La tensión entre Kosovo y Serbia se intensifica mientras se acercan las elecciones legislativas de febrero.
La tensión entre Kosovo y Serbia se intensifica mientras se acercan las elecciones legislativas de febrero, en un clima marcado por una escalada de incidentes en el norte del país. Hace menos de un mes, el primer ministro Albin Kurti advertía en un encuentro con El Mundo sobre posibles intentos de desestabilización antes de los comicios, que, según las encuestas, favorecerían a su partido, Vetëvendosje. El viernes por la noche, una explosión en Zubin Potok dañó un canal de agua clave para el suministro y la producción de energía, elevando aún más las tensiones. El gobierno kosovar calificó el ataque como un “acto criminal y terrorista” y acusó directamente a Serbia, mientras que Belgrado rechazó categóricamente las acusaciones.
La explosión, ocurrida cerca de la ciudad de Zubin Potok, dañó un canal que suministra agua a dos centrales eléctricas de carbón responsables de generar la mayor parte de la electricidad de Kosovo. Además, el canal abastece de agua potable a cientos de miles de personas en el norte del país. Las instalaciones están gestionadas por la Corporación de Energía de Kosovo (KEK, por sus siglas en albanés), principal proveedor de energía del país balcánico.
Los medios locales difundieron imágenes que mostraban parte del canal destruido, con fugas de agua y una notable presencia policial en la zona. Faruk Mujka, director de la compañía de aguas Ibar-Lepenci, declaró al portal de noticias Kallxo que un artefacto explosivo había dañado el muro de un puente por donde pasan las canalizaciones de agua que alimentan las centrales eléctricas.
En un discurso televisado poco después del ataque, Albin Kurti denunció el incidente como “el más grave contra infraestructura crítica desde el final de la guerra” y señaló a “bandas organizadas dirigidas por Serbia”. “Se trata de un ataque criminal y terrorista con el objetivo de destruir nuestras infraestructuras críticas”, afirmó.
El gobierno de Pristina emitió posteriormente un comunicado reiterando estas acusaciones y sugiriendo que el ataque había sido “orquestado por el Estado serbio”.
En respuesta al ataque, las fuerzas especiales de la policía kosovar llevaron a cabo una operación en la que detuvieron a ocho personas, incluidos varios ciudadanos serbios y el periodista Duan Milanovi, propietario del medio digital Kosovo Online. Durante la redada, las autoridades confiscaron armas, uniformes militares y explosivos.
El ministro del Interior, Xhelal Svecla, confirmó la detención de Milanovi, asegurando que fue arrestado por su presunta implicación en actividades ilegales y no por su labor periodística. “Garantizo que ningún ciudadano inocente será objeto de las acciones policiales”, declaró. Sin embargo, el gobierno serbio calificó la detención como un ataque contra periodistas serbios y acusó a Pristina de utilizarla como una herramienta para intimidar a la comunidad serbia en Kosovo.
El presidente serbio, Aleksandar Vui, rechazó categóricamente las declaraciones de Kurti, calificándolas de “irresponsables y carentes de fundamento”. Según Vui, las acusaciones buscan “empañar la reputación de Serbia” y desestabilizar la región. Además, Serbia pidió una investigación internacional independiente para esclarecer los hechos.
El ministro de Relaciones Exteriores de Serbia, Marko Djuric, afirmó en un comunicado que “acciones destructivas como estas amenazan la frágil estabilidad que estamos esforzándonos por mantener”. Por su parte, el principal partido político serbio en Kosovo, Lista Serbia, condenó el ataque y solicitó una investigación que determine los responsables.
La comunidad internacional condenó rápidamente el incidente, subrayando la sensibilidad del momento en la región. La embajada de Estados Unidos en Pristina calificó el hecho como un “ataque criminal contra infraestructura crítica” y ofreció su apoyo para identificar y procesar a los responsables.
El jefe de política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, también expresó su “firme condena” y destacó la necesidad de una investigación exhaustiva. La misión de paz de la OTAN en Kosovo (KFOR) aumentó su presencia en la zona afectada y se ofreció a brindar apoyo logístico y técnico para las reparaciones. Según fuentes consultadas, las unidades de KFOR permanecen en estado de máxima alerta ante posibles disturbios o nuevos ataques contra infraestructuras críticas.
El primer ministro de Albania, Edi Rama, calificó la explosión como “un grave acto de sabotaje que pone en peligro la estabilidad de la región” y pidió que los responsables sean llevados ante la justicia.
Este nuevo episodio ocurre en un contexto de creciente tensión en el norte de Kosovo, donde la población serbia, que no reconoce la independencia proclamada en 2008, mantiene estrechos vínculos con Belgrado. Las dificultades para normalizar las relaciones entre Kosovo y Serbia, a pesar de los esfuerzos internacionales liderados por Bruselas y Washington, se agravan por el incumplimiento mutuo de acuerdos recientes, como la creación de la Asociación de Municipios Serbios en Kosovo.
Días antes de la explosión, se registraron ataques con granadas contra una comisaría de policía y un edificio municipal en la misma región, lo que llevó a las autoridades kosovares a incrementar las medidas de seguridad.
A pesar de los daños en el canal, las autoridades kosovares han garantizado el suministro eléctrico gracias a sistemas de enfriamiento de emergencia, según informó la ministra de Economía, Artane Rizvanolli. Los trabajos de reparación están en marcha, aunque se espera que la restauración completa tome tiempo.
La independencia de Kosovo, de mayoría albanesa, fue declarada en 2008, casi una década después de un levantamiento guerrillero contra el dominio serbio. Sin embargo, las tensiones nunca han desescalado, especialmente en el norte, donde la minoría serbia continúa considerando a Belgrado su capital.