Apunta a combatir los déficits que arrastran desde la secundaria para evitar un salto al vacío
Tras seis años en la escuela secundaria, pisar una facultad ya implica un cambio gigante. Rendir el primer examen de nivel universitario, ni hablar. Ese parcial, que desnuda todas las falencias que los alumnos traen del colegio y pone a prueba su personalidad, en decenas de miles de casos se transforma en un revés que, sin ayuda, es muy difícil revertir.
Es por ello que la facultad de Económicas de la UNLP, desde su Unidad Pedagógica, organiza hasta dos veces por año el “taller de preparación de exámenes”. Una propuesta cada vez más valorada por los chicos y chicas, indicó la coordinadora de la UP, Fernanda Barranquero, destinada a impartir la que define como “enseñanza omitida”.
“Muchísimos estudiantes desaprueban pese a que estudiaron. La cuestión es cómo estudiaron y cómo se pararon frente al examen. A veces juegan cuestiones como una mala organización del tiempo, una errónea interpretación de las consignas, no revisar antes de entregar, utilizar escritura “privada” en lugar de académica”, enumera Barranquero. Es la “enseñanza omitida” en el nivel medio.
Consigna que la extensión de los textos y su complejidad, por tratarse de textos académicos que a veces los profesores escriben para colegas y no para alumnos, son dos de los déficit más comunes que se arrastran del nivel medio.
“En el secundario tenía 12 materias y leyendo un poco aprobaba todas, ahora tengo tres y no llego a estudiar ni siquiera una. Ese planteo es muy común entre ingresantes, y está directamente relacionado a la extensión y características de los textos, dos temas clave que se trabajan en el taller”, apunta.
Subraya que “la demanda de trabajo intelectual exige más tiempo, regularidad y sistematización. Leyendo apuntes unos días antes no van a aprobar”, señala.
Todo ello podría resumirse en dos ejemplos. “A la hora de estudiar, los textos todos subrayados son comunes e indican una dificultad de comprensión de las ideas centrales. Al momento de rendir, es común que un alumno escriba todo lo que sabe sobre un tema pese a que la pregunta es muy concreta”, dice y apunta que ahí entra el tema de las “expectativas”.
Una cuestión fundamental, puntualiza, es que sepan que detrás de las consignas de un examen siempre hay expectativas docentes. “El profesor no pretende que el estudiante le diga todo lo que sabe, sino que responda lo que le está preguntando. La imposibilidad de interpretar una pregunta también tiene que ver con las enseñanzas omitidas”, realza Fernanda.
Estudiar con el programa en la mano es otra cuestión que les cuesta incorporar, agrega, para indicar que “la Unidad Pedagógica trabaja en dos sentidos; no sólo con los alumnos sino también con los profesores, brindándoles herramientas para generar una mejor comunicación con los chicos, implementar metodologías innovadoras en el aula, acercarse a los jóvenes de otra manera”.
Barranquero recuerda que “nuestra primera experiencia tuvo unos diez anotados, de los cuales vinieron cinco. Hoy ese número se triplicó, y además tenemos mucha demanda de los docentes. En esos casos vamos al curso, observamos las clases y brindamos apoyo al profesor. Se generó un interesante ida y vuelta”, destaca.
¿Cómo se encara el taller? “Primero revisamos las experiencias que tienen los alumnos en materia de evaluaciones y comenzamos a contrastarlas con el nivel universitario. Luego abordamos los distintos formatos de pruebas, las de desarrollo, el multiple choice. Trabajamos mucho sobre la comprensión de las consignas. Y también la organización del tiempo, la lectura y comprensión, y la escritura académica”, remata la coordinadora de la UP y de una singular iniciativa que tiene un segundo capítulo en caso de que un chico repruebe: el taller “Desaprobé. ¿Y ahora qué?”.