El hombre, que sufre atrofia muscular espinal, quiere unir esta parte a un cuerpo sano.
Un ruso aquejado de atrofia muscular espinal (AME), grave enfermedad genética que ataca las neuronas motoras, quiere someterse a una controvertida operación en la que su cabeza sería trasplantada a un cuerpo sano, uniéndola por la espina dorsal.
Según informan medios rusos, el programador Valeri Spiridónov se puso en contacto con el médico italiano Sergio Canavero, quien cree que es técnicamente posible practicar la operación en el 2016.
“Esta es mi decisión final y no pienso cambiarla. ¿Miedo? Claro que lo tengo, pero si no lo intento mi futuro puede ser aún peor”, reveló el paciente, de 30 años.
El tiempo juega en contra de Spiridónov, que empeora cada día y ha superado ya la esperanza de vida para personas con su enfermedad. “He recibido la invitación del doctor Canavero, que está de acuerdo en realizar la operación. Ahora lo importante es encontrar los medios para participar”, señaló Spiridónov.
Canavero quiere reunir a un equipo de 150 especialistas y enfermeras para llevar a cabo la cirugía, que se estima costaría algo más de 10,3 millones de euros.
Entre los precedentes de una operación similar está la que se produjo en 1970, cuando Robert White, de la Universidad de Medicina Case Western Reserve, trasplantó la cabeza de un simio al cuerpo de otro. Ocho días después el animal murió. Antes los chinos habían tratado de hacer lo mismo con perros.
De acuerdo con Carlos Francisco Fernández, asesor médico de EL TIEMPO, en teoría este tipo de procedimientos permiten pensar que son posibles, gracias a los avances tecnológicos, con una gran excepción: aún no se ha podido encontrar la forma de pegar las médulas espinales (o sistema nervioso central) de la cabeza y el cuerpo, y lograr que se conviertan en una, funcionalmente apta.
Así las cosas, el trasplantado quedaría expuesto a una potencial o real cuadriplejia; en otras palabras, la cabeza estaría unida y nutrida por un cuerpo en buen estado, que no se movería ni sentiría.
Desde el plano ético hay que despejar la duda de qué es lo que se trasplanta: ¿El cuerpo o la cabeza? Hecho el procedimiento, ¿se mantiene la identidad de la persona dueña de la cabeza? “El reto es enorme desde los planos médico, técnico y ético”, dijo Fernández.