Un día se le ocurrió abrir una guardería en una de las ciudades más pobres de Francia. Quería ayudar a las mujeres a salir del gueto. Pero los islamistas intentaron expulsarla de la urbe por no atenerse a sus exigencias; los sindicatos la atacaron por despedir a una supuesta salafista; los partidos políticos la olvidaron para no perder el ‘voto musulmán’… Esta la historia de una mujer tenaz que se enfrentó a todos.
La chilena Natalia Baleato es la heroína involuntaria de la lucha por la laicidad y la defensa de los valores republicanos en Francia. La guardería que fundó hace 24 años se ha convertido en un baluarte contra el empuje del comunitarismo y el salafismo rampante en los barrios pobres del país.
Baby Loup nació en 1991 en la localidad de Chanteloup-les-Vignes, a menos de 30 kilómetros de París. Baleato, comadrona de profesión, creó la primera guardería de Francia abierta las 24 horas del día y los siete días de la semana. Con un 80% de sus fondos de procedencia pública, el centro se convirtió en un ejemplo: las parejas de ese suburbio pobre y de otros barrios circundantes tenían al fin la posibilidad de dejar a sus hijos al cuidado de una profesional mientras ejercían sus trabajos con horarios variables.
Para las numerosas mujeres solteras, divorciadas o abandonadas que se ocupaban de sus hijos solas, Baby Loup suponía la posibilidad de aspirar a una autonomía profesional y abandonar una existencia sustentada en los subsidios sociales. Además, Baleato se preocupaba también de ofrecer formación profesional a esas mujeres de barrios deprimidos, en los que los estudios o el trabajo son lujos inalcanzables.
La osada apuesta de Baleato empezó a torcerse a medida que Chanteloup-les-Vignes se transformaba sociológicamente con la llegada masiva de inmigrantes durante los años 90 y 2000. Junto a la pequeña ciudad histórica creció brutalmente un ejemplo de la triste banlieue parisina que se erigió en la segunda urbe más pobre de Francia. Nada menos que 55 nacionalidades diferentes, con sus correspondientes creencias religiosas y culturales, coexisten en una aglomeración convertida en gueto por el abandono de los servicios del Estado y por la desidia de unos políticos, de todo signo, que prefieren cerrar los ojos y ceder territorios de la República al oscurantismo.
El velo islámico como arma
Los estatutos de Baby Loup dejaban claro “la neutralidad religiosa, política y filosófica” del centro. La prevención tenía sentido. Una de las primeras empleadas de la guardería, que se reincorporaba tras seis años de permisos de maternidad, se presentó a trabajar con hijab, el velo islámico que cubre todo el cuerpo y deja al descubierto solo una parte del rostro. Después de baldíos intentos de hacerle entrar en razón, de pedirle respetar lo que ella misma había aceptado años antes (es decir, la neutralidad y el grado cero del proselitismo en la primera infancia), Fátima Afif pidió una indemnización de 120.000 euros para dejar su empleo, su verdadero objetivo. La cifra habría supuesto el cierre de Baby Loup, pero Baleato no tuvo más remedio que desprenderse de la recién convertida.
En 2008 se inició la batalla jurídica que ha mantenido enfrentados a los defensores de la estricta laicidad en las guarderías con los comprensivos hacia el comunitarismo y los salafistas, que han convertido barrios enteros de Francia en tierra conquistada para su causa. Al mismo tiempo, las amenazas físicas y psicológicas contra los trabajadores de la guardería se multiplicaron: insultos, neumáticos pinchados, carrocerías dañadas… En paralelo, las exigencias comunitaristas se disparaban: padres que exigían que se despertara a sus hijos de la siesta a la hora del rezo, comida halal (permitida por la religión musulmana) para unos, prohibición de carne de vaca para otros…
En ocho años, el caso Baby Loup ha sido protagonista de cinco decisiones de diferentes tribunales, dos de ellas del de Casación, caso insólito en la historia judicial de Francia. La última sentencia daba la razón a Natalia Baleato, pero Afif ha asegurado que recurrirá a instancias europeas.
Los políticos, a la caza del ‘voto musulmán’
En conversación telefónica con El Confidencial, Baleato subraya que Baby Loup cristaliza no sólo la resistencia ante el integrismo religioso y la lucha por la emancipación de las mujeres en los barrios pobres, sino también los ataques de sectores como los sindicatos, que se oponen a la liberalización de los horarios de trabajo (acusaron a Baleato de “ultraliberal”) o el olvido de los políticos obsesionados en capturar el llamado voto musulmán. De ahí, el escaso apoyo oficial que ha recibido Baby Loup. Un nulo respaldo que contrasta, como subraya Natalia Baleato, con el 85% de franceses que apoyan la laicidad y están en contra de la influencia religiosa en guarderías e instituciones educativas públicas.
