Un simulador para entrenar anestesiólogos

Permite reproducir situaciones médicas como en la aviación.

simulador-para-anestesistasLa figura que está tendida en la camilla tapada con una sábana es ciertamente un hombre. Abre y cierra los ojos, tiene la boca abierta y su pecho se expande y se contrae con cada respiración. El antebrazo ofrece la resistencia elástica de una masa muscular joven. Un médico se acerca y extrae lo que parece ser una muestra de sangre de los vasos en la parte interior de su codo. Inmediatamente, acerca el transductor para hacerle una ecografía y verificar si hay hemorragia interna. La imagen en la pantalla lo confirma. La vida del paciente corre riesgo. Los parámetros vitales se deterioran. La tensión del equipo médico se palpa en el aire. Hay que intubar.
Afortunadamente, esta escena frenética no ocurre en el quirófano de un hospital de Buenos Aires, sino en una de las salas del Centro de Simulación de la Asociación Argentina de Anestesiología, donde se entrenan unos 70 nuevos residentes por año.
“Aquí reciben una atención prácticamente personalizada en clases teóricas y prácticas -cuenta Mario Valotta, subsecretario científico y tecnológico de la Asociación, jefe de Anestesiología de Cemic y director del Centro de Simulación-. La residencia dura entre cuatro años y medio y cinco. Nuestro curso está avalado por la Universidad de Buenos Aires.
Desde 2010, el centro fue agregando salas y hoy permite ensayar las más variadas situaciones y prácticas médicas, incluyendo el parto. La réplica de la mujer dando a luz es tan exacta que se pueden hacer ecografías y hasta incluye la expulsión del bebe ¡con las quejas y sonidos de la mama!
A la manera en que se entrenan los pilotos de avión, el simulador ayuda no sólo a la formación, sino también a la evaluación de los futuros anestesiólogos, que deben actuar como si estuvieran en el escenario real.
“Preparamos cuadros con distinto nivel de complejidad y podemos no sólo someter a prueba el conocimiento de los residentes, sino también observar sus emociones, que pueden ser determinantes en un momento de máxima presión -dice Valotta-. Cómo se comunican con el cirujano, con la instrumentadora… De hecho tenemos reportes de accidentes graves con residentes que tuvieron las mejores calificaciones y que fallan en ese tipo de habilidades que se llaman “no técnicas” y que sí se pueden obtener en un simulador.”
Para lograr la máxima verosimilitud, junto con los especialistas trabajan un bioingeniero, una maquilladora, un técnico de efectos especiales y, en ocasiones especiales, hasta pueden solicitar la participación de actores. El cirujano recibe instrucciones por medio de un audífono para ajustar su actuación a las habilidades que se quiere medir.
Ariel Bonardi, bioingeniero graduado en la Facultad de Entre Ríos, destaca la exigencia de la tarea para lograr un realismo adecuado. “Los cursos demandan mucha preparación -asegura-. No tiene que haber fallas porque si no el médico no «compra» lo que está pasando y [cuando entra a la sala] se encierra en una realidad paralela. Es asombroso cómo se compenetran. Y además deben soportar la carga adicional de que todo lo que hacen está siendo registrado y están siendo evaluados por sus pares.”
“Cuando yo era residente -agrega Valotta-, había pocos maestros y muy poca literatura, navegábamos entre tinieblas. Para mí es muy traumático cuando uno ve a los muchachos de primer año entrar temblando al quirófano, se llevan todo por delante… Para hacer anestesia regional [para dormir un brazo, por ejemplo], hay que localizar el nervio por medio de una ecografía e inyectar con mucha precisión la anestesia. Requiere una particular destreza y coordinación entre ambas manos, y se hace con el paciente despierto. Sufrimos todos: el residente, yo, la persona que se va a operar. ¿Por qué antes no practicamos con un aparato? La idea de un simulador es que uno aprenda de sus propios errores.”
Este año se pusieron a prueba los beneficios del uso del centro de simulación cuando los residentes de la Asociación Argentina de Anestesiología participaron en el Examen Europeo de Anestesiología y Cuidados Críticos (OLA, por online asessment), una evaluación muy bien validada que se toma a la misma hora en todo el mundo.
“Fue muy interesante porque pudimos medir en qué nivel estamos -afirma Valotta-. Era una prueba difícil y la verdad es que nos fue muy bien. De los que se presentaron, sólo uno no aprobó.”