Se impuso el rechazo a un acuerdo con Ucrania en una consulta no vinculante convocada por un grupo de euroescépticos.
El mensaje fue límpido tanto para Bruselas como para La Haya: aunque los resultados del referéndum de anteayer en Holanda no sean vinculantes, aunque la participación haya alcanzado apenas el 30% requerido y los holandeses hayan votado contra un simple acuerdo de asociación entre la Unión Europea (UE) y Ucrania, la aplastante victoria del no (61,6%) es una muy mala noticia para todos.
Técnicamente, los holandeses que votaron se pronunciaron por un acuerdo de 2135 páginas firmado en 2014, que es a la vez un acuerdo de asociación y de libre comercio. La reducción de esas barreras comerciales afectará a una gran cantidad de productos como, por ejemplo, el precio de los duraznos.
Hace dos años, ese mismo tratado fue el detonante de una sublevación popular en Kiev, que derrocó al entonces presidente ucraniano Viktor Yanukovich, por haber cedido a las presiones del Kremlin para que se negara a firmarlo. La revolución de Kiev decidió a Rusia a anexar Crimea y empujó a los separatistas prorrusos a lanzar una sangrienta guerra civil en la región de Donbass, apoyados por el Kremlin. El nuevo régimen prooccidental que gobierna el oeste del país decidió finalmente firmar ese tratado.
Decir que la votación en Holanda fue una auténtica bofetada para los ucranianos proeuropeos que hace dos años hacían flamear la bandera azul con estrellas amarillas de la UE en la plaza Maidan es poco.
El presidente de Ucrania, Petro Porochenko, condenó la realización del referéndum, lo calificó de “ataque a los valores europeos” y prometió seguir trabajando a favor de la integración.
Pero es obvio que a ningún holandés le preocupaban demasiado las tarifas aduaneras aplicables a los duraznos. El tratado UE-Ucrania fue simplemente el pretexto para que un grupo de periodistas euroescépticos, que trabajan en el sitio anarquista-satírico GeenStijl, usaran por primera vez una nueva ley de referéndum votada el año pasado.
GeenStijl reunió las 300.000 firmas necesarias para llamar a referéndum con el objetivo de demostrar el descontento general contra la UE. Con ese objetivo, la campaña se transformó en poco tiempo en una auténtica pelea en torno a temas que iban desde la UE o el actual gobierno holandés hasta la relación entre Holanda y Rusia.
Ésta no es la primera vez que los holandeses le dan la espalda a la UE. En 2005, también en referéndum, y con la ayuda de los franceses, hicieron fracasar el proyecto de constitución europea.
Esta vez, en todo caso, no será así con el acuerdo con Ucrania. La consulta de anteayer no era vinculante para el gobierno, aun cuando la participación consiguió superar el 30% requerido para que los dirigentes holandeses le presten atención. Por otra parte, aunque el acuerdo es por el momento “provisorio”, se necesitaría un rechazo unánime de los 28 miembros del bloque, una decisión extremadamente improbable.
Pero lo importante de ese no pronunciado por el 61% de los votantes son las consecuencias que tendrá en la política europea.
“El simple hecho de que se haya producido demuestra que los movimientos anti-Europa están decididos a aprovechar las dudas de muchos ciudadanos sobre la calidad de la democracia y la responsabilidad de los gobernantes en el seno del bloque”, analizó el politólogo francés Roland Cayrol. A su juicio, los sectores euroescépticos intentarán cada vez con más frecuencia debilitar a la UE y a su clase dirigente.
Esos movimientos populistas europeos, como el Frente Nacional (FN) en Francia, el Partido de la Libertad holandés o el UK Independence Party (UKIP) en Gran Bretaña, interpretan los resultados del referéndum como un auténtico levantamiento popular contra la UE y, en particular, contra una eventual ampliación hacia el Este. Un argumento falaz, pues Ucrania no es candidata a la adhesión.
Pero a menos de 100 días del referéndum sobre el Brexit, que decidirá si Gran Bretaña permanece o abandona la UE, ese no masivo fue recibido por los antieuropeos como una bendición. “El voto holandés fue la entrada. Nuestro voto será el plato principal”, declaró Nigel Farage, líder del UKIP.