El abandono de la izquierda francesa en esta batalla diaria se hace más duro para una refugiada política que llegó a Francia después de huir del régimen de Pinochet en 1973 y, más tarde, de su exilio argentino, tras el golpe militar que encaramó a Jorge Videla al poder. Baleato tiene su explicación: “La postura de la izquierda francesa y de muchos pensadores obedece, en mi opinión, a las corrientes multiculturalistas de moda en los años 80 entre los intelectuales de este país. Yo soy una simple comadrona que lleva 25 años trabajando en una guardería, no tengo grandes teorías sobre ello, pero creo que con el multiculturalismo intentaban oponerse a la política oficial de asimilación de aquella época”.
Los políticos, a la caza del ‘voto musulmán’
En conversación telefónica con El Confidencial, Baleato subraya que Baby Loup cristaliza no sólo la resistencia ante el integrismo religioso y la lucha por la emancipación de las mujeres en los barrios pobres, sino también los ataques de sectores como los sindicatos, que se oponen a la liberalización de los horarios de trabajo (acusaron a Baleato de “ultraliberal”) o el olvido de los políticos obsesionados en capturar el llamado voto musulmán. De ahí, el escaso apoyo oficial que ha recibido Baby Loup. Un nulo respaldo que contrasta, como subraya Natalia Baleato, con el 85% de franceses que apoyan la laicidad y están en contra de la influencia religiosa en guarderías e instituciones educativas públicas.
El abandono de la izquierda francesa en esta batalla diaria se hace más duro para una refugiada política que llegó a Francia después de huir del régimen de Pinochet en 1973 y, más tarde, de su exilio argentino, tras el golpe militar que encaramó a Jorge Videla al poder. Baleato tiene su explicación: “La postura de la izquierda francesa y de muchos pensadores obedece, en mi opinión, a las corrientes multiculturalistas de moda en los años 80 entre los intelectuales de este país. Yo soy una simple comadrona que lleva 25 años trabajando en una guardería, no tengo grandes teorías sobre ello, pero creo que con el multiculturalismo intentaban oponerse a la política oficial de asimilación de aquella época”.
Comunitarismo contra la República
Efectivamente, en un país donde el laicismo es uno de los pilares de la convivencia, la presión comunitarista de izquierdistas en busca de votos, de modernos políticamente correctos y de intelectuales huérfanos de causa ha provocado que la laicidad se vea como algo pasado de moda, rancio e incluso hortera. Y algunos plumillas de la prensa que da lecciones de moral, ávidos de likes y retuits, descalifican a los laicos con el término peyorativo de “laicards” y les acusan de manipular a Natalia Baleato.
Manuel Valls fue el único político que desde la izquierda salió en apoyo de Baby Loup, pero antes de que los socialistas llegaran al poder. A partir de entonces, silencio. En la Francia deprimida y desmoralizada, la izquierda ve en los millones de ciudadanos franceses de creencia musulmana un caladero que compense el vacío dejado por el antiguo voto obrero, ahora en las redes de Marine Le Pen. Aunque ello signifique tener que hacer la vista gorda con guarderías públicas donde las niñas menores de tres años ya llevan velo, como en la ciudad de Trappes. Eso sin olvidar la separación por sexos en las piscinas municipales de Lille, medida autorizada por la alcaldesa socialista –y gran crítica del social-liberalismo Hollande/vallsiano–, Martine Aubry.
Natalia Baleato teme que la penetración del islamismo radical pueda poner fin a la convivencia y cita como ejemplo las presiones que sufrió de madres y padres que exigían un trato diferenciado para sus hijos, según las creencias religiosas. “Si hubiera que hacer caso a cada religión y a cada creencia cultural, habría que colocar a los niños en diferentes mesas: una musulmana, otra cristiana, otra judía, otra de testigos de Jehová… es decir, oficializar la segregación. El comunitarismo es vivir uno al lado del otro, pero no juntos. Es un fracaso en la convivencia social, que exige vivir juntos con leyes comunes para todos”.
…Y Baby Loup tuvo que abandonar Chanteloup-les-Vignes
Natalia Baleato instaló su guardería en una localidad paupérrima, para ayudar a las familias pobres y a las mujeres de esos barrios a emanciparse. Su intención no era ni mucho menos convertirse en una figura de la resistencia al oscurantismo religioso. Para ella, la mujer sigue siendo su principal preocupación y, en ese sentido, denuncia que Francia asiste a una regresión que, con excusas “naturalistas”, como la importancia de la leche materna, los pañales lavables y las comidas individualizadas, lo que intenta es que la mujer se quede atrapada en casa. Los enemigos de la libertad empiezan cercenando, en primer lugar, la de las mujeres y ahí las religiones, y especialmente el integrismo islamista que gangrena Francia, tienen un objetivo prioritario.
Baby Loup tuvo que abandonar Chanteloup-les-Vignes y abrir su nueva sede en otra ciudad de la periferia de París, Conflans-Sainte-Honorine. El nuevo alcalde de la localidad, miembro de la derecha sarkozista, le rebajó la subvención nada más tomar posesión de su cargo. La guardería modelo de Natalia Baleato está endeudada tras el traslado y las batallas judiciales. A la presión religiosa le sucede la político-económica. El jardín de infancia ha hecho un llamamiento a los ciudadanos para poder sobrevivir. Los masones del Grand Orient de France han aportado 50.000 euros, una cifra que representa un 20% de la deuda de Baby Loup.