social, causadas por un lado por una repartición asimétrica de los dividendos de la recuperación económica y, por el otro, por un bloqueo social que dura ya desde hace más de 20 años.
Un país inmóvil y estancado
Según un reciente estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en Italia la movilidad social se encuentra entre las más bajas de los países industrializados.
Y en los últimos años fue la nación de la OCDE en la que los sueldos más altos aumentaron más, mientras que los de los trabajadores con salarios bajos y medios disminuyeron más.
Pero no se trata sólo de economía. Las desigualdades en el ámbito educativo también aumentaron. El hijo de un padre graduado, de hecho, tiene 30% más de probabilidad de llegar a la universidad que el hijo de padres con un nivel de educación más bajo.
Esta disparidad, a su vez, da como resultado una desigualdad de ingresos.
Según el análisis “And Yet, It Move”: Intergenerational Economic Mobility in Italy(“Y aún así se mueve”: movilidad económica intergeneracional en Italia) publicado en mayo de 2017 por varios economistas, por cada 100 nacidos en familias con un ingreso superior a 50.000 euros (unos US$61.400), “al menos 35 mantendrán la posición de los padres como adultos”.
Sin embargo, de entre los hijos de familias con ingresos más bajos (menos de 15.000 euros, unos US$18.000), solo el 10% llegará a estar entre aquellos que ganan más de 50.000 euros.
No es país para jóvenes…
Se completa así el círculo vicioso del rencor al que apunta Valerii y que parece estrangular al país, sobre todo a sus jóvenes, según señala el director de investigación del Censis, de quienes dice son “los más perjudicados por los acontecimientos de las últimas décadas”.
Según la Oficina Europea de Estadística (Eurostat), el desempleo en los jóvenes italianos de entre 15 y 24 años es del 32,7%, el tercero más alto en Europa después de Grecia y España.
Y cada vez son más los que buscan trabajo fuera del Belpaese, expresión con la que se suele referir al país en referencia a su belleza cultural y paisajística.
Así, entre 2006 y 2017 los italianos registrados en el extranjero (sobre todo en Reino Unido, Alemania y Francia) aumentaron un 60% y hoy son unos 5 millones, tantos como los inmigrantes que viven en Italia.
…ni para mujeres
Peor aún es la situación para las mujeres. Las ocupadas son menos de la mitad de la población femenina y la falta de servicios de apoyo a la maternidad influye también en la escasa natalidad.
En 2016 nacieron unos 470.000 niños, 100.000 menos que en 2008. La tasa de fecundidad es de 1,34 hijo por mujer, uno de los más bajos del mundo.
“Ni durante las dos guerras mundiales nacieron tan pocos hijos en Italia”, apunta Valerii.
Al mismo tiempo, las mujeres italianas son las que tiene el primer hijo más tarde en Europa: después de los 30 años en promedio.
Del rencor al rechazo
“El colapso del ascensor social aumenta el rencor y la falta de confianza en el sistema político”, dice Valerii.
“Y el rencor es muy distinto al conflicto social. Hoy en día se convierte en simple rechazo”.
Un sentimiento que, en parte, está a la base del auge de los partidos de derecha y ultraderecha abiertamente xenófobos, que usan la inmigración como blanco fácil para todos problemas.
Algunos, como Casa Pound, ya entraron en los consejos de ayuntamientos importantes, como el de Ostia —cerca de Roma—, y, según algunos sondeos, se acercan al umbral mínimo del 3% para entrar en el Congreso.
“En Italia también hay los forgotten men (los olvidados) que auparon a Trump a la presidencia de EE.UU. u otros en otros países europeos, por los que levantaron muros y alambres de púas para evitar la llegada de los refugiados”, explica Valerii. “Y es a ellos a quienes se dirige Berlusconi con sus mensajes apaciguadores”.
Es un análisis compartido por Emanuele Felice, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Pescara, en la Italia central, y reputado analista político.
“El elector que se decanta por Berlusconi es anciano, con un buen poder adquisitivo y con escasa formación”, describe.
“Sin embargo”, matiza Felice, “creo que Berlusconi perdió esa influencia que tenía en el pasado. Su partido, respecto a la anteriores elecciones, perderá muchos votos y sus posibilidades de ganar residen en su alianza con la Liga Norte”.
Y concluye “el de Berlusconi es el único gran partido conservador de Europa que se alió con alguien abiertamente en contra del euro. Eso aumentó sus posibilidades de ganar las elecciones”.
Además de posicionarse en contra del euro, la Liga Norte se convirtió en el adalid en Italia de las restricciones a la inmigración y a la multiculturalidad y es uno de los referentes de la derecha xenófoba europea, a la par que el Frente Nacional francés y AdF en Alemania.
Su líder, Matteo Salvini, ya anunció que si formación política supera en votos a la de Berlusconi, se propondrá para guiar el gobierno de centro-derecha.
¿Qué pasa con las otras fuerzas políticas?
Al malestar social y al enfado por unas instituciones y unos poderes anquilosados apela también el Movimiento 5 Estrellas (M5S), fundado por el humorista Beppe Grillo y liderado por Luigi Di Maio, un joven de 32 años sin más experiencia que la de diputado en la pasada legislatura (fue el vicepresidente del Congreso más joven en la historia de la República italiana).
El M5S está formado por corrientes políticas heterogéneas, que tienen como aglutinador el llamamiento difuso a valores como la honestidad, la transparencia y la renovación de la clase dirigente. Sin embargo, parecen carecer de una visión unitaria de cómo gobernar el país.
Los sondeos lo sitúan como primer partido, pero al no querer formar parte de ninguna coalición, parece destinado a ocupar los escaños de la oposición.
A la coalición de centro-izquierda, donde el Partido Demócrata detiene la golden share, puede haberle pasado factura la experiencia de gobierno de los últimos cinco años.
Su líder, Matteo Renzi, después de perder el referéndum constitucional sobre el cual había apostado sus fichas políticas y no haber sido capaz de llevar a cabo la rottamazione (el desguace) de la clase política que había prometido, se ve cuestionado incluso en su mismo partido.
Sin embargo, el actual primer ministro, Paolo Gentiloni, de la misma formación política, goza de una amplia popularidad, pero de escasa fuerza en el partido.
Los posibles escenarios
Entonces ¿cuáles son los escenarios más probables para las elecciones del 4 de marzo?
Escenario 1: que Berlusconi gane y elija a un presidente entre los dirigentes afines, como el actual líder del Parlamento Europeo, Antonio Tajani. Es el que indican los sondeos, teniendo en cuenta que la cuota de indecisos sigue siendo alta y que la abstención podría rozar el 40%.
Escenario 2: que a causa de los vericuetos de la nueva ley electoral ninguna de las tres fuerzas políticas consiga la mayoría en las dos cámaras y que, ante la imposibilidad de formar gobierno, el presidente de la República, Sergio Mattarella, decida repetir las elecciones.
Escenario 3: que se forme una coalición poselectoral entre Forza Italia y el Partido Demócrata como ya pasó a mitad de la legislatura pasada, y se elija como presidente del gobierno alguna figura como, por ejemplo… Gentiloni.
Otra vez en la historia italiana aflora esa máxima proferida por el Principe de Salina en la novela Gattopardo: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